CAPÍTULO III
DEL APRIETO DE DIEGO VELÁZQUEZ PARA PASAR A CUBA, SU ARRIBO A ELLA, PRINCIPIOS DE SU POBLACIÓN Y PRIMITIVO ESTABLECIMIENTO DE LA VILLA DE LA HABANA
Nombrado ya, como dejo dicho en el capítulo primero, el capitán
Diego Velázquez para que pasase a poblar a Cuba, se divulgó
por toda la Española el armamento que disponía para esta empresa;
y como era persona rica y acreditada de gran prudencia y
afabilidad en los manejos y comisiones que había obtenido, y por
eso generalmente aceptable a los castellanos, le siguieron hasta
trescientos de ellos; y en cuatro embarcaciones que estaban preparadas para el transporte en Salvatierra de la Sabana, situada en
el cabo de la isla de Santo Domingo, pasaron con felicidad a la de
Cuba, desembarcando en el puerto de Palmas, cercano a la punta
de Maisí.
Desde este paraje, venciendo muchas dificultades que ocasionaba
la espesura de los montes, que por aquella parte son, aun
hoy, fragosos o intransitables, y alguna leve resistencia de los
habitadores de aquella provincia, que eran los más indios fugitivos
y malcontentos de la Española, a quienes esforzaba la ojeriza del
cacique Hatuey, adverso a la dominación de los castellanos, comenzó
Velázquez a intentar su población, año de 1512, fundando
en la ribera de un puerto de la costa del norte la villa de la Asunción
de Baracoa, que fue la primera de la Isla, y estimada algún
tiempo cabeza suya.
Establecido ya en la nueva villa dicho capitán y poblador,
determinó enviar con suficiente acompañamiento a Pánfilo de
Narváez, y al licenciado Bartolomé de las Casas, que fue después
el decantado Obispo de Chiapa, a reconocer y pacificar los
lugares y gentes de la Isla; siendo el efecto algo contrario a los
fines de su intención y de la jornada, porque el ardor natural e
imprudencia del primero dio varios motivos de desazón e inquietud
a los isleños. Pero serenados los ánimos de éstos, parte por
la docilidad y mansedumbre de sus genios y parte por la bondad
del padre Casas, pasaron desde las provincias del Bayamo y
Camagüey, que es donde se asentaron después las villas de San
Salvador1 y Santa María del Puerto del Príncipe, hasta lo más
occidental de la Isla, en que estaba situada la provincia de la
Habana.
Detuviéronse en ésta algún tiempo con el designio de recobrar
ciertos españoles que habían librado de un naufragio y residían en
ella, los cuales les mandó entregar el Cacique; pero luego que
tuvieron aviso de que Diego Velázquez venía a encontrarse con
ellos en el puerto de Jagua, partieron para allí los citados Narváez
y Casas con la demás gente que habían traído, y se juntaron con
Velázquez en el prevenido lugar. Tomáronse en él las providencias
de fundar la villa de la Trinidad, en la costa del sur, y la de Santi
Spíritu en lo interior de la Isla, a distancia de veinte leguas de
aquella, habiéndose planificado en este mismo año, que fue el de
1514, las otras tres villas de Santiago de Cuba, San Salvador del
Bayamo y Santa María del Puerto del Príncipe, y al año siguiente
la de San Cristóbal de la Habana.
La escasa y confusa noticia que los historiadores de las Indias
han dejado en sus obras cerca de las referidas poblaciones, y particularmente
de la última que es la de mi intento, se ha hecho más
sensible, y aun irreparable, por no tener recurso a los archivos y
monumentos antiguos de esta Isla, que se han perdido por varios
accidentes, experimentándose la misma desgracia en los de esta
ciudad; porque habiéndola sorprendido un corsario francés el año
de 1538, a los veintitrés de su fundación perecieron, como he referido
en el prólogo, en el incendio que padeció entonces, y ha sido el
único que hasta ahora le ha ocasionado la envidia de los enemigos.
Por cuya razón no tocaré este punto con la claridad y certeza que
es necesaria, sino con la que ministran algunas inferencias de las
citadas historias y tradición de los antiguos.
Dio principio Diego Velázquez, con la asistencia de los ya nombrados
Narváez y Casas, a la fundación y establecimiento de la
Habana el referido año de 1515, llamándole villa de San Cristóbal
por haberla comenzado a poblar su propio día, que es el veinticinco
de julio, aunque acá se celebre, por especial indulto de la Silla
Apostólica, a dieciséis de noviembre, porque no se embarace la
festividad con la de Santiago patrón de España y de la Isla. Pero a
más del expresado motivo puede discurrirse concurrirá también
el de obsequiar con la memoria y título de este santo mártir al
Almirante de las Indias, por haber tenido su glorioso padre este
mismo nombre.
