JUAN DE DIOS COLL

A UN PANAL


Diez y siete insurrectos, todos con llagas y fiebre, estaban reunidos una vez en un rancho del Malangar, en territorio de Sancti Spíritus. En desafíos innecesarios, y en evitarlos entre los compañeros pasaban el tiempo, o en remendarse los pantalones de dril. El hambre los mataba, y el delirio del dulce. Con el hacha mellada que les buscó un buen negro viejo, abatieron por tierra un opulento almiquí, en cuya altura se veía uno que a todos pareció muy gran panal, pero cuando vino con estruendo al suelo resultó ser cera todo, menos un rincón que tenía miel. "El que quiera comer, dijo José Botella, que lo gane en certamen: a ver quién le hace al panal el mejor soneto": y triunfó el de Juan de Dios Coll, expedicionario del Salvador.

N. C.

A UN PANAL


Canten los vates las gallardas flores,
la altiva palma, el mugidor torrente,
el ámbar suave de apacible ambiente
y las campiñas con sus mil primores.

Canten otros la paz y los amores,
laureles de oro con que ornar su frente,
del brillante arroyuelo la corriente
y los trinos de arpados ruiseñores.

Canten hazañas nobles de la guerra,
y del clarín el bélico sonido
haga furioso estremecer la tierra:

Yo a las ninfas favor tan sólo pido
para cantar con mis estilos francos
la dulce miel de los panales blancos.

 







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