CAPÍTULO XVI
DEL RÍO DE LA CHORRERA, ABUNDANCIA DE AGUA QUE COMUNICA A ESTA CIUDAD, Y DE OTROS ABASTOS PÚBLICOS
El caudal de aguas de que se surten las cuatro fuentes que ya
expresé, y puede enriquecer a otras que están proyectadas, no es
debido a la pródiga generosidad de algún vecino río que tenga muy
al contorno esta población, porque como en ella parece fue el objeto
primario la inmediación del puerto, no se solicitó aquella recomendada
comodidad que previenen como tan necesaria las leyes,
tomándose el agua a los principios de su fundación, para la precisa
provisión de los vecinos, de la que trae un arroyo que desemboca
por el estero del Jagüey, que está a la otra banda de la bahía a la
parte del sur, a cuya limpieza acudía en aquellos tiempos la atención
del Cabildo, como se evidencia de los celebrados el año de
1556; pero, o porque no fuese tan abundante y perenne como se
necesitaba para el abasto común o por otras razonables causas, se
abandonó su uso, y discurrió que supliendo el arte tan grave falta,
trajo a costa de una admirable invención, que así puede llamarse
la insigne obra de la represa que detiene todo el ímpetu del río,
desde más de dos leguas de distancia, el torrente preciso para la
provisión del vecindario, aguada de los navíos y riego de las heredades
de su comarca.
Entendiose por el Ayuntamiento la buena disposición de todo
el común para concurrir a una obra tan útil como indispensable, y
confiriendo en el Cabildo de 28 de diciembre de 1562 una materia
tan favorable al público, entre otros medios propuestos para emprender
tan considerable obra, acordó convocar a los vecinos de
mayor posibilidad para que, hechos cargo de los crecidos gastos
que había de tener semejante idea, se esforzasen a hacer una regular
contribución, si no correspondiente al beneficio que les resultaba,
proporcionada a las fuerzas que tenían. Providencia que
produjo el premeditado efecto, pues a continuación del mismo
Cabildo se hallan individuadas las personas que ofrecieron concurrir
con diversos auxilios al prevenido fin.
Poco tiempo después se nombraron maestros inteligentes que
pasasen a examinar el paraje por donde más fácilmente se pudiesen
encaminar y conducir las aguas desde el río a la población, y
que regulasen lo que podría tener de costo la referida obra, para
dar de todo cuenta a Su Majestad y representarle también algunos
arbitrios de que parecía forzoso valerse para la consecución
de un proyecto tan conveniente, a causa de no poder subvenir la
escasa renta de sus propios a las necesarias expensas que pedía la
enunciada obra; sobre lo cual consta hubo resulta no menos pronta
que favorable de la Corte, estableciéndose para su ejecución y
subsistencia, con real permiso, el derecho de sisa en la carne y
jabón; pero hasta el año de 1566 no se trató nada en este asunto,
esperando quizás a que el producto del nuevo impuesto rindiese
cantidad proporcionada para los primeros desembolsos, porque
entonces sería muy limitado su ingreso, aunque ahora ha llegado
a rematarse en 8,600 ps. anuales
En el citado año se tomó el expediente de que conforme al
parecer de Francisco Calona, maestro mayor de la fortaleza, y de
otros dos albañiles aprobados, se comenzasen a abrir las zanjas,
sacándose al pregón la obra por si hubiese alguna persona que la
quisiese tomar por asiento; diligencia que no tuvo por entonces el
logro que se deseaba y debe ser tan atendido en otras de esta
naturaleza, lo que precisó a continuar rompiendo el canal o conducto
con la dirección del nominado arquitecto, el año de 1569, y se
prosiguió trabajando en él hasta que Hernán Manrique de Rojas,
vecino de los más principales y acaudalados de aquel tiempo, la
tomó a su cargo bajo de ciertas capitulaciones que no he podido
comprender y fuera molesto referir.
Corriendo ya obligado el dicho Manrique a conducir el agua,
llegó a esta villa el Gobernador Juan de Tejeda, y entre otros
encargos que había fiado el Rey de su celo, manifestó desde luego
ser éste uno de los más recomendados, y en su consecuencia,
instruido de los términos en que corría la obra, pasó con el ingeniero
Antonelli a examinarla, y mereciendo su aprobación lo hecho
hasta allí, prometió todo su favor y ayuda para el más puntual
logro de tan deseada providencia.
Tengo por cierto que tanto a los eficaces oficios del Gobernador
como al estudio y desvelo del expresado artífice le debió su
última perfección o total complemento la prevenida obra, constándome
por lo relativo al segundo que se le prometió y mandó
dar cierta gratificación, en recompensa de su cuidado y asistencia
a la fábrica del robusto muro de la represa, la cual, haciendo subir
el agua en el cauce, derrama hacia la zanja la porción necesaria,
vertiéndose al río la demás; y levantando la compuerta, toma su
natural curso, dejando seco el conducto para acudir a su limpieza
y otros urgentes reparos.
Desde el principio de la obra hasta el año de 1577 se habían
gastado 12,000 ducados, y habiéndose proseguido trabajando en
ella hasta el de 1589, en que infiero se consumó, no dudo montase
el total de su costo, con la gratificación ofrecida al ingeniero, más
de 30000 ps.: suma cuantiosa, pero muy bien empleada, así porque
habiéndose regulado su valor por sujetos peritos el año de 1592
consta llegó su tasación a 45,213 pesos y 7 rs., como porque desde
entonces disfrutan los campos inmediatos a la población el beneficio
y utilidad de semejante providencia, subsistiendo cerca de siglo
y medio sin novedad ni atraso considerable, no obstante las
diversas crecientes que por causa de las muchas lluvias ha solido
tener algunos años, hasta que en el pasado de 1759 fue preciso
desbaratar la mitad del muro principal y fortificar los de ambos
costados, con que quedó más sólida la obra y represa de este
caudaloso río llamado hoy de la Chorrera y conocido antiguamente
entre los indios naturales por Casiguaguas, según testifican
por tradición algunos ancianos.
