CAPÍTULO IV
EN QUE SE PROPONEN OTRAS RAZONES QUE PERSUADEN HABER SIDO POBLADA EN LA COSTA DEL SUR LA VILLA DE LA HABANA Y SIDO SUS PRIMEROS VECINOS LOS QUE SE EXPRESAN
Entre las razones de congruencia que reservé tocar en este
capítulo, a fin de establecer mejor contra una vulgar tradición la
autoridad de una noticia histórica que nos persuade a creer que
esta villa estuvo antes fundada en las cercanías del Batabanó o en
otro surgidero inmediato, expondré primeramente la de haber
venido Diego Velázquez, como refiere Herrera desde Baracoa al
puerto de Jagua por la costa del sur y ser regular que por esta
misma banda pasara desde Jagua a fundar la Habana, y que llegando
al Batabanó u otro surgidero que tendría esta provincia por
aquella parte, lo escogiese para plantar la nueva villa, concepto en
que me hace afianzar un pasaje de la Historia de Nueva España
escrita por Don Antonio Solís, que a mi juicio y el de otros sujetos
más reflexivos ha parecido muy bien fundado.
Refiriendo este elegante historiador el viaje de Cortés y su
armada desde la Trinidad a la Habana, dice: "Partió con la armada
al puerto de la Habana, último paraje de aquella Isla, por donde
empieza lo más occidental de ella a dejarse ver del Septentrión".
De cuyas cláusulas, omitiendo otras semejantes del mismo autor
y de Herrera, se deducen a mi ver dos cosas con bastante claridad.
La una que esta villa estuvo antes fundada en aquella costa
del sur, pues si estuviera en ésta del norte, en que está la boca del
río de la Chorrera, que tiene a la frente el septentrión, no expresara
que desde la Habana comenzase a dejarse ver de éste lo más
occidental de la Isla. Y la otra que siendo aquella parte cercana al
Batabanó, según demuestra la delineación de la Isla, el paraje por
donde parece comienza a inclinarse algo hacia el norte apartándose
un poco del sur lo más occidental de ella, es consiguiente que en
aquel surgidero o en otro inmediato estuviese plantada entonces
la antigua o primera villa.
Pero contra todo lo expuesto puede decirse o replicarse, con lo
que se infiere del contexto de otras palabras que en su historia de
Nueva España trae Bernal Díaz del Castillo, ser muy probable lo
contrario. Son así a la letra: "Fuimos a un puerto, que se dice en
lengua de Cuba Jaruco, y es en la banda del norte y estaba ocho
leguas de una villa que entonces tenían poblada, que se decía de
San Christóval, que desde dos años la pasaron adonde agora está."
Las cuales esfuerzan o corroboran más otras del mismo escritor
al capítulo siguiente, en donde refiere que: "En ocho días del mes
de febrero del año de 1517 salimos de la Habana, y nos hicimos a la
vela en el puerto de Jaruco." Y de unas y otras cláusulas se deduce
que, estando esta villa solamente ocho leguas del mencionado
puerto, no era su situación en la costa del sur, cuando es inconcuso
que la menor latitud que tiene la Isla de costa a costa es de catorce
leguas, y esto de Batabanó a la Habana, que es lo más angosto,
pero no de Jaruco a Batabanó que median sin duda más. De donde
se hace más creíble estuviese fundada en la Chorrera, que dista de
Jaruco nueve o diez leguas, en que es menos notable la diferencia
del número que se asigna.
