ANTONIO HURTADO DEL VALLE
El hijo del Damují


A LAS OLAS

Hurtado era profundo y reflexivo; y fuera de la patria, suma para él de todos los amores, tenía él acaso sus dos gozos mayores en el abandono de una sincera amistad, y en la solitaria contemplación de la naturaleza. En una noche, no lejos de la mar, le oímos recitar sus quintillas A las olas, y la impresión imborrable que nos causó, la vaguedad y rumor mismo con que las decía él, parecieron advertirnos a todos del fin pronto de aquel amigo amado, y darnos como anticipado consuelo el sentimiento de la eternidad del hombre. Entre los amigos más íntimos de Hurtado, A las olas es una de las composiciones preferidas.
N.C.


A LAS OLAS

¡Ah! bajaré a la arena
que besa el mar en plácida armonía:
allí la voz del mundo no resuena:
iré a buscar en su ribera amena
la dulce paz que el corazón ansía...!

Ya en mi frente resbalar
siento apacible suave
la alegre brisa del mar
como el aire de un palmar,
como el suspiro de un ave...

En ansia febril y loca
se estará el mundo agitando,
mientras yo sobre esta roca
donde el mar casi me toca,
la orilla estoy contemplando.

Las olas veo llegar,
las siento a mis pies bullir,
llegan la arena a tocar
y las veo luego huir
por la llanura del mar.

Así, llegando y huyendo,
los siglos fueron pasando,
los hombres fueron naciendo
luego al sepulcro bajando,
y otros sobre ellos creciendo.

En tanto, también venían
las olas, breves llegaban,
al centro del mar huían,
y otras las playas besaban
que también después morían.

¿Qué me decís, puras olas
que en apacibles rumores
de la luna a los fulgores
besáis estas playas solas
con ecos murmuradores?

¿Qué decís, cuando luciente
tiende el sol su rayo de oro
en vuestra espuma riente
que la tierra dulcemente
halaga en rumor sonoro?

¿Qué decís cuando apenada
llega un alma aquí a llorar,
y huye la borrasca airada
del mundo y viene a buscar
aquí la dicha anhelada?'
En la claridad del día,
en los tintes de la aurora
y con la noche sombría,
¡siempre alzáis con alegría
nuestra música sonora!

¿Con alegría? ¡Quién sabe
el misterio que encerráis…!
¿Quién oye si es dulce o suave,
o triste, y doliente o grave
el cántico que entonáis?

Yo amo aquese rumor lento
que percibo en blanda calma,
porque acalla mi lamento,
porque en el alma lo siento:
mas, ¿qué decís a mi alma?

Las olas me entristecían,
y, ¿qué con su voz decían?
Preguntó mi alma apenada:
y ellas bullían, bullían,
y no contestaban nada...









Documnto siguiente     Indice Poetas de la Guerra








© www.exilio.com

La Pagina del Mambí