A MÉJICO
¡Salud, oh rica tierra
de- gigantes volcanes coronada,
en cuyo seno espléndido se encierra
la historia misteriosa de una raza
guerrera, y sepultada
en la sombra del tiempo silenciosa!
iY esto es verdad, y en venturoso día
me conduce a estas playas la, fortuna!
Dejadme alzar mi cántico salvaje,
y permitid que rinda el alma mía
del gran Hidalgo a la soberbia cuna
cariñoso homenaje.
Yo en mis sueños de bardo te veía,
¡oh, Méjico gentil !: me figuraba
tus verdes campos, tus pintadas flores,
tus tribus de magnífico plumaje,
tus vírgenes morenas, tus guerreros
repeliendo de Puebla en la muralla
numerosos y bravos invasores
cubiertos de brillantes armaduras,
humillando en las fértiles llanuras
las águilas altivas de la Francia.
Mi mente juvenil te concebía
de selváticas galas ataviada
enamorando al sol del Mediodía.
En tu recinto, en fin, hice mi entrada
y al verte tan feliz y tan hermosa
bajo ingrávida bóveda azulada,
mi primer impresión quedó borrada
por una realidad esplendorosa;
que en vano la potente fantasía
ejercitó fecunda su paleta
en pintar tu belleza majestuosa
rara, agreste, magnífica, bravía,
porque tú eres más bella todavía
a los húmedos ojos del poeta!
Cuando desde la nave voladora
en que las ondas férvidas surcaba
descubriendo mi vista abarcadora
el elevado pico de Orizaba,
sobre la raya azul del horizonte,
¡con qué emoción tan grata palpitaba
mi pecho a vista del erguido monte,
y, soñador sobre el abismo alzado,
centinela de México altanero
que, viéndome extranjero,
el "¡quién vive!" me daba desconfiado,
y la mar a mis pies lo repetía!
Yo en óptica ilusión embelesado
así le respondía:
"No vengo aquí como Cortés osado,
con la ambición mezquina de un tesoro
desde las costas áridas de España
buscando desolado
en cualquiera granítica montaña
abundante depósito de oro;
no vengo como aquel aventurero
acompañado de esforzada gente,
y la espada ceñida del guerrero,
a convertir en degradado esclavo
a un pueblo noble, cándido, inocente,
que si a la altura se elevó- de un bravo
destruyendo sus frágiles bajeles
para entrar en la tierra mejicana,
cuando esta hazaña realizó no vista
trajo superstición, suplicios crueles,
y el bárbaro derecho de conquista
que esclavizaba la nación indiana.
Y yo ¿qué traigo? un corazón de artista
que las obras de Dios canta y adora,
y en patrio fuego arde
y fácil se enamora
a la salida de la rubia aurora,
y al morir melancólica la tarde.
No me conduce aquí sed de riquezas
ni vengo a destruir con ruda mano
el bienestar de un pueblo independiente;
que vengo sólo, trovador cristiano,
a pedir en mi cántico doliente,
que acaso al éter resonante, suba,
el óbolo de un pueblo americano
para fundar la libertad de Cuba.
II
"Vuela,–la PaIria me dijo un día–
anda a esa tierra de libertad,
donde ya muerta la tiranía
todo promete felicidad.
Dila que lucho porque he lanzado
glorioso grito de rebelión
contra el saqueo desenfrenado
de la española dominación;
dila que sola no temo a España,
y que lastiman mi dignidad
los que pretenden que a raza extraña
deba mañana mi libertad.
Empero dila que soy su hermana,
la misma raza, la misma fe
en esa forma republicana
que ideal hermoso de Hidalgo fue;
que, pues la suerte ya le sonríe,
me dé una lanza con qué pelear,
y los auxilios que ella me envíe
agradecida sabré pagar".
Cuba la heroica, la denodada,
la joven india no fatigada
en larga lucha con su opresor,
así me dijo tomó mi espada,
dióme el arpa del trovador.
Oh! si con ella creara flores
con los perfumes embriagadores
de las que nacen en mi país,
que no supera con sus primores
el arte mágico de París;
Sí las creara, ¡con qué alegría,
oh, mejicanas, os formaría
alfombras dignas de vuestros pies!
Pero mi tímida poesía
pálida y triste y estéril es.
En suelo extraño, sin ilusiones,
me lanzo en largas contemplaciones
a mi risueño valle natal,
donde quedaron mis afecciones
y de mis trovas el manantial.
Y en cada aurora, y en cada rosa,
y en cada fruta fresca y sabrosa,
y en cada nube que admiro aquí,
recuerdo a Cuba que es tan hermosa,
aquella tierra donde nací.
