CAPÍTULO XIII
DE LAS SINGULARES, HONORÍFICAS RECOMENDACIONES QUE CALIFICAN LA IMPORTANCIA DE ESTA PLAZA
Aunque lo contenido en el capítulo precedente manifiesta muy
bien la especial atención que ha merecido a nuestros monarcas la
importancia de esta plaza, porque las variedades y ampliaciones
que ha habido en la tropa de su presidio dimanan del desvelo con
que se han escogitado nuevos medios y modos de resguardarla y
defenderla, añadiré en éste, para mayor inteligencia y más clara
prueba de esta verdad, las singulares recomendaciones y encargos
con que la real consideración la ha particularizado entre las
demás de estos dominios.
No ignoro que así como próvida la naturaleza reparte a todos
los miembros del cuerpo los espíritus vitales de que necesitan
para ejercer cada uno las funciones que le pertenecen, así lo debe
practicar la atención y poder de los soberanos respecto de sus
Estados, proveyéndolos de los auxilios correspondientes a cada
parte, cuya obligación han desempeñado exactamente nuestros
reyes en la protección universal de su vasto imperio, sin que haya
olvidado su vigilantísima perspicacia aun los pueblos más remotos
y lugares de menos nombre; pero como es del mismo modo
asentado que a las partes principales o más nobles del cuerpo se
le comunican y franquean más generosas asistencias, proporcionadas
a más altas operaciones, de aquí es la especialísima distinción
con que, sin agravio de las otras plazas del Nuevo Mundo, se
ha mirado y proveído continuamente ésta de la Habana, que como
más codiciada ha debido ser más atendida, y como más expuesta a
los designios de los enemigos ha pedido muy de justicia los socorros
nacionales, pues asegurada ésta, se afianzan las demás, como
expresamente lo declamó Su Majestad en un real despacho de la
fecha que cito, dirigido al Mariscal de Campo Don Vicente de Raja,
de que trasladaré algunas cláusulas porque ellas solas, cuando no
hubiese otras muchas, bastarían a persuadir el argumento.
Deseando, dice el Rey, por cuantos medios sean posibles atender
a la más asegurada defensa de esa plaza y presidio como tan
importante al resguardo y conservación de mis dilatados dominios
en la vasta jurisdicción de la América y principalísimo antemural
de ella, de cuya manutención pende la de todas las Indias;
siendo asimismo ese puerto la preciosa garganta de los reinos del
Perú y Nueva España, y donde hacen su principal escala las flotas
y galeones y demás navíos de aquellas provincias que conducen
mis reales tesoros para repararse de las invencibles experimentadas
fatigas de la navegación; siendo por estos motivos el puerto
más apetecible de los extranjeros y el principal objeto de los designios
de los enemigos de mi Corona, y considerando lo mucho
que conviene aplicar aquellas providencias que puedan facilitar el
más asegurado resguardo de plaza de tan suma importancia, he
resuelto, etc. Hasta aquí es cuanto conduce al asunto, pues de lo
expuesto se comprenden las graves razones de que tenga y haya
tenido tanto lugar en la regia estimación la seguridad de este
circunstanciado puerto.
Las referidas no tienen necesidad de encarecerse, ni tan sublimes
expresiones pueden cabalmente ponderarse; pero la circunstancia
del tiempo en que fue expedido el citado real despacho obliga
a hacer una reflexión muy debida y conducente al asunto, y es
que si en aquella estación en que la próxima paz celebrada en
Utrech tenía todo el sistema de la Monarquía en entera inquietud,
se miraba con tanto esmero y cuidado cuanto pudiese contribuir a
la mayor y mejor defensa de esta plaza, ¡qué desvelos!, ¡qué observaciones!,
¡qué providencias no se habrían aplicado en tiempos
más turbulentos y ocasiones más arriesgadas! Esto pedía campo
más dilatado que el de un capítulo; porque habiendo sido tan emulada
la dominación de este puerto, no sólo de las potencias contrarias,
sino aun de los piratas extranjeros, se ha hecho forzoso repetir
con empeño las prevenciones, frecuentar los avisos y disponer
refuerzos extraordinarios, que será muy cansado explanar; pero
tocaremos algunos por donde se infiera cuán desde atrás se ha
tenido, por los motivos expuestos, una singular consideración de
esta plaza y su conocida importancia.
Por los años de 1632 y 1633 los rebeldes de Holanda y Zelanda,
fomentados del Conde Mauricio, armaron algunos bajeles de guerra
con intención de sorprender el castillo del Morro o lograr otra
operación intempestiva sobre este puerto, y habiéndose entendido
secretamente por nuestra Corte este designio, no sólo aprontó
los avisos, pero aun los más principales, que eran los socorros de
gente, artillería y municiones con que pudiese defenderse y escarmentar
a los enemigos. Y porque al mismo tiempo se tuvo noticia
de que Don Juan Bitrián de Viamonte, que la gobernaba, no poseía
la salud y robustez de que necesitaba para atender a una defensa
tan recomendada, se le proveyó de sucesor, y para quitar la extrañeza
que podía ocasionar a su honor, lealtad y mérito esta novedad,
se le previno en un real despacho por estas palabras: “En mi
Consejo y Junta de guerra de las Indias se ha entendido que os
halláis falto de salud, por cuya causa no podéis acudir a gobernar
esa plaza con el cuidado y asistencia personal que se requiere,
siendo la llave de todas las Indias y la más infestada y codiciada de
enemigos, etc.” Siendo lo más reparable en esta resolución el que
fuese casi inmediatamente provisto el nominado Gobernador para
la presidencia de la isla Española, como que no fuesen tan necesarias
para el gobierno y seguridad de ella las fuerzas, atención y
desvelo que deseaba Su Majestad para la conservación de esta
plaza tan singular en su aprecio.
Por una real cédula dada en Corrella a 6 de julio de 1711 se dio
aviso a este Gobierno de las justas sospechas y noticias secretas
con que se halla Su Majestad, de que los enemigos tiraban a invadir
esta plaza, y con este motivo se le encarga la vigilancia, con
razones tan poderosas y eficaces, que califican la importancia de
la materia. Y por otra de 20 de junio fecha en Aranjuez el de 1715
se le previene, en razón de las asistencias que dispensa para este
presidio, encargaba estrechamente a los virreyes de Nueva España
prefieran su socorro a cualquiera urgencia de la Corona, que es
un incontrastable apoyo de su estimación singular.
Para vigorizar el ánimo y estimular también el honor de la
gente que servía en este presidio a su mayor defensa y seguridad,
se designó Su Majestad declararlo por de guerra viva, ordenando
se reputasen los ejecutados en esta plaza como si fuesen hechos
en Chile o en otras partes igualmente expuestas a las frecuentes
hostilidades y fatigas de la campaña: arbitrio muy propio de su
real grandeza, obligar con el incentivo del honor y merecimiento a
un fin de tanta importancia y estimación.
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