CAPÍTULO XVIII
DEL ORIGEN QUE TUVO EN ESTE PUERTO LA FÁBRICA DE NAVÍOS, NOTICIAS DE LA SITUACIÓN DEL ARSENAL, Y DE LOS BAJELES QUE SE HAN CONSTRUIDO PARA EL REY
No es dudable que muy desde luego que empezó a introducirse
y frecuentarse el tráfico y comercio de este puerto debieron de
comprenderse las grandes conveniencias y ventajas que ofrecían
sus riberas, no sólo para las carenas y habilitación de los navíos, sí
también para las fábricas de ellos, así por lo exquisito y abundante
de las maderas como por otras causas muy favorables; pero parece
que el Rey ni los particulares no quisieron o pudieron aprovecharse
de las utilidades que hubiera producido esta aplicación,
tanto al aumento de las reales escuadras y galeones mercantiles
como al fomento de esta nueva población, hasta que por los años
de 1626 o poco antes, según se percibe de una real cédula de 16 de
abril de 1627, mandó el Rey Nuestro Señor Don Felipe III fabricar
algunos bajeles para la Armada de Barlovento, que por entonces,
y no por el año de 1640, como apuesta un moderno autor,
parece se estableció para guardar las costas de estas islas; lo que
también persuade o corrobora otro despacho de 10 de marzo de
1630, por el que consta estaba ya dada orden a la Real Audiencia
de la Española para que formase un repartimiento que sirviese a
la subsistencia de dicha armadilla; pero efectuada la prevenida
construcción en aquel tiempo, no se continuó después para restablecerla
ni aumentarla.
No he podido alcanzar los motivos que ocurrieron para la suspensión
de una idea tan benéfica, y únicamente he entendido por
alguna noticia y monumentos antiguos que el Capitán Juan Pérez
de Oporto, vecino de esta ciudad, y otros comerciantes fabricaron
en lo sucesivo diversos galeones y pataches para seguir con ellos
la carrera de Indias, con conocidas utilidades, de donde parece
provino la prohibición de Su Majestad para que no se cortasen
maderas en las montañas vecinas, si no fuesen las necesarias para
la edificación y reparo de las casas de los habitadores de esta
ciudad.
Entrado este siglo, a principios del año de 1713, pasó a la Corte
Don Agustín de Arriola, asimismo vecino de esta ciudad, con el
intento de representar y promover lo que importaría al mayor
servicio del Rey y beneficio de este país el establecimiento de
semejantes fábricas, de donde me creo dimanó el proyecto que el
propio año se formó por Don Bernardo Tinagero, secretario del
Consejo de las Indias, cuyas reglas y disposiciones fueron, como
escribe Don Jerónimo Ustáriz, reconocidas y aprobadas por Don
Antonio de Castañeda, sujeto de la inteligencia y práctica que es
tan notoria y calificada en toda Europa.
Propúsose en él a Su Majestad lo conveniente que sería construir
en este puerto diez navíos de 60 piezas para que se empleasen
en escoltar las flotas y galeones y para componer el cuerpo de
la pequeña escuadra o armada destinada al resguardo de las Islas
de barlovento: expusiéronse varias razones que hacían ver claramente
la utilidad de esta idea en beneficio de la Corona, por ser
considerable la ventaja que hacían los vasos construidos en esta
parte a los que se fabricaban en las de Europa, no sólo en la mayor
duración que tenían los unos respecto a los otros, como también
porque en los combates de guerra, por la diferencia de las maderas
de que eran labrados, se experimentaba en los de estas regiones
ser mucho menos el daño de los astillazos, que matan e inutilizan
en ellos la gente de la tripulación.
A estas razones añadió, entre otras de mucho peso, eficacia y
congruencia, la de que principalmente los que hubiesen de ocuparse
en la carrera de este Nuevo Mundo debían ser fabricados en
estos dominios, singularmente en la Habana (hablo con las voces
del citado Ustáriz), que ofrecía el astillero más seguro, cómodo y
a mano para el intento: porque sus maderas, como producidas en
estos climas, resisten mejor los excesivos calores de su temperamento,
como se refiere con más extensión y energía por el mismo
autor en el lugar que alego.
Pero sin embargo de lo que influían tan buenas consideraciones
para facilitar el deseado y conveniente efecto, no tuvo logro
hasta el año de 1724 ó 1725, que se dio principio, en consecuencia de
real orden, a la fábrica de tres fragatas de guerra, la una para
comandante de la Armada de Barlovento, y las restantes para el
aumento de la del Océano.
