ANTONIO HURTADO DEL VALLE El hijo del Damují
A CAMPRODÓN
Pocas veces se ha prestado la rima a empleo más infeliz que cuando
Camprodón puso en ella las burdas acusaciones y profecías
con que el peor vulgo de España increpaba la guerra de independencia
de Cuba; una guerra que muchos españoles admiraban, y en que muchos
españoles, avergonzados del desgobierno e inhumanidad de su Nación,
tomaron parte tan pura como la del desinteresado y amadísimo Huerta,
tan valiente como la de Dorado y Villamil: tanto que si a los revolucionarios
de más peso en Las Villas, por ejemplo, se les pregunta por un
tipo perfecto de civismo y valor en la guerra cubana, sin vacilar responden
los cubanos: –“El español Huerta”. Lo que se
odia es la presión injusta sobre el hombre, y su explotación
injusta, no al hombre bueno y liberal, porque ha nacido en la tierra de
los opresores y explotadores. Huerta peleó, por la humanidad: Camprodón,
con lira infeliz, se puso del lado de los que la ahogaban en crímenes
y sangre. Y la indignación fue mucha en un pueblo de poetas, que
ven en el verso como forma superior y pura de las bellas pasiones, y padecían
de verlo así rebajado y prostituido. A muchas respuestas dio origen
la infortunada poesía de Camprodón; en la Habana, un niño
osado le llevó otra oda de .respuesta al palacio mismo del Cerro,
de sala de seda blanca y oro, donde el dramaturgo catalán solía
ir como amigo preferido: -es famosa y difícil de hallar, la contestación
que le dio, Luis Victoriano Betancourt: la que Patria publica, y alcanzó
mayor popularidad que todas, es obra de la noble vena de El Hijo del Damují,
aquel hombre tierno y admirable cubano, aquel modelo de hombres.
Serafín Sánchez.
A CAMPRODÓN
¡Oh bardo! ¡oh Camprodón!. ¿Qué ciego encono
motiva los insultos
que en insolente tono,
en tono indigno de escritores cultos,
vomitas esta vez? ¡Ah! se diría
que ha enojado al autor de Flor de un día
llegar de Cuba a las risueñas playas
como un bajá venido de Turquía,
y encontrar el fragor de las batallas
en lugar del turrón que hallar quería
Al palaciego trovador extraña
que abjure al fin de su materna cuna
el joven pueblo que entusiasta adoro,
sin ver que madre se fingió su España
para llevarse de mi patria el oro!
Para llevarse el oro han procurado
que esclavos haya y el impuesto suba,
y viene Camprodón como empleado
a la Hacienda de Cuba…!
Para llevarse el oro ¡fariseos!
venís aquí de catadura extraña
a ejercer del Gobierno los empleos,
nueva langosta que nos manda España…!
Para llevarse el oro, larga lista
lanzó de aventureros
a realizar de Cuba la conquista:
y aquellos hombres fieros,
aquesta gente estúpida y plebeya
que de Jesús ignora las doctrinas,
sacrifica la raza siboneya
en el arduo trabajo de las minas…!
Tengo en esta verdad mi mente fija,
y aunque al insigne Camprodón no cuadre
lo que yo escriba y la razón exija,
¿son éstas las caricias que la madre
ha prodigado a su inocente hija?
Pero si esta actitud que Cuba toma
es al derecho natural extraña
y en abismo de males se desploma,
díganos Camprodón, ¿por qué su España
sacudió el yugo cuando fue de Roma?
Y con razones lógicas y puras
explíquenos, político, el misterio
de que, al romper sus fuertes ligaduras,
como colonia del antiguo imperio,
no cayera en un mar de desventuras.
Que si era justo lo que España hacía,
saliendo al cabo de clausura amarga,
no es racional que Camprodón se enoje
porque la patria mía
con fuerzas propias a su vez arroje
de cuatro siglos la pesada carga!
Cautividad bien larga
es ésta ¡vive Dios!: hondos suspiros
aún arranca el pensar en los verdugos
innúmeros, sin fin, que en tantos años
han venido a chupar, nuevos vampiros,
de Cuba rica los vitales jugos…!
y ¿hay quien repute un acto de demencia,
que mi Patria infeliz, mártir esclava,
lance un giro mortal de independencia,
y el traje vista de amazona brava?
que no debiendo cobijar esclavos
de un pueblo libre la feliz bandera
en el centro del mundo americano,
magnánimo levanta de su esfera
al mártir africano?
Y tú que viertes la gastada idea
de civil y futura batahola
en la patria de Plácido y Zenea,
óyelo una vez sola:
queremos Camprodón, que Cuba sea
africana, primero que española.
¡Guerra! con justa saña
la voz de ¡guerra! por los aires suba
y saque a los tiranos a campaña,
porque cada criollo que hay en Cuba
tiene un agravio, que vengar de España!
Y este consejo, por tu honor, recibe:
cuando uno siente fibra de guerrero
y anhela subyugar a un pueblo entero,
se sale a combatir y no se escribe.
Porque insultar en necia poesía
a los valientes de la patria mía,
sin salir a los campos de batalla,
es un acto que aplaude la canalla,
pero un acto no más de cobardía.
Mas, dejo ya la pluma
porque en este cubano campamento
de próximo combate hay movimiento:
y esto es primero, Camprodón. En suma:
no temo las bravatas del tirano
que fue de Cuba abominable azote:
grite, si quiere, pero grite en vano,
porque la voz del rifle americano
pondrá silencio al español Quijote.
Lomas de Siguanea. Campamento del Mamoncillo, I869.
|