CAPÍTULO XI
DE LOS AUMENTOS QUE FUE TENIENDO LA FORTIFICACIÓN DE ESTA PLAZA
Finalizada la fortaleza de la Punta, pausaron por algún tiempo
los proyectos de aumentar otras nuevas, no porque se considerasen
bastantes para hacer respetado este importantísimo
puerto de la audacia y poder de los enemigos, émulos de la gloria
y riqueza de España, ni porque la atención de nuestros monarcas
y vigilancia de sus ministros no mirase desde muy cerca las
conveniencias que producirían de perfeccionar su fortificación;
pero las urgencias de la Corona u otros motivos graves que no
alcanzo interrumpieron la prosecución de ella, hasta que con la
ocasión que expresaré inmediatamente se volvió a suscitar la
materia.
El año de 1633, habiendo encomendado Su Majestad al marqués
de Cadereyta, Capitán General de la Real Armada de la
Guardia de las Indias, y su Almirante Don Carlos de Ibarra, del
Consejo de Guerra, el conocimiento e inspección de ciertos reparos
que había informado el gobernador de esta plaza necesitaban
sus tres fortalezas, algo deterioradas por el curso del tiempo y
embates del mar, se premeditó por dichos cabos y otros oficiales
de graduación de la escuadra, que asistieron con los ministros de
Real Hacienda e ingeniero de esta ciudad a la prevenida diligencia,
convendría resguardar con dos torreones las bocas de la Chorrera
y Cojímar, la una a sotavento y la otra a barlovento, regulando
todo su costo en 20,000 ducados, lo que no tuvo efecto hasta el año
de 1646, en el cual, debiendo de inquietar la tranquilidad de los
vecinos y moradores de esta ciudad los recelos de algún oculto
desembarque por ellas, como tan inmediatas, y por donde, aunque
no se intentase sorprender la plaza, se podían insultar las hacienda
comarcanas y aprisionar sus dueños y habitadores, se determinó
fabricar los dos fortines proyectados, como se practicó a costa
de los mismos vecinos, que interesándose en la quietud y seguridad,
se constituyeron gustosos a la contribución de los gastos, de
que Su Majestad les dio las gracias, ofreciendo en tiempo más
oportuno la recompensa de este servicio.
Después, gobernando Fray Don Francisco Gelder, propuso a
la Corte romper un canal o abrir un foso, que cortando la lengua
de tierra por donde se divide el mar y la bahía, pudiesen comunicarse
las aguas, quedando aislada la población, y así más defendida
y segura. Idea que no mereció la regia aprobación, teniéndose
por más aceptable la de su sucesor Don Juan Montaño Blásquez,
que se reducía a cercarla por tierra de muros, corriendo una cortina
con diez baluartes y dos medios, según la planta remitida;
para cuya obra había ofrecido el vecindario concurrir con 9,000
peones1 y arbitrado el Cabildo el impuesto de medio real de sisa
sobre cada cuartillo de vino que se vendiese, lo que se admitió,
ordenando el Rey se asistiese de las Cajas Reales de México
con 20,000 pesos para la fábrica; pero se suspendió por nuevo despacho
a que debieron de obligar los accidentes de la guerra de
aquellos tiempos.
Instaba más cada vez la ejecución de este último proyecto por
el fatal suceso de la toma de Jamaica el año de 1655 y amenazas de
que al siguiente emprendiesen victoriosos los ingleses alguna operación
sobre esta plaza, que era la más envidiada y apetecida de
los enemigos de estas partes. Considerábala el Rey y sus ministros
la llave importantísima de la Nueva España y el antemural
de todas las Indias, cuya dominación peligraba en caso de apoderarse
los extranjeros de la Habana. Conocía bien la gran política y
militar expedición del que la mandaba entonces, que era el memorable
Don Francisco Dávila Orejón, lo mucho que se perdía en
esta presea, más digna de atención que Bruselas y Amberes, porque
aquellas aseguraban solamente la conservación de algunas
provincias, mas ésta toda la subsistencia del vasto imperio de las
Indias, tan opulento por sus riquezas como difícil para el recobro,
por sus dilatadas distancias, y hallando que sus fuerzas no podían
igualarse con sus deseos, y que la muralla firme que se había
comenzado el año 1633 corría con lentitud, sin embargo de haberla
acalorado la aplicación de su antecesor y la actividad de los Comisarios
nombrados por la ciudad, que eran el Alférez Mayor Don
Nicolás Castellón y el Regidor Don Hilario de Estrada, propuso
continuarla de fajinas, lo que se emprendio y adelantó con el fin de
estorbar alguna invasión por tierra, como la que experimentó Santiago
de Cuba el día 16 de octubre del año antecedente de 1662,
siendo su Gobernador el Sargento Mayor Don Pedro de Morales,
sin que pudiese impedirla el Castillo de la Roca, porque lo que era
suficiente a defender el puerto no bastaba a asegurar la población
ni vecindad.
