A MI MADRE
(Segundo Aniversario)
Dos veces la mano fría
del Norte mi frente heló;
desde que la
madre mía
con amorosa alegría
por vez última me habló.
Dos veces la Primavera
el prado vistió de flores,
desde que por
vez primera
mi navecilla ligera
dejaba atrás mis amores.
Y era un día solitario
y lluvioso, y triste, y serio,
como un
canto funerario,
en que el cielo era un sudario
y la tierra un
cementerio.
Y al ver de Cuba la herida,
me eché en brazos de la suerte
junto a la patria afligida,
y dije adiós a la vida
y fui
buscando la muerte.
Mi perdido barquichuelo
a impulsos del aquilón
en horas de cruel
desvelo
luchaba entre mar y cielo
sin brújula y sin timón.
Y en tanto también bramaba
una lucha en mi interior:
de mi madre
me acordaba,
y mi pobre pecho estaba
entre el deber y el amor.
Me acordaba de mi hermosa,
de sus cantos juveniles,
de su mirada
amorosa,
de aquellos labios de rosa,
y de aquellos veinte
abriles.
Y me acordaba de aquella
frente pura de mi padre
donde el mal
no dejó huella
y de la mirada bella,
purísima de mi madre.
Y era tan grande el tormento
de tanto recuerdo santo,
que en
aquel mismo momento
no sé cómo el sentimiento
no me hizo romper en
llanto...
Pero después brisa suave
volvió la tormenta a ser,
volvió a su
rumbo la nave,
y volvió en la lucha grave
a dominar el deber.
Y apareció un nuevo día,
y a su lumbre matinal
Cuba hermosa
aparecía,
como una flor que dormía
sobre un lago de cristal.
Y en fin, la anhelante quilla
con bandera desplegada,
besó la
cubana orilla
donde el tirano se humilla,
al fulgor de nuestra
espada.
Y juré sobre la estrella
del cubano pabellón,
borrar la
española huella
y dar por mi patria bella
mi sangre y mi
corazón.
De entonces ni la sincera
pasión del perdido hogar,
ni mi madre
que me espera
acaso la triste muera,
muera de tanto llorar!:
Nada, nada podrá hacer
mi patrio amor extinguir:
¡porque me
manda el deber
o libre volverte a ver,
o libre en Cuba morir!