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CAPÍTULO XLIX

DE LOS QUE SE HAN OCUPADO EN EL
REAL SERVICIO, EN EJÉRCITOS,
ARMADAS Y PLAZAS CON EMPLEOS
HONORÍFICOS

 

El Excelentísimo Señor Doctor Francisco Díaz Pimienta. Caballero del orden de Santiago, del Consejo de Guerra, Señor de Villareal, Gobernador y Capitán General de la isla de Menorca, Almirante general de la Real Armada, Gobernador general de ella con honores de Capitán general, últimamente Virrey de Sicilia, fue hijo de esta ciudad, como lo expuso al Rey Nuestro Señor el Reverendísimo Padre Fray Buenaventura de Salinas, Comisario general de las provincias de la Nueva España del orden de San Francisco, que como autor coetáneo y tan grave deber ser atendido más que alguno que hoy pone en duda la certidumbre de su naturaleza; las acciones memorables y empresas heroicas de este General acreditaron en el orbe su gran conducta, experiencia, valor y fortuna, las que elogia y ensalza con su delicada agudeza el ingeniosísimo Lorenzo Gracián.

Don Gonzalo Chacón, del orden de Alcántara, Marqués de la Peñuola, sirvió en la Armada Real y fue Capitán General diversas veces de las flotas y galeones, de cuyos méritos, que supongo muy relevantes, no he podido adquirir individual noticia, y sólo tengo la de haber sido natural de esta ciudad, por la aserción de los muchos parientes que tiene en ella y otras personas de no menor crédito.

El Almirante Don Luis de Esquivel y Carrillo sirvió a Su Majestad en la Real Armada cuarenta y ocho años de Alférez, Capitán de infantería, de mar y guerra; de Teniente General de artillería, y Gobernador de la almiranta de Guipúzcoa; se halló en los sitios de Lérida y Orbitelo, en la recuperación de Barcelona, viajes a la costa de Portugal y de Cataluña, islas de Mallorca, Menorca e Ibiza, en la restauración de la isla de Santa Catalina, en la batalla que nuestra armada y galeras tuvo con la de Francia, en que se atribuyó a su valor y disposición no hubiese echado el enemigo a pique la galera patrona, en el combate que el día 22 de abril del año de 1676 tuvo dicha Real Armada en el golfo de Catania, y el mismo año en el puerto de Palermo y en otras muchas ocasiones, con crédito y fama de buen oficial.

Don Diego de Alarcón y Ocaña, Capitán de navío de la Real Armada, sirvió a Su Majestad cuarenta y dos años en ella en el Presidio de Veracruz y ejército de Andalucía con plaza de soldado, Capitán de infantería del tercio de la Armada de Barlovento y de la dicha plaza, Capitán de mar y guerra y Almirante de la antedicha, y se halló en dicho tiempo en la facción que se intentó contra los escoceses en el Darién, en el combate que tuvo la almirante de Barlovento del cargo de Don Guillermo Murphy, y de que era Capitán dicho Don Diego, con dos navíos de guerra franceses, en cuya ocasión cumplió con las obligaciones de su sangre y empleo, y lo mismo en la entrada y devastación del Guarico y toma de Puerto Príncipe,1 asistiendo a las baterías que se le pusieron. En el año de 1701, hallándose en España, se agregó de voluntario a una manga que fue a reforzar e incorporarse en el ejército de Andalucía al campo de Buenavista, y el día 23 de septiembre de dicho año pasó en él a buscar los ingleses y holandeses bajo de sus fuegos, embarazándole la aguada de los Cañuelos hasta que se logró desalojarlos de Rota y su Castillo; lo que certificó con honrosas expresiones el Marqués de Villadarías y otros Cabos a cuya vista y bajo de cuyas órdenes sirvió en esta campaña.

Coronel de infantería Don Manuel José de Jústiz, sirvió de Capitán en la Plaza de Fuenterrabía, de Sargento mayor y Castellano del Morro en ésta y de Gobernador y Capitán General de las provincias de la Florida en virtud de real cédula fecha en Aranjuez en 13 de abril de 1736.

Don José Franco, Capitán de infantería del Regimiento de Portugal y Coronel del Regimiento de Milicias del de Écija, sirvió muchos años con gran crédito en los reales ejércitos, portándose en todas las funciones con el mayor valor y honra.