El de Habana, que obtiene y escribe cierta pluma ser voz fenicia,
derivada de los hebreos, o de la ciudad de Aba, de donde afirma
no está lejos el río Abana de Damasco, que refiere la Sagrada
Escritura, lo tomó o se lo dieron en mi sentir por la provincia en
cuyos términos fue asentada la nueva villa así como las demás
primitivas poblaciones de esta Isla, pues a excepción de la Trinidad
y Sancti-Spíritu, que conservan únicamente las denominaciones
sagradas que les dio el poblador, todas mantienen el nombre
de las provincias en que fueron establecidas, y aun la villa del
Puerto del Príncipe es conocida y llamada hasta ahora, aunque no
generalmente, Camagüey, título que tenía entre los naturales
aquel territorio o provincia en que fue situada, como se percibe del
cronista Herrera, infiriéndose también del mismo lo que he dicho
del renombre de Habana, pues antes de tratar de la fundación de
la villa de San Cristóbal, hace muchas veces mención de la provincia
titulada la Habana en que fue asentada después. Lo que desvanece
enteramente la conjetura de un moderno, que pensó que este
nombre se le pudo haber impuesto por el lugar de Hanabanilla,
encomienda en España del orden de Calatrava, por relación que
uno de los principales pobladores de esta villa tenía con los señores
del citado lugar, como se tocará en otro de esta obra.
El primer sitio o paraje que eligió y tomó para poblar la Habana
no se sabe con certeza, porque aunque algunos ancianos afirman
que su primitivo asiento fue junto a la boca del río de la Chorrera,
nombrado de los indios Casiguaguas, distante como una
legua de donde ahora está situada esta ciudad, esto se opone a lo
que dicen y aseguran muy graves cronistas de estos reinos, cuyos
escritos hacen constante que de la banda o costa del sur, en donde
estuvo fundada, se trasladó a la del norte a la orilla del puerto de
Carenas, en que hoy existe, y como la expresada boca de la Chorrera
se halla y está en un mismo paralelo y costa que el prevenido
puerto, se convence no haber sido allí su primera fundación.
Ni hace fuerza en contrario la circunstancia en que se particulariza
Gómara entre los demás historiadores de Indias, pues aunque
tratando del primer asiento que tuvo la villa, la expresada
situada a la boca del río Onicajinal, no puede inferirse sea éste el
de la Chorrera, porque teniendo la boca al norte, como se ha dicho,
se implicaría notoriamente en afirmar que estuvo fundada en la
parte del sur. A que se añade que así como se conserva la memoria
del apelativo de Casiguaguas, que le daban los naturales, era muy
regular el que permaneciese también el título de Onicajinal que le
da Gómara, el que hoy no se encuentra, ni aun por consonancia, en
ninguno de los que tenemos noticia derraman en una y otra costa,
ni se ve ni registra en algunos más antiguos de la Isla, y sólo puede
asentir a que si su primero establecimiento estaba, como se dice y
yo supongo, en la costa del sur, es muy posible fuese el que ahora
llaman de la Bija, que desemboca en ella en paraje más oriental
que el Batabanó, y en donde estoy informado se divisan algunas
señales de que hubo antiguamente embarcadero.
A más del fundamento propuesto arriba que ministra la historia
para no convenir en que esta villa estuviese poblada en las proximidades
de la boca de la Chorrera, que cae al norte, sino en otro paraje
de la banda del sur, lo persuade también otra razón apoyada en la
autoridad del cronista Herrera, quien escribe que como hasta entonces
los más descubrimientos que se hacían y empresas que se
intentaban eran hacia el sur en la Tierra Firme, se discurría por
Velázquez ser conveniente para el comercio asentar sus poblaciones
en aquella banda de mediodía, y para que mejor pudiese comunicarse
con las demás de la Isla, pues exceptuada la de Baracoa,
todas tenían sus puertos o surgideros al mismo sur.
En esta duda o contrariedad, que resulta de lo que afianza la
historia y persuade la tradición, conformándome más con la autoridad y razones que favorecen aquella que con la sencilla noticia que comunica ésta, he llegado a creer como indubitable que nuestra
villa de San Cristóbal estuvo al principio plantificada en las
cercanías de Batabanó, en otro surgidero inmediato de aquella
costa o banda meridional: asunto sobre que expondré en el capítulo
siguiente algunos fundamentos que corroboren el argumento,
dejando al juicio de los más prudentes lectores la decisión de este
problema, en que por encontrar o descubrir lo más cierto, propongo
lo que me parece más verosímil. No siéndolo para mí en
ningún modo el que si hubiese sido situada esta villa en la Chorrera,
como se dice, estando este paraje tan próximo a la parte donde
ahora está, se dejasen de ver en aquel terreno algunos vestigios de
la población antigua o a lo menos se conservase la memoria, llamando
a aquel paraje Pueblo Viejo, como sucede con otros lugares
que se han mudado en diversos países. Ni considero posible
que, estando tan poco distantes ambos sitios, se escogiese aquel
que solamente tiene una corta ensenada abierta, y no éste que
gozaba de una bahía tan hermosa y resguardada, aunque sufragase
por el primero el estar muy contiguo al río, pues esta conveniencia
en que excedía al segundo no era comparable con la del
puerto que tenía éste, siendo muy fácil de conseguirse, como después
se consiguió, el conducir de un sitio a otro las aguas para la
provisión de la nueva villa.
1. Bayamo.
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