Tiene el sobredicho río su escaso o pobre origen a la banda del
sur, no muy distante de esta ciudad, pero corriendo algo al oeste
se le induce un ojo de agua en la sabana que llaman de Almendares,
tres leguas de esta población, el cual, aumentando considerablemente
su caudal, le da tal crecimiento en sus raudales y tanto
ímpetu en su corriente, que habiendo nacido casi arroyo pobre en
el sur, viene a sepultarse en el mar de la costa del norte río soberbio
y caudaloso, y sin embargo de los muchos cristales que se le
quitan en plata corriente, para enriquecerse esta ciudad y sus
inmediatos campos.
El ingeniero militar Don Juan de Herrera, célebre matemático
bien conocido en estas partes, propuso traer por el mismo conducto
todo el río para que derramase en la bahía o fuera de ella,
facilitando su ejecución y ponderando su utilidad y después representó
lo mismo Don Pedro Beltrán de Santa Cruz, pero no fueron
aceptables sus proposiciones por motivos de gran peso que tuvieron
presentes el Gobernador y Cabildo, siendo el principal el que
no cegase el canal del puerto con las muchas horruras que arrastraría
el impulso de su corriente.
El agua que conduce la zanja, aunque es algo gruesa, ya por la
calidad de los terrenos por donde pasa, o ya porque suele mezclarse
con la del arroyo nombrado de Polo, que se ha retirado
tantas veces a separar con bastante costo el derecho de sisa, pero
con poco o ningún efecto, es constante que no se experimenta
dañosa y que recogida y curada en vasijas de madera o de barro, se
hace muy delgada y buena, como se toca en las aguadas que hacen
los bajeles, porque aunque a los principios se halla como abombada
o corrompida, después queda y se conserva delgada y clara.
A consecuencia de lo expresado arriba sobre el abasto y providencia
de agua que goza esta ciudad, trataré de la establecida, por
lo que toca a carne y oficinas en que se beneficia y reparte al
público. Tiene esta población dentro de su recinto, al extremo
meridional, un buen matadero con su corral cercado de paredes,
donde se encierran las reses vacunas que se conducen para el
consumo diario de su común, y una casa correspondiente en que
se matan, cuelgan, descuartizan y desangran para pasarlas a las
carnicerías en que se distribuyen y expenden, proveída de suficiente
agua para purificarlas de las inmundicias, las que se vierten
inmediatamente al mar por su desagüe.
Hay diputadas dos carnicerías, una para provisión de los conventos,
hospitales y vecinos, que es la mayor y está situada en el
centro de la ciudad, y la otra, que se labró el año de 1747 para la
tropa de tierra, inmediata a la Fuerza Vieja. Ha llegado el consumo
a 60 reses, las que se redujeron por algunas causas a 48 de
buen peso, a excepción de los días de viernes y cuaresma que
solamente se expenden 30, que vienen a componer al año 14,550,
siendo muy poco menos las que se matan extramuros, para salar
y hacer tasajos de que se sustenta la gente del campo y de que
también gasta y gusta la de la ciudad, en donde sin duda es mayor
el consumo de ganado de cerda, cuya carne se vende en bateas en
las plazas y calles, así por la necesidad de su grosura que es el
aceite de la tierra, como por el sabor y gusto de ella, de modo que
se considera excedan de 100 cabezas las que se reparten y gastan
cotidianamente, con advertencia de que por lo regular son de puercos
cebados que tienen más peso.
El orden que se observa para el abasto ordinario de carne de
vaca, que es la que corre sujeta a distribuirse en las carnicerías y
proveer al público, no se conforma al estilo que se practica en
otras partes, rematándose en el postor u obligado que ofrece suministrarla
a precio más cómodo y útil al Común, sino que por
costumbre inmemorial, y según ordenanza del Municipio, se forma
un repartimento por rueda entre los hacendados, los cuales
contribuyen, a proporción de las reses que tienen o número que se
les designa, todo lo necesario para el consumo anual, siendo responsable
a reportar la falta que hubiere en los días que a cada uno
le toca, y a ponerles en el rastro al tiempo que se les ha señalado,
corriendo la providencia de operarios que las benefician y de mulas
que las conduzcan a cargo del alguacil mayor, por expresa
condición y especial privilegio de su oficio en esta ciudad, pagándoles
tres reales por la matanza y acarreo de cada res, que es cuanto
en la materia se ofrece decir.
También hay destinados cerca de la marina dos lugares públicos
para repartir y expender los días de viernes y vigilia la carne
de tortuga y el pescado fresco, pues aunque de éste no es abundante
nuestra costa, no falta por lo regular esta providencia casi
ningún día y especialmente en el tiempo de arribazones; pero en
cierta estación del año es preciso no usar de los pargos grandes
por el peligro de las siguateras, que son muy nocivas y se originan
de haber comido una fruta llamada manzanillo, que tiene calidad
tan venenosa que aun después de muerto, cocido y compuesto el
pez, ocasiona al que toca su carne vómitos, evacuaciones y otros
accidentes muy temibles, los que ya no son tan frecuentes, porque
con la observación de algunas señales se conoce en el pargo el
daño y se precave el riesgo.
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