CAPÍTULO X
REFIÉRESE LA SITUACIÓN Y GRANDEZA DEL CASTILLO DEL MORRO, LOS ALCAIDES QUE HA TENIDO Y SE DA
NOTICIA DEL DE LA PUNTA
Sobre un alto peñasco que combate embravecido el mar, por
su elevación dominando el puerto, la ciudad y las playas circunvecinas
de barlovento y sotavento, está situada la gran Fortaleza de
los Tres Reyes, célebre en ambos orbes, en una punta que de la
parte del oriente sale a la misma boca o entrada de la bahía y cae
al nornoroeste, levantándose 35 ó 40 varas de la superficie del mar,
que a veces furioso suele asaltar tanta altura. Su fortificación es
irregular, por no permitir otra el terreno o extensión del risco, y
se compone de un medio baluarte formado en lo más angosto de la
punta, el cual tiene en el ángulo saliente un sublime torreón de
doce varas de alto, que llaman el Morrillo y sirve de atalaya para
vigilar las embarcaciones que se avistan y hacer seña con la campana
del número de velas que se descubren, las que se manifiestan
por unas banderitas que se fijan sobre la cortina que cae encima
de la puerta del castillo, y mira a la población, distinguiéndose
por el lado en que las colocan el rumbo o banda por donde aparecen,
como ya expresé en el capítulo antecedente.
A este medio baluarte se siguen hacia el mar cuatro pedazos
de cortinas que forman algunos ángulos, según da lugar la figura
del peñasco, y en ellos hay repartidos cañones gruesos que todos
miran al mar: remátanse los expresados lienzos en un baluarte
cuadrado que tiene cuatro piezas de bronce con la misma mira, y
del medio sale una escala plana hacia otro baluarte, que compite
en la altura al torreón del Morrillo, mirando una de sus caras al
mar, y la otra a tierra, guarnecidas ambas y sus flancos de
culebrinas de bronce de buen calibre.
Desde este baluarte continúa una cortina que remata en otro
casi igual y mira a la campaña de barlovento, a la bahía y ciudad.
En él hay un grande aljibe o alberca. Ciñe todo este lienzo de
muralla intermedio y los dos baluartes colaterales un foso profundísimo
abierto en la misma peña, con entrada encubierta y
estacada a la campaña, que es asperísima por ser toda de arrecifes
muy agrios.
Corre desde este baluarte hacia el poniente un lienzo de muralla
de 40 a 45 varas de largo, que cae a la bahía y remata en una
escala plana que baja hasta el Morrillo, y al lado izquierdo tiene
otro baluarte cuadrado con cuatro cañones que apuntan dos a la
boca del puerto y dos a su fondo. Hay en él otro aljibe nada inferior
al que he referido, y ambos se reputan con provisión bastante de
agua para mantener la guarnición en el más prolijo sitio que pueda
ofrecerse.
Del pie del torreón del Morrillo sale y desciende una escala
plana hasta la plaza de armas en donde está situada, hacia el norte,
la iglesia, casa del comandante, otra para el capellán y oficiales,
y tres cuarteles altos y bajos para el alojamiento de la tropa,
divididos unos de otros con sus regulares calles. Hay otras oficinas,
calabozos y bóvedas en lo interior de su ámbito, siendo la más
principal la del cuerpo de guardia, que es a prueba de bomba.
Tiene éste a su entrada un puente levadizo, por donde se pasa a la
puerta del rastrillo desde la cual se baja al llano por una larga
explanada, con su parapeto que la resguarda.
Habiéndose premeditado sería conveniente demoler, de la obra
antigua que tenía esta fortaleza, un baluarte pequeño, formado
casi al pie del Morrillo, titulado Los Doce Apóstoles por el número
de los cañones que lo guarnecían y eran dedicados a estos santos,
se construyó bajo del castillo a la parte del sur una batería en
figura de media luna, a donde se trasladaron las citadas piezas, la
cual tiene cuarteles y oficinas para la gente que se destacare a su
defensa, y todos los fuegos miran a la boca del puerto: labrolo en
su tiempo Don Juan Francisco de Güemes.
A distancia de 500 varas del castillo se formó después otra con
igual número de cañones, nombrada La Pastora, que por estar
más baja y oculta es más resguardada, y por consecuencia muy
ofensiva a los bajeles que intentaren forzar la entrada: perfeccionó
esta última Don Francisco Cagigal de la Vega.
El primer alcaide de este castillo, como queda dicho, fue Alonso
Sánchez de Toro, como consta de la inscripción que dejo
trasuntada, a quien sucedieron en este empleo, según he podido
investigar, las personas siguientes:
Año de 1600, Antonio de Guzmán, antes Castellano de la Punta.
Año de 1607, Juan de Villaverde, que fue primero Gobernador
de Cuba.
Año de 1615, Jerónimo de Quero, que fue antes Sargento Mayor
de esta plaza, y mandó las armas con título de Gobernador y
Capitán General en virtud de real provisión de la Audiencia del
distrito, expedida el año de 1619; ascendió al Gobierno y Capitanía
General de la provincia de Santa Marta.
Año de 1624, Capitán Juan de Esquivel Saavedra: gobernó las
armas, y después obtuvo el empleo de Castellano de San Juan de
Ulúa y Gobernador de Veracruz.
Año de 1625, Capitán Cristóbal de Aranda: mandó lo militar.
Año de 1630, Don Mateo Varaona, interino en virtud de real
orden.
Año de 1633, Sargento Mayor Damián de Vega.
Año de 1638, Juan de Arizmendi, Gobernador de las armas.
Año de 1644, Sargento Mayor Don Lucas de Carvajal.