Fenecidas éstas, se fueron planificando otras quillas de mayor
porte, que consumó con acierto y crédito el Capitán de Maestranza
Don Juan de Acosta, vecino de esta ciudad, aunque en distinto y
muy distante paraje del en que hoy está el presente Arsenal,
llamado vulgarmente Astillero; el que fue indispensable mudar,
porque aunque el antiguo sitio que estaba entre la Real Fuerza y
Contaduría, tenía por la proximidad al cantil más cómoda disposición
para caer los bajeles de la grada al mar, no gozaba ni podía
gozar de la separación y extensión terreno que necesitaba para
las faenas, oficinas y almacenes correspondientes a unas operaciones tan maquinosas y para materiales de tanto bulto, de que hechos cargo los ministros encomendados de esta intendencia,
proyectaron la traslación al lugar en que hoy se halla, y de cuya
situación hablaré aquí.
Cae ésta al poniente en el extremo de la ciudad que mira al sur,
corriendo desde la cortina de la muralla su recinto, que tendrá de
alto poco menos de dos estados de hombre, con sus almenas y
estribos exteriores que lo hermosean y fortifican: su circuito será,
según discurro, como de un cuarto de legua, para la precisa y
cómoda distribución de las bodegas de pertrechos, oficinas de herrería,
fábrica de bombas, motones y cuadernales, arrumazón de
palos y maderas, y otros distintos obradores y habitaciones de
que se necesita para la construcción de tan grandes buques como
han salido de este Arsenal, y para la habilitación de sus carenas,
que pide tanta multitud de instrumentos y materiales como número
de operarios y proveedores, cuyos ejercicios y ocupaciones
pueden entretener la vista y la imaginación mucho tiempo, principalmente
después que se han plantificado los dos artificios, el uno
de agua para el aserrío de las maderas, y el otro para soplar y
encender las fraguas de la herrería, que ambos sirven de mucha
diversión, y el primero ha sido de conocida y considerable utilidad
a la Real Hacienda por el ahorro de los mayores gastos que se
hacían en la antigua disposición, y la distinta prontitud con que
ahora se proveen de tablas y otras piezas necesarias, cuya acertada
invención ha añadido a este Astillero un requisito de grande
estimación por lo mismo que es tan particular.
Habiendo dado ya noticia de este paraje, juzgo conveniente
comunicarla a los curiosos y aplicados, del número y porte de los
bajeles de línea y de guerra que se han construido para el Rey en
este puerto desde el año de 1724 o siguiente, como dejo dicho, y en
cumplimiento de lo propuesto doy la relación ofrecida.
San Juan
El Incendio
El Retiro
El Constante
El Fuerte
El Conquistador
El Nuevo Constante
Europa
Glorioso
La Reina
Nuevo Invencible
La Castilla
La Habana
El Asia
África
Princesa
La Bizarra
La Esperanza
Guarda Costa
Chata
Invencible
La Astrea
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54
54
54
64
60
60
64
64
80
70
70
64
64
64
64
70
54
50
30
22
80
30
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El Dragón
Otro Conquistador
Nueva África
El Vencedor
El Tigre
La Flora
El Fénix
El Rayo
América
El Infante
Galicia
El Triunfo
El Marte
El Júpiter
El Cazador
El Volante
El Tetis
El Astuto
Otra América
San Antonio
San Carlos
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64
64
70
70
70
24
80
80
64
70
70
24
16
16
18
22
22
60
60
60
80
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Todas estas embarcaciones y otras menores, que no cuento, se
han fabricado en esta ciudad desde el tiempo señalado para el
servicio de Rey y refuerzo de su Real Armada, sin otras de particulares
y de la Compañía de esta Isla para el fomento de su comercio
y tráfico; mereciendo las más, por su perfecta y primorosa
construcción, mucho crédito a los artífices que las han hecho, y
dado tanto nombre a este Arsenal aun entre las naciones, que lo
aplauden con estimación, aunque lo miran con secreta envidia porque
perjudica a sus intereses y máximas de estado; pero por ninguna
de tantas circunstancias como he referido lo considero más
justamente acreedor a un nombre y fama inmortal, que por haberse
dignado Nuestro Católico Rey y Señor Don Carlos III elegir,
para el transporte de su real persona y la de su augustísima
esposa, un navío construido en este Astillero, entre otros muchos
bajeles que pasaron a conducirles, quedando, con éste tan singular
honor, conocido por el Fénix de la Real Armada.
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