Tiene canoras aves galanas
lagos azules, verdes sabanas
en donde reina perpetuo abril,
que es de las islas americanas
la más gallarda, la más gentil.
Lame sus plantas el mar bravío;
en las serenas noches de estío,
de las estrellas al resplandor,
como a las flores baja el rocío
baja a las almas lluvia de amor.
III
Yo vengo de esa tierra que devora
el aliento de Marte,
y el ruido de sus últimas batallas
paréceme escuchar. Asoladora
del ibérico déspota la furia
por ciudades y campos va dejando
rastro de sangre, lastimosa huella,
como pasa a las veces arrasando
por las verdes campiñas la centella.
El anciano labriego cuya frente
respeto inspira al corazón más duro;
la campesina virgen inocente
que le sirve de báculo seguro .
y cuyo honesto porte interesante
a las claras revela su decoro;
en su cuna pacífica el infante
de rojos labios y cabellos de oro,
y a su lado, la madre que anhelante
vela sus sueños de color de rosa,
pareciendo en la rústica cabaña
viva imagen de tórtola amorosa. . .
¡cuántos como este cuadro de familia
destrozaron los vándalos de España!,
Miradlos! en tropel sus batallones
se lanzan ¡ay! sobre la choza fieros
rugiendo imprecaciones,
y ni tienen aspecto de guerreros
ni otra cosa parecen que ladrones.
Ya invaden el hogar con ceño duro
y la chusma española
se entrega a la rapiña, y son en vano
las lágrimas, los ruegos, porque inmola
a la virgen gentil, el ángel puro,
y a la madre, y al niño, y al anciano.
¡Oh Patria, cara Patria! quien no siente
inflamarse de cólera su seno
ante crímenes tales; quien no anhela
verter de su rencor todo el veneno
contra esa odiosa raza de tiranos
que con sistema bárbaro, inclemente,
exterminar pretende a los cubanos
¡ni tiene corazón noble y ardiente,
ni merece vivir entre cristianos!
Pueblos que ayer blandisteis la cuchilla
con heroico valor, con faz serena,
y las huestes venciendo de Castilla
del esclavo rompisteis la cadena,
qué! ¿no escucháis la desigual pelea
que ruge a vuestras puertas todavía
entre un pueblo valiente, pero débil,
y una fuerte y antigua monarquía.
¿Tres años de matanza no han bastado
a despertar la América? ¿O reposa
incauta en los laureles del pasado?
¿Será que, falta del antiguo brío
y de hermosa, virtud, republicana
esquive afeminada el desafío
la heroica juventud americana?
¿Será que impunemente el europeo
de la América insulte la bandera,
en Cuba abriendo retador torneo
con arrogancia fiera?
¡Imposible! ¡imposible! En ira ardiendo
los hijos de Colombia generosa
ya parten a la lid, dejan sus lares
y a las playas de Cuba cariñosa
vuelan cruzando los tendidos mares!
Alarmada despierta Venezuela
y el unánime grito de venganza
de pueblo en pueblo resonando llega:
y es que el pirata de la Europa lanza,
preñado de ambiciones,
a manera de monstruo furibundo
el plomo destructor de sus cañones
bajo el cielo feliz del Nuevo Mundo.
"Castiguemos, en fin, tanta osadía,
y pues tiene desnudos sus aceros
en tierra de Colón, la tiranía,
al combate volemos, compañeros,
que ni cobardes Venezuela cría
ni se hacen esperar los caballeros…”
Así los hijos de Bolívar, viendo
que España intenta mantener esclavos
en suelo americano, y revolviendo
grandes recuerdos de un pasado hermoso,
su espíritu entusiasta se recrea
y en alas de entusiasmo generoso
arrójanse, también a la pelea.
Y tú, noble heredera
del patrio amor y de la espada
del gran Morelos, juventud brillante
ornamento de Méjico, que fía
el futuro esplendor de su bandera
a tu aliento, a tu brazo, a tu hidalguía;
tú, en la guerra terrible y denodada
como en paz apacible y deleitosa,
¿la postrera serás en la cruzada
que inaugure la América enojada
y del honor continental, celosa?
Si defender de libertad los fueros
es deber de los libres, no ya tardes,
y demuestra a tu vez a los iberos
que ni nacen en Méjico cobardes
ni se hacen esperar los caballeros.
La liza abierta está. La lira mía
que de un cubano corazón exhala
el ansia y el dolor, hoy te señala
bello el camino que a la gloria guía.
Levanta, pues, ¡oh juventud! la frente
en brillante legión organizada,
y conquista a tu patria floreciente
nueva corona de laurel ganada
bajo el pendón de Cuba independiente.