Coronel de infantería Don Pedro de Zacarías y Villa-Real, Gobernador y Castellano del Presidio de Zamboanga en las islas Filipinas, se ocupó en el real servicio de las Armadas de aquellos mares de Asia de Capitán de mar y guerra y de Almirante, con tal crédito de las armas españolas y terror de las moriscas que hizo su nombre respetado y temido en aquel archipiélago y costas, como podrá ver el curioso en distintos lugares de la obra que cito, y en que se hacen honrosas memorias de sus empresas.

Maestre de Campo Don Gaspar de Hinestrosa, Castellano del castillo de León en la provincia de Nicaragua, lo defendió valerosamente el año de 1694, estando sitiado por los franceses. Coronel Don Juan de Dios Valdés, Comandante y Gobernador de la Trinidad de la Guayana, en cuya provincia ha servido a Su Majestad con mucho honor.

Teniente Coronel de Infantería Don Luis Chacón, de cuyas ocupaciones he dado noticia en esta obra, pero no de sus servicios, y reservé para este lugar: consta que militó 28 años en la Armada del Océano, Presidio de Cádiz y ejército de Cataluña con los empleos de Alférez y Capitán de infantería en los tercios del Duque de Monte León y Marqués de Leganés, y después con el de capitán de caballos, corazas de la guardia del Capitán General de dicho ejército, habiéndose hallado en la entrada que el Duque de Palma hizo en Rosellón, donde le tocó desalojar al enemigo de unos fortines en el reencuentro de Espolla, en que quedó herido de un mosquetazo; en el sitio que el francés puso a Puigcerdá, siendo uno de los que valerosamente defendieron la brecha; en el reencuentro de Pon Mayor de Gerona y sitio de esta plaza; en la recuperación de Camprodón, sitio de Barcelona y en otras muchas funciones en que se desempeñó como animoso, noble y experimentado oficial.

Don Fernando Chacón, Capitán de Fragata de la Real Armada, sirvió en ella con el honor que es tan público y se halló en el combate que con la escuadra inglesa tuvo la nuestra sobre las costas de Sicilia el año de 1719.

Teniente Coronel de Infantería Marqués de San Felipe y Santiago, sirvió en esta plaza de Capitán de Milicias, gobernó en el interín la Provincia de Cumaná y últimamente, en la expedición destinada a destruir las plantaciones de la Nueva Georgia, se le encargó el comando de las tropas milicianas de esta plaza, cumpliendo en esta campaña con sus obligaciones.

Don Tiburcio Díaz Pimienta, Capitán de infantería y Sargento mayor del tercio de la Real Armada, Gobernador del fuerte de San Antonio de la ciudad de Ébora en Portugal, y Corregidor de la de Tunja en el Nuevo Reino de Granada: sirvió en la Armada del Océano y ejército de Extremadura, y se halló en el sitio y toma de Olivenza y Morón en el avance de los fortines, en el sitio de Yelves y toma de Aranchez y Jurameña. Estuvo sitiado en Badajoz y en Ébora mandando dicha fortaleza, y en la batalla que se dio al rebelde sobre Villaviciosa, portándose en todas estas ocasiones con la honra y valor correspondiente a sus circunstancias.

Don Luis de Morales, Capitán de Infantería y Sargento mayor del Presidio de Manila, Gobernador y Castellano de la fortaleza y puerto de Cavite.

Don Lorenzo de Prado y Carabajal, Capitán de infantería del tercio viejo de la Armada Real y Sargento mayor de esta plaza, sirvió en Extremadura, Cataluña, Gibraltar, Ceuta y Melilla, y se halló en la batalla y recuperación de Camprodón, y en los avances que se dieron a los moros y socorros que se intentaron introducir en los fuertes de la Albarrada y la Cantera, mostrándose en las referidas funciones con gran espíritu y bizarría, como lo certifican sus generales.

Don Luis de Aguilar y Rojas, Caballero del orden de Santiago, habiendo servido en compañía de Don Juan su hermano, de quien dejo hecha memoria entre los alcaides de la Fuerza Vieja, murió, siendo Capitán de infantería, de un balazo en la batalla de Camprodón, con que consumó su mérito.

