A José Joaquín Palma
Aquí lo tienes, poeta,
sin doblez y sin abrigo,
el corazón de tu amigo
a quien triste afán inquieta,
registra su más secreta
cavidad, y no te asombre..
el necio orgullo de un hombre
que es sólo mísera escoria
con ilusiones de gloria
y con sueños de renombre:
Si encuentras algo de inmundo
en los misterios que guardo,
no te sorprendas ¡oh bardo!
que es todo miseria el mundo:
Sigue y busca en lo profundo
del sentimiento las flores;
" busca mis tiernos dolores, :
busca mis glorias perdidas, .
mis memorias tan queridas,
mis purísimos amores.
Detente allí donde hallares
una cual mortuoria losa:
detente, que allí reposa
el pesar de los pesares;
y si en tus ojos guardares
algún resto de tu llanto,
conságralo a mi quebranto
y llora, que guardo allí,
todo lo que amé y perdí
de bello, sublime y santo,!
Hallarás también grabado
con el cincel del dolor
un cuadro todo de amor,
de rudo pesar sombreado;
y allí, a la luz del pasado,
verás entre ángeles bellos
una mujer, sus cabellos
dando al aire, y allí un hombre
que pugna, de patria al nombre,
para desprenderse de ellos.
Verás lágrimas rodar
por mejillas de carmín,
y rostros de serafín
volverse al cielo a rogar;
también al hombre a llorar
verás de dolor ahogado,
¡ay! que ese cuadro grabado
en el alma que no olvida,
es la triste despedida
de mi hogar idolatrado!
Vagas palabras, deseos
por doquier encontrarás,
y allí borrados verás
unos locos devaneos.
Allí, como por trofeos
despojos de mi ambición,
venganzas del corazón
cambiadas por goces puros
y cerrada en goznes duros
alguna oculta pasión.
Busca un campo que sembrado
está de esperanzas bellas,
do brotan flores las huellas
profundas de mi pasado;
allí de paso cegado
el dulce ambiente respira
un poeta que se mira
ya en posesión de su gloria,
cantando, libre, su historia
en las cuerdas de su lira.
Triunfó del tirano cruel
y volvió a su hogar amado:
¡todo el acíbar pasado
es ya deliciosa miel!
Estrechó a su esposa fiel.
con ternísima emoción,
y embriagado en su pasión
de sus hijos tan queridos,
volvió a sentir los latidos
en su mismo corazón.
En fin, poeta, descubre
cuanto quieras en mi pecho:
a todo te doy .derecho:
nada para ti se cubre:
quiebra, rompe, desencubre
los cerrados aposentos:
son tuyos mis sentimientos,
tú los comprendes, los sabes,
pues que te entrego las llaves
de mis hondos pensamientos.
Mas si yo no he de volver
al asilo de mi hogar,
si he de morir sin gozar
mi soñado apetecer,
ve a mi casa: allí has de ver
ante un altar de María;
al tender la noche umbría
su manto en la inmensidad,
un grupo que en su piedad
ruega por la suerte mía.
Es mi familia adorada:
acércate, y de mi suerte
da la nueva, y si es mi muerte
en detalles ignorada,
no harás por tu parte nada,
pero dirás la verdad
si afirmas que en la crueldad
de mi mortal agonía,
sonriendo, repetía:
"¡Amor, Patria, Libertad!"
Y que en esa hora suprema
cuando el alma se exhalaba
del cuerpo que la hospedaba,
en esa emoción postrera
se oyeron allá en la ¡extrema
región, del final sus piro
los nombres con que deliro,
porque ellos llevan al alma
esas imágenes, Palma,
del edén por que suspiro.
Diles que mi corazón
yo te abrí, que tú lo viste
minucioso y no advertiste
envidia en él, ni traición:
que la vil adulación
jamás se albergó en su seno
y, aunque de flaquezas lleno,
en el fuego patrio ardía,
y latió con valentía
por todo lo grande y bueno.
Diles, en fin, que tus manos
yo estreché, que fui tu amigo,
que yo hice versos contigo
que fuiste, Joaquín, mi hermano;
quizás entonces, su insano
dolor hallará consuelo,
y aquel amoroso anhelo
que acusara mi tardanza,
se tornará en la esperanza
de encontrarnos en el cielo.