Año de 1654, Capitán Pedro García Montañés: gobernó la
guerra.
Año de 1655, Don José de Aguirre: gobernó lo militar por muerte
de Don Juan Montaño.
Año de 1660, Gaspar Martínez de Andino, Castellano antes de
la Punta: pasó después con el grado de Maestre de Campo al
Gobierno y Capitanía General de la isla de Puerto Rico.
Año de 1663, capitán Pedro García Montañés, por deposición
del antedicho.
Año de 1664, Gaspar Martínez, restituido.
Año de 1683, Capitán de caballos Don Andrés de Munive, caballero
del orden de Santiago: gobernó la guerra.
Año de 1701, Capitán de caballos Don Luis Chacón, natural de
esta ciudad: gobernó tres veces las armas, la última como Gobernador
y Capitán General en virtud de real orden; tuvo el grado de
Teniente Coronel.
Año de 1734, Coronel Don Manuel José de Jústiz, natural asimismo
de esta ciudad; fue antes Sargento Mayor de esta plaza, y
después Gobernador y Capitán General de las provincias de la
Florida.
Año de 1750, Teniente Coronel Don José Fernández Borbua,
antes Sargento Mayor de esta plaza.
Año de 1751, Teniente Coronel Don Fulgencio García de Solís,
Sargento Mayor de la plaza de Cuba y de la Habana: pasó en
interín de Gobernador y Capitán General de la Florida, y después
en propiedad de Comayagua en el Reino de Guatemala.
Año de 1754, capitán Don Mateo de Sarabia, actual.
Fue este empleo en la antigüedad de la mayor confianza por
tener y gozar, entre otras preeminencias que corren recopiladas
entre las Leyes de Indias, la de suceder en el gobierno militar de
toda la Isla por muerte del Capitán General de ella, en cuya posesión
permanecieron desde el año de 1615, que a pedimento de Jerónimo
de Quero se les confió este honor hasta el de 1715 que se
creó para esta plaza Teniente de Rey o Cabo subalterno, a ejemplo
de los que había ya en estas partes en las ciudades de Cartagena
y Santo Domingo, siendo el primero provisto el Coronel reformado
Don Pedro de Olivier y Fullana, a quien antes de pasar a tomar
posesión de este empleo se le dio ascenso al gobierno de la Florida,
donde falleció.
Con poca diferencia de tiempo, porque fue en el del gobierno
del mismo Maestre de Campo Tejeda, se empezó a labrar otra
fortaleza al poniente, casi frontera a la del Morro, que está a la
otra banda, y aunque inferior en todo a la de los Reyes, es muy a
propósito, por estar situada en terreno bajo, para batir más a la
superficie la campaña de este lado, y para coger entre dos fuegos
a los bajeles enemigos que emprendiesen tomar el puerto, que
aunque se hace tan difícil por la estrechez de su canal, quiso ponerlo
con esta defensa más arduo el arte; aunque algunos inteligentes
en el de la fortificación no la han considerado tan conveniente
como la supongo, lo que entendido en la Corte ha motivado
varias providencias para su demolición; pero siempre han quedado
suspensas, lo que obliga a creer que, con mejores informes, se
ha calificado por necesaria o a lo menos por útil.
La figura o forma de esta fortaleza, nombrada San Salvador de
la Punta, es cuadrilátera, con sus baluartes en cada ángulo y sus
flancos regulares, los lienzos o cortinas intermedias tendrán como
40 varas de largo, de donde se puede deducir según reglas el ámbito
y tamaño de los expresados baluartes, de los cuales dos miran
al mar y los otros a tierra, y están guarnecidos de buena
artillería; tiene fábricas interiores para la habitación de su comandante,
y alojamiento para la gente que la guarda. Su entrada la
resguarda un parapeto de cantería con su estacada: desde ella
hasta la puerta del recinto de la muralla que cae a aquella parte,
se ha formado camino cubierto, que está casi a la orilla de la bahía,
y hoy se le han aumentado otras obras de importancia hacia la
campaña.
Consta por una piedra que permanece embebida en una de sus
cortinas, que a la fábrica que en ella hizo el Gobernador Tejada,
aumentó alguna en su tiempo Don Lorenzo de Cabrera, su sucesor.
Los alcaides que ha tenido desde su principio parece que han
sido los que expresaré a continuación, aunque puede faltar uno u
otro de que no se ha podido hallar noticia.
Año de 1596, Capitán Don Antonio de Guzmán.
Año de 1600, Don Mateo de Varaona.
Año de 1624, Capitán Juan de Alemán.
Año de 1630, Capitán N. Portierra.
Año de 1637, Don Pedro Enríquez de Novoa.
Año de 1650, Capitán Gaspar Martínez de Andino.
Año de 1660, Capitán de caballos Don Andrés de Munive.
Año de 1683, Capitán de infantería Gaspar Mateo de Acosta, mi
abuelo, que pasó con grado de Maestre de Campo a los Gobiernos
y Capitanías Generales de Cumaná y Maracaibo.
Año de 1683, Teniente de caballos Don Francisco Gaytán de
Vargas.
Año de 1687, Don Pedro de Aranda y Avellaneda, antes Sargento
Mayor del Presidio de la Florida.
Año de 1694, Don Pedro Rodríguez Cubero, que pasó al Gobierno
del Nuevo México.
Año de 1700, Capitán de caballos Don Luis Zañudo y Anaya,
que pasó al de Cuba.
Año de 1710, Sargento Mayor Don José de Santa Cruz, natural
de esta ciudad.
Año de 1729, Capitán de infantería Don Juan de Florencia, natural
de ella.
Año de 1737, Don Juan de Figueroa, ídem.
Año de 1758, Don Fernando Arias, actual.
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