Don Juan Menéndez Márquez, Caballero del mismo Orden, Capitán de infantería y Sargento mayor de esta plaza. Don Félix Chacón se ocupó en el real servicio catorce años y siete meses en el ejército de Cataluña de soldado y de Capitán de infantería en los tercios del Duque de Monte León, de Don Francisco Vicentelo y del Duque de San Pedro, habiéndose hallado sitiado en Puigcerdá y en otras varias funciones. Pasó al Piamonte en donde perdió la vida en la batalla de Estafarda, última prueba de su honor y fineza.

Don Juan de Ciscara, Ingeniero militar del Reino de Nueva España e islas Filipinas, Capitán de infantería y Sargento mayor del Presidio de Manila, Teniente del Capitán General en las provincias de Otón y Panai; por sus acreditados servicios y famosas obras de arquitectura militar y civil le premió Su Majestad con merced de hábito de una de las órdenes militares, mereciendo la insigne fábrica de la capilla de Nuestra Señora del Rosario, que delineó en dicha ciudad de Manila, el aplauso y admiración de aquellas islas asiáticas.

Don Diego de Recabarren, Capitán de infantería y Sargento mayor del regimiento de Segovia, sirvió en el ejército de Extremadura y Cataluña, con aprobación, hasta su muerte.

Don José de Santa Cruz, Sargento mayor de la gente de guerra de la flota del cargo del general Don Manuel Velasco, que se incendió en Vigo; Alcaide del castillo de la Punta de este puerto, sirvió a Su Majestad en estos empleos y fue encargado de pegar fuego a todos los bajeles ancorados en el de Vigo, lo que ejecutó con gran riesgo de su vida, pero con igual reputación de su persona por el continuo que hacía la escuadra enemiga sobre nuestros navíos. El año de 1704 fue enviado con socorro de armas y gente al Presidio de la Florida, que estaba amenazado de los ingleses.

Don Miguel de Santa Cruz, su hermano, Capitán de infantería del Regimiento del Coronel Marqués de Valde-Sevilla, se halló en muchas funciones y campañas, principalmente en el sitio que se puso por nuestras armas a la plaza de Gibraltar el año de 1704 y fue uno de los oficiales voluntarios que con dicho Coronel subieron el día 11 de noviembre del citado año a la montaña a desalojar los enemigos, de donde salió herido y después se halló con su manga en la toma del Pastel, que estaba formado a su entrada, continuando su mérito en el real servicio hasta su muerte.

Don Felipe Matienzo, Capitán de infantería en el Regimiento de Lombardía.

Don José de Soto, sirvió con el mismo empleo en el de Segovia hasta su muerte.

Don Juan Tadeo Palacián, Don Luis Baraona y Don Agustín de Contreras sirvieron asimismo en los reales ejércitos, los dos primeros de Capitanes de infantería y el último de granaderos, con el que murió en el combate que nuestra escuadra tuvo con la británica el año de 1719 sobre las costas de Sicilia.

Sargento mayor Don Antonio Poveda, Gobernador y Capitán a guerra por Su Majestad de la provincia de Nicaragua, habiendo terminado su empleo felizmente, le volvió la Real Audiencia de Guatemala a ocupar en el mismo encargo por las inquietudes acaecidas con su sucesor, en cuya ocasión le quitaron traidoramente la vida algunos amotinados.

Don Diego de Peralta, Teniente de navío, Don Juan Castellón, Don Miguel Ambulodi y Don Domingo López de Avilés, Capitanes de infantería de Marina, sirvieron en la Real Armada hasta su muerte.

Don José Fernández Pacheco, Capitán de infantería y de granaderos del Regimiento de Portugal, se halló en varias funciones en las últimas campañas de Italia.

Don Pablo Castellón, Caballero del orden de Santiago y Don Juan de Silva, Capitanes de infantería por Su Majestad en esta plaza y Don Bernabé Sánchez y Don Juan Fernández de Chávez en la de Cuba.

Capitán Don Francisco González Carvajal, Primer Sargento mayor de las Milicias de la villa de Guanabacoa, a quien Su Majestad concedió este empleo con el sueldo de Capitán de infantería en atención a la acertada conducta con que manejó en esta Isla algunas facciones de guerra que se le encomendaron, sirviéndose también de ordenar al Gobernador de esta plaza por una real cédula de 27 de julio de 1711 se valiese de su persona y dictámenes en semejantes ocasiones