CAPÍTULO XXXVIII
CONVENTO DE SANTA CATALINA DE SENA Y SANTA TERESA DE JESÚS
El de las señoras recoletas de la esclarecida virgen Santa Catalina
fue obra toda de la religiosísima casa de los Aréchagas,
ilustre en este vecindario, contribuyendo Doña Ana, Doña Francisca
y Doña Teresa sus patrimonios para la fábrica y fundación, a
que ayudó también con sus expensas el Doctor Don Juan de
Aréchaga, su hermano, Oidor más antiguo de la Real Audiencia de
México, de quien haré después más honorífica y difusa memoria.
Empezose a tratar de su establecimiento el año de 1680, sobre
que, habiendo ocurrido las tres pretendientes a Su Majestad, pidió
informe a este Cabildo y fue la respuesta tan favorable que
facilitó los designios de tan honestas como nobles matronas, hallándose
ya el de 1698 finalizado el edificio; pero no se solemnizó la
dedicación del templo hasta el de 1700. Pasaron a fundarlo, como
ya apunté, tres religiosas muy espirituales del convento de las
clarisas, que fueron la expresada Madre Ascensión, Sor Clara de
Jesús, su hermana en la carne, profesión y espíritu, y Sor San
Buenaventura de Arteaga, que cultivaron el nuevo plantel con tan
santas instrucciones y loables ejemplos como lo califican los frutos
admirables de virtud que hoy está dando para gloria de Dios y
de su iglesia.
La situación de este ejemplarísimo monasterio o religiosísimo
relicario, está a la banda del norte, y su templo corre de este a
oeste; es de sola una nave y tan bien proporcionada en sus tamaños
como aseada y curiosa en sus adornos. Las dos puertas que
tiene al sur y caen a su plazuela le introducen y comunican bastante
luz para hacerlo muy claro y despejado; pero ni aun esto
contribuye a divisar por entre las rejas las religiosas, que están
cubiertas de canceles o celosías tupidas de hojas de lata, que apenas
puede la vista más perspicaz distinguir los bultos, guardando
este mismo retiro en su locutorio. La fábrica interior es muy acomodada
para la habitación de sus monjas y servicio y recreo de su
comunidad, para lo que tiene una hermosa huerta de que forman
sus manos un paraíso, en donde del candor de su pureza y buen
olor de su virtud participan las flores más belleza y fragancia.
El número cierto de religiosas que se constituyó desde el principio
debía tener este monasterio fue el de quince, correspondiente
al de los sacratísimos misterios del Rosario, y para que se
nombrasen, conforme a ellos, Sor N. De la Encarnación, Visitación,
Natividad, &c. Después se aumentaron hasta diez y ocho, en que
hoy permanece. Hay fuera de éstas algunas legas y donadas para
el servicio de más fatiga, y entre todas componen treinta. La cantidad
de dote es uniforme en todos tres conventos: está sujeto
éste a la dirección del ordinario, que les asigna un clérigo para
capellán y confesor y otro de órdenes menores para sacristán. El
primero tiene su vivienda frente de la iglesia, para el más pronto
socorro y consuelo de la comunidad, y ambos estipendio proporcionado
a su ministerio.
Del mucho recogimiento, continua oración y rígida austeridad
en que viven y se ejercitan estas siervas del Señor, se infiere bien
la multitud de verdaderas esposas de Jesucristo que ha habido
siempre y hay en este convento, en donde, aunque habitan acá en
la tierra, toda su conversación es en el cielo; pero no me es posible
individuar algunas, porque mi pluma no es de tanto vuelo, ni mi
espíritu capaz para tratar de estas materias, tan propias de personas
místicas como ajenas de las profanas o seculares como yo.
Sólo referiré sucintamente la constante opinión de santidad con
que murió el año de 1742 la Madre María de la Visitación, religiosa
favorecida del Señor con especiales revelaciones, de que aunque
no tengo auténticos testimonios, he oído noticias muy fidedignas,
bastantes para la credibilidad o asenso de una fe humana.
El de Santa Teresa de Jesús de carmelitas descalzas fue
procurada su fundación por el Doctor Don Francisco Moreno,
Profesor de Medicina, y por Doña Ana Tadino su mujer, vecinos de
esta ciudad, quienes ofrecieron porción considerable de su caudal
para edificar la iglesia y convento, y conducir de Cartagena las
religiosas que debían venir para establecerlo, cooperando el Señor
Evelino, con su gran celo y actividad, no sólo a dar calor a las
diligencias, pero aun a asistir personalmente a la fábrica. Eligiose
entre otros sitios propuestos el de la ermita de Belén o de San
Melchor y casa en que se criaban y recogían los niños expósitos,
que después ordenó el Rey, por real cédula del año 1705 dirigida al
Cabildo de esta ciudad, se restableciese en otro paraje.
Llegaron a este puerto el año de 1700 las tres fundadoras, que
fueron Catalina de San Alberto, Bárbara María de Santa Catalina,
natural de esta ciudad (que había pasado niña con sus padres a la
de Cartagena, con motivo de ir proveído Teniente de Gobernador y
auditor de guerra de aquella Plaza el Licenciaqdo Don Gregorio
Lazo de la Vega, su padre) y Bárbara de la Santísima Trinidad,
todas de la virtud y religiosidad que requería un fin tan santo
como el de cimentar el edificio espiritual de un monasterio, que,
por la más perfecta observancia de su regla y reformado instituto,
fuese un huerto de las delicias del Señor y un relicario precioso
para ornamento de su república, que lo venera y estima como uno
de los más principales que la ilustran.
La situación o asiento de esta ejemplarísima casa está a la
parte occidental y tiene su frontera al oriente. La iglesia que ahora
ha labrado es más grande y cómoda que la antigua; pero así ella
como sus viviendas son muy conformes a la estrechez de su instituto.
No le falta al templo todo el primor, aseo y gala proporcionada
a la decencia del divino culto, como ni en las habitaciones la
extensión necesaria al desahogo y honesta recreación de la comunidad.
Bajo del patrocinio del Patriarca San José ha vinculado esta
virgínea casa sus progresos, y en ella está hoy establecida la
cofradía de Nuestra Señora del Carmen, que se fundó en la iglesia
de San Agustín. Tiene diez y ocho monjas de velo negro y tres
de velo blanco, que con otras sirvientes de color pardo llevan el
peso de la cocina y otros empleos de igual trabajo. Gobiérnalas,
como a las catalinas, el ordinario que les pone y señala ministros
asistentes.
De este coro de vírgenes o esfera de ángeles, posesión
fecundísima del Monte Carmelo, ha cogido el divino agricultor
muchos frutos de honor y honestidad; pero la que ellas observan
en ocultar las dignaciones de su esposo o sacramentos de su
amado no me permite especificar los singulares créditos de virtud
con que ha florecido alguna, suponiendo que es igual y común
en todas.
El año pasado de 1752 descansó en paz la Reverenda Madre
Bárbara de Santa Catalina, una de sus fundadoras, cuya vida y
muerte creemos piadosamente fue muy preciosa en los ojos del
Señor, pasando provecta en años y merecimientos a gozar de la
inmarcesible corona de la bienaventuranza.
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