No puedo negar que esta réplica a la primera vista hace fuerza,
y parece destruye los fundamentos de mi sistema, y más siendo
producida por un autor que con sus propios ojos, y no guiado de
ajenos informes, como Herrera y Solís, escribe y da noticia de lo
que vio y pudo ver en tres o cuatro ocasiones que consta por su
historia haber estado en la Habana. Pero todo esto se desvanece y
allana fácilmente si se reflexiona, lo primero, que en aquella edad
es muy regular no estuviesen puntualmente medidas las distancias
que había de lugar a lugar, y así aunque se reputasen por ocho
leguas las que mediaban desde Jaruco a la Habana antigua, podían
ser y con efecto serían más en la realidad, porque ni aun hoy
hay en esto la mayor exactitud, viniendo a este propósito lo que
sintió un grave y moderno autor sobre la diferencia de leguas que
se dan en España, diciendo que estas distribuciones de distancias
no se hicieron siempre con el cordel en la mano sino por juicio, o
como dicen a ojo. Y lo segundo, que expresando ser la situación del
puerto de Jaruco al norte, nada dice sobre que la Habana estuviese
poblada en la misma costa, siendo tan fácil y consiguiente esta
expresión; arguyéndose muy bien de este silencio y de otras cláusulas
que trasladaré del capítulo 23 de la misma obra, que la expresada
villa estaba fundada en la contraria.
Dice pues en el lugar citado, hablando sobre la demora que
tuvo Hernán Cortés en su navegación desde el puerto de la Trinidad
al de la Habana, lo siguiente: "Teníamos sospechas no se hubiese
perdido en los Jardines que es cerca de las islas de Pinos,
donde hay muchos baxos, que son diez o doce leguas de la Habana."
Luego, siendo indisputable que los referidos bajos nominados
los Jardines están en la costa del sur, y que distaban según sus
cláusulas diez o doce leguas de la primitiva villa, se hace evidente
que estaba situada en aquella banda, y no en la del norte.
Pruébase esto con más claridad, lo primero, porque era regular
referir la distancia que había desde dichos bajos a la tierra
tomándola desde ellos a la costa del sur a donde caen, que no
desde esos mismos a la del norte, de que están tan apartados. Lo
segundo, por ser innegable que los citados Jardines están distantes
de Batabanó, o de aquella costa del sur, trece o catorce leguas,
conforme al más ajustado o corriente cómputo; y de aquí es que
supuesta la latitud, que por donde menos tiene la Isla, distarían
dichos bajos veintiocho leguas de esta banda del norte; de cuya
diferencia debe tenerse por más verosímil el que errase en una o
dos leguas, que no en tantas. Y por consiguiente ser muy conforme
a la distancia que señala desde aquellos bajos a la Habana el
que la situación de ésta fuese en la otra costa y no en ésta. Y si lo
expuesto no fuere admisible, considerándose equivocación del autor,
también inferiré lo mismo, y con mayor fundamento, de la
distancia que expresa había desde Jaruco a la antigua villa de San
Cristóbal.
Mas aunque faltase todo lo que se ha dicho y alegado arriba
sobre el asunto, bastaría en mi entender para afianzar la noticia
histórica, y persuadir que el establecimiento primero de la villa
fue en aquella costa del sur y cercanías del Batabanó, un monumento
antiguo o auténtico que he encontrado en los libros de este
Cabildo, que por la dificultosa inteligencia de la letra redonda no
había sido descubierto hasta ahora.
Consta, pues, de él que en 18 de marzo de 1569 hizo pedimento
Diego Hernández, indio, suplicando se le concediese para corral
de puercos un sitio que estaba en el Pueblo Viejo, dos leguas de
Yamaraguas y doce de esta villa. De cuyo contexto se deducen
varias reflexiones que califiquen el argumento propuesto y corroboren
la opinión que sigo como más probable.
Que el Pueblo Viejo de que hace mención el nominado indio en
su pedimento fuese la villa antigua de la Habana, lo persuade
verosímilmente el que aquella expresión indeterminada de Pueblo
Viejo parece relativa a la nueva población o villa existente con
quien hablaba. Lo otro porque no constando de las historias ni de
la tradición que en estas inmediaciones haya habido situado otro
lugar, ni sido trasladada otra población que la villa de San Cristóbal,
es muy presumible que fuese ésta y no otra distinta de que no
hay noticia. A más de que afirmando uniformemente Herrera,
Gómara y otros que la villa vieja de San Cristóbal estuvo en sus
principios fundada en aquella costa, de donde se mudó a la del
norte, conviniendo en el paraje de su situación con el Pueblo Viejo
que se refiere en el pedimento, parece sin duda que fue éste y no
otro el primitivo asiento de la antigua villa de la Habana, lo que a
mi ver se prueba con claridad.