Sucedió al Gobernador Orejón Don Francisco Rodríguez de
Ledesma, y se volvió a continuar con empeño la muralla firme,
cumpliendo el vecindario enteramente con su oferta de los 9,000
peones, de que se dio por entendida la real gratitud con estimables
expresiones que estimularon a la prosecución del servicio en
esta obra, ayudando mucho a los gastos el arbitrio de sisa que
montó algunos años más de dos mil trescientos pesos, y se aplicaron
con las otras asistencias del Rey a su destino.2
Adelantolo cuando fue posible dicho Gobernador Ledesma, y
prosiguiendo con igual conato y tesón sus sucesores hasta Don
Diego de Córdoba Laso de la Vega, quedó en el tiempo de éste
rematado el recinto, no sólo desde la puerta de la Punta hasta la
Tenaza, que es cuanto mira a tierra, sino desde la misma Tenaza
hasta el Hospital de San Francisco de Paula, que es cuanto de la
banda del sur sirve la bahía de foso a la población.
La muralla del expresado recinto, aunque no es muy gruesa,
es de buena cantería, y tiene toda competente terraplén y regular
foso; en los baluartes hay garitones para el abrigo de centinelas, y
hay cabalgada correspondiente de artillería. En otro tiempo no
tenía más que dos puertas, una al norte, que es la de la Punta que
sale a la Caleta, y otra al oeste, llamada antes vulgarmente Puerta
de la Muralla y ahora conocida propiamente por Puerta de
Tierra; contigua a ésta se ha labrado últimamente otra para que
se salga por la primera y se entre por la segunda. La antigua tiene
su puente levadizo, y ambas su rastrillo interior y exterior, guardando
mucha proporción y semejanza en la altura y disposición de
sus frontispicios y alojamientos para los oficiales y tropa que las
guarnece.
También se ha abierto otra puerta que sale al Arsenal para
facilitar por ella la introducción de todo lo necesario a la construcción
y carenas de los bajeles, la que está custodiada de tropa como
las demás, aunque no en tanto número.
Teniendo el estado que referimos arriba la fortificación de esta
plaza, no satisfecha la Corte ni el oficioso celo de sus gobernadores,
porque eran mucho menos de lo que se debía a su importancia, y
más a vista de lo acaecido a Cartagena, que estaba muy distintamente
fortificada cuando la expugnó el francés, no olvidaron nunca el sistema
de reforzarla. El Marqués de Casa Torres siendo Gobernador
construyó el baluarte de San Telmo en la orilla del mar, mediando
la distancia que hay desde el Castillo de la Punta al de la Fuerza
Vieja, que entonces se juzgó muy buena defensa y después se demolió
por inútil, para seguir el recinto de la muralla que desde la
Puerta de la Punta empezó a fabricar sobre la bahía, quitándole
mucha parte de su margen antiguo, el Brigadier Don Dionisio
Martínez de la Vega; obra que prosiguió su inmediato sucesor Don
Juan Francisco de Güemes, quien habiendo desbaratado las cortinas
que desde la Tenaza corrían hasta Paula, haciéndolas de mejor
calidad, llevó tan a los fines el recinto que mira a la bahía, que a no
haber sobrevenido la guerra contra los ingleses el año de 1740, la
que pidió otras más precisas atenciones hacia la parte de tierra, que
reforzó con otras obras exteriores, hubiera dejado muy poco que
adelantar es esto a los venideros. Y aunque se creyó quedase enteramente
concluido en el gobierno de Don Francisco Cagigal, aún
resta todavía que hacer para finalizarlo.
Todo este nuevo muro que cerca la población hacia el puerto es
muy anchuroso y de buen material; compónese su cortina de algunos baluartes con sus lienzos intermedios, y tiene hasta ahora tres puertas, la del Muelle de la Luz, la de la Machina y otra,
donde estaba el antiguo embarcadero de Carpinete, cerca de la
Real Contaduría, y según su delineación se deberán hacer en ésta
dos para la carga y descarga de los navíos, desembarque e introducción
de las mercaderías que se conducen en ellos, y de los
frutos del país que se acarrean de la otra banda, como ya toqué en
otro lugar.
A representación, según considero, de Don Francisco Cagigal,
se ha dispuesto últimamente por el Rey se construya una ciudadela
sobre la serranía de la Cabaña, para la que se están preparando
los materiales y operarios precisos que requiere semejante
obra, de que no puedo dar noticia.3
1. Los primeros editores estimaron que este número de esclavos era exagerado.
Sin embargo, a principios del siglo XVII se estimaba en 20,000 los negros
empleados en Cuba. Tratándose de la defensa de la ciudad puede suponerse
que los vecinos prestaron todos sus hombres, tanto más cuanto que se les
pagaba jornal por ellos. De todas suertes es posible que Arrate quisiera
significar sólo 9,000 jornadas de trabajo.
2. En un manuscrito se lee 23,000 ps. En otro 10,300 [1ª edición] Y aun en otro manuscrito se lee 2,300 ps.
3. Un factor importante en la toma de la Habana por los ingleses (1762), fuel la falta de esta fortificación en la Cabaña.
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