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CAPÍTULO VIII

CONTINÚASE LA MATERIA
ANTECEDENTE EXORNADA DE NOTICIAS
Y RAZONES CONDUCENTES A ELLA

 

La admirable colocación de este celebérrimo puerto en los confines del Seno Mexicano y cercanías del Canal Nuevo no sólo ha contribuido a la Corona y al comercio con los beneficios y utilidades que han notado en el anterior capítulo, sí también con otros muy especiales que referiremos en éste, para que más bien se reconozca lo que ha servido en lo pasado y puede servir en lo adelante su conservación y el fomento de su trato para el más pronto socorro de los naufragios que experimentan en estas inmediaciones los navíos de la carrera de Indias, salvándose, por las providencias que se han dado de él, la gente y tesoros que se hubieran sin duda perdido a no estar tan a la mano este puerto surtido regularmente de barcos pequeños y grandes, que lo frecuentan y facilitan en breve cualquiera expedición de éstas o de guerra, como individuaré.

El año de 1622, habiendo naufragado en los cayos de Matacumbé la Almiranta y el galeón nombrado la Margarita, de la armada del Marqués de Cadereyta, de que eran capitanes Don Pedro de Ursúa y Gaspar de Vargas, se logró por la exquisita diligencia y continuado trabajo de Francisco Núñez Melián, vecino y regidor de esta ciudad, haber sacado toda la plata y oro que conducían en sus planes, en que fue muy interesado el Real Erario y muy atendido este servicio por Su Majestad, como se infiere de lo que escribe de este suceso el doctísimo Solórzano.

Poco tiempo después, porque acaeció antes del año de 1630, fracasaron también en la costa de la Florida dos galeones de los del cargo del Maestre de Campo Antonio de Otaiza, y según el contexto de un real despacho que he visto, habiéndose socorrido de este puerto, se salvó hasta parte de su artillería.

El año de 1691 se perdieron en los bajos de la Víbora, que están en la costa del sur de esta Isla, cuatro navíos de los galeones que comandaba el Marqués de Bao, el Maestre, y por el oportuno y pronto socorro que se les dio de este puerto, y fue a cargo del capitán Don Esteban de Berroa, vecino de esta ciudad, práctico en el mar y de experimentada conducta, se consiguió salvar 156.000 pesos antes que la codicia de los ingleses pudiese ocurrir de Jamaica a coger fruto de esta desgracia, como lo intentaron después con poco o ningún provecho.

En los siguientes de 1698 peligró en la ensenada de Cibarimar, cinco leguas a barlovento de este puerto, la Almiranta de los galeones del Almirante General Don Jerónimo de Lara, que iba a cargo de Don Bartolomé de Soto Avilés, debiéndose a la celeridad con que se acudió a su socorro de esta ciudad, para salvar el tesoro que conducía, el que apenas se perdiese otra cosa que el vaso y algunos pertrechos.

A fines del año de 1712 se perdieron con un recio temporal en el paraje que llaman Jaimanita, cinco leguas a sotavento de este puerto, la Almiranta de barlovento, que mandaba Don Diego de Alarcón y Ocaña, con otras cinco embarcaciones mercantes que del puerto de Veracruz venían a transitar por éste para los reinos de España, a cuyo socorro se acudio con la mayor puntualidad, y se salvaron un millón y setecientos mil pesos, pertenecientes a Su Majestad y al comercio, haciendo menor la fatalidad y quebranto padecido los auxilios con que fueron ayudados.

Habiendo experimentado igual desgracia en los placeres del canal de Bahama la fragata nombrada San Juan, de la armada de barlovento, el de 1714 que iba a conducir la situación de las islas de Santo Domingo y Puerto Rico, avisó en una lancha a este puerto, de donde se ocurrió con tal presteza al socorro, que no sólo se salvó la gente y caudales, sino que se recogieron los pertrechos y equipaje.

El sucesivo año de 1715 padeció en la costa de la Florida y proximidades del río Aiz entero naufragio la flota de Nueva España del cargo de Don Juan Esteban de Ubilla, y los navíos del capitán de mar y guerra Don Antonio de Echeverz, y pidiendo una pérdida tan numerosa socorro muy considerable de bajeles, buzos, víveres y gentes, todo se facilitó con increíble presteza, habilitándose las embarcaciones del tráfico, recogiéndose los bastimentos necesarios y lo demás conducente para el alivio de los fracasados, contribuyendo con caudal para el apresto el capitán Manuel de Meireles, vecino de esta ciudad, lográndose por este medio muy buenos efectos hacia los intereses de Su Majestad y del comercio.

Continuándose después el descubrimiento y buceo del tesoro que llevaban algunos navíos de particulares, ahuyentaron los piratas ingleses nuestros operarios, y fue preciso formar armamento para retirarlos de allí, como se ejecutó, hallando embarcaciones de buen porte y fuerza, y gente experta del país para tripularlas; con cuya providencia se logró al fin debiéndose éstas y otras de igual importancia a la inmediación de este puerto y proporciones con que se hallaba por su comercio.

En el infortunio acaecido el día 16 de julio de 1733 a la flota del teniente general Don Rodrigo de Torres, que naufragó toda, a excepción de un navío de los de su conserva, en los ya nominados cayos de Matacumbé, no fueron menos activos, completos y eficaces los expedientes que se dieron por este gobierno para socorrer la gente, sacar y conducir el tesoro y parte de los pertrechos a esta ciudad: común asilo en tan trágicos sucesos por lo bien proveído que ha estado este puerto de embarcaciones proporcionadas a tales fines y abundar de víveres y gentes prácticas; lo que costaría mucha dificultad, y no menos tardanza y gastos, si por la falta de comercio viene a otro estado y constitución que la imposibilite para el remedio de otros semejantes accidentes.

En los que se han experimentado en tiempo de guerra, no ha servido ni ayudado menos este puerto para el socorro y refuerzo de los circunvecinos, como tocaré en el lugar conveniente, siendo por sus singulares circunstancias más a propósito para adquirir y comunicar las noticias más importantes a los dos Reinos por medio de prontos repetidos avisos, como lo expresó Don Francisco Dávila Orejón, trayendo por ejemplo lo que el año de 1669 se logró con la flota del general Don Enrique Henríquez, debido a las anticipadas prevenciones de la Habana; pues, como dice el antedicho, todas las noticias que pueden causar daño a una y a otra armada aquí se alcanzan mejor que en otra parte para dirigirlas a Veracruz a las flotas, y a Cartagena a los galeones; cláusulas que autorizan el asunto, y con que finaliza el capítulo.


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