El sitio Yamaraguas, señalado como confinante del Pueblo Viejo,
es hasta hoy conocido por el nombre en esta ciudad, de donde
está catorce leguas al sur, en paraje más occidental que el Batabanó,
de quien dista leste oeste como seis leguas; bajo de cuyo concepto
es muy regular discurrir y aun creer que por allí fue establecida
la primera villa o Pueblo Viejo, así por convenir según se ha dicho
con la autorizada noticia de los cronistas citados, que la dan fundada
en la banda del sur, como porque estando dicho sitio de
Yamaraguas dos leguas y media a corta diferencia de la playa y
costa de mediodía, y casi a la misma distancia de la boca del río de
la Bija, que baña su contorno, es muy conforme a razón y práctica
se eligiese para la población aquel lugar, que tenía un río tan fértil
para su abasto, y un surgidero tan inmediato para su comercio
marítimo: sin que se ofrezca reparo ni dificultad, ya se considere
situado el Pueblo Viejo dos leguas más allá de Yamaraguas hacia
el sur, o dos leguas más hacia el norte, porque a más o menos
distancia siempre subsistía la conveniencia de poder comunicarse
por el río con el mar, como sucede en el Bayamo.
Baste lo referido para que se forme juicio de la incertidumbre
que hay en esta materia, en que sólo se encuentran algunas cortas
luces entre muchas sombras, quedando únicamente asentado,
como irrefragable, el que hubo tal traslación y que ésta parece se
ejecutó por el tiempo y motivos que expresaré en el capítulo siguiente.
Nótase igual descuido y silencio en los cronistas de estos reinos
en orden a los nombres, número y calidades de los vecinos y primeros
pobladores de la Habana, aunque me persuado que, entre otros
lo fueron Francisco de Montejo (después Adelantado de Yucatán),
Diego de Soto, Garci Caro, Sebastián Rodríguez, Juan de Nájera,
Angulo, Pacheco, Rojas, los dos hermanos Martínez, y un Santa
Clara, los mismos que salieron de esta villa con Cortés el año de
1518, y es muy presumible estuviesen todos avecindados en ella
desde su fundación, por constar plenamente el que Montejo tenía
posesiones en el Mariel del distrito de la Habana cuando siguió al
expresado caudillo en su jornada, y que deseosos los demás de
mejor fortuna dejarían a su ejemplo las que gozaban, pues por lo
que toca a Diego de Soto y Alonso de Rojas (distinto del que se
conocía por el rico, que era Juan) no se ofrece duda ninguna, porque
finalizada la empresa y ocupaciones que en ella alcanzaron, volvieron
a la Habana como a lugar propio de su domicilio y vecindad, y
dejaron en ella legítima descendencia, que se conserva hasta hoy y
tiene justificado serlo de aquellos primitivos pobladores.
No dificulto incluir ni nominar entre los expresados al capitán
Antonio Recio, porque siempre he oído ser reputado por tal, y
hace mucha prueba a su favor el que en el asiento y sepulcro que
tiene en la parroquial mayor de esta ciudad, manifiesta la inscripción
que sirve de orla a la piedra de su huesa, y se labró el año de
1572, que fue uno de los principales pobladores de la Isla, y por
consiguiente de la Habana, en donde fundó casa y mayorazgo, y
sirvió el oficio de regidor y depositario general muy desde sus
principios, como diré después.
Fundado en otra razonable conjetura, discurro también que el
primero teniente de gobernador que tuvo esta villa fue Pedro de
Barba, que lo era al tiempo que transitó por ella con su armada
Hernando Cortés, porque desde el establecimiento de la Habana,
el año de 1515, hasta el de 1518 que arribó a ella, sólo mediaron
tres años, término en que era regular permaneciese en dicho encargo
desde que se ausentó Velázquez, dejando efectuada la población, y así tendrá en la serie de personas que consta la han gobernado hasta ahora el primero lugar, reservando para el que competa esta nomenclatura.
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