LUIS VICTORIANO BETANCOURT

A MI MADRE


Muchas veces, en las forzosas esperas de nuestra campaña dilatada, o después de una ardua refriega en que habíamos visto caer a nuestro lado una esperanza del país, un amigo de nuestro corazón, recitábamos, con una unción y realidad que daban particular sentido a las versos, las quintillas que Luis Victoriano escribió, dos años después de comenzada la guerra, a la madre a quien siempre quiso con profunda ternura, y de la que sólo hablaba entre los predilectos de su amistad. Aquellos labios, de que manaban tan a menudo las rimas risueñas, y el donaire más punzante y certero, se cerraban por algunos momentos tristemente, como para no mostrar, con el recuerdo melancólico, la flaqueza única de aquel espíritu puro y viril. Estaba la adorada madre, cuando el poeta le escribió esta vez, en su destierro de New Cork.

Serafín Sánchez.      

A MI MADRE

(Segundo Aniversario)

Dos veces la mano fría
del Norte mi frente heló;
desde que la madre mía
con amorosa alegría
por vez última me habló.

Dos veces la Primavera
el prado vistió de flores,
desde que por vez primera
mi navecilla ligera
dejaba atrás mis amores.

Y era un día solitario
y lluvioso, y triste, y serio,
como un canto funerario,
en que el cielo era un sudario
y la tierra un cementerio.

Y al ver de Cuba la herida,
me eché en brazos de la suerte
junto a la patria afligida,
y dije adiós a la vida
y fui buscando la muerte.

Mi perdido barquichuelo
a impulsos del aquilón
en horas de cruel desvelo
luchaba entre mar y cielo
sin brújula y sin timón.

Y en tanto también bramaba
una lucha en mi interior:
de mi madre me acordaba,
y mi pobre pecho estaba
entre el deber y el amor.

Me acordaba de mi hermosa,
de sus cantos juveniles,
de su mirada amorosa,
de aquellos labios de rosa,
y de aquellos veinte abriles.

Y me acordaba de aquella
frente pura de mi padre
donde el mal no dejó huella
y de la mirada bella,
purísima de mi madre.

Y era tan grande el tormento
de tanto recuerdo santo,
que en aquel mismo momento
no sé cómo el sentimiento
no me hizo romper en llanto...

Pero después brisa suave
volvió la tormenta a ser,
volvió a su rumbo la nave,
y volvió en la lucha grave
a dominar el deber.

Y apareció un nuevo día,
y a su lumbre matinal
Cuba hermosa aparecía,
como una flor que dormía
sobre un lago de cristal.

Y en fin, la anhelante quilla
con bandera desplegada,
besó la cubana orilla
donde el tirano se humilla,
al fulgor de nuestra espada.

Y juré sobre la estrella
del cubano pabellón,
borrar la española huella
y dar por mi patria bella
mi sangre y mi corazón.

De entonces ni la sincera
pasión del perdido hogar,
ni mi madre que me espera
acaso la triste muera,
muera de tanto llorar!:

Nada, nada podrá hacer
mi patrio amor extinguir:
¡porque me manda el deber
o libre volverte a ver,
o libre en Cuba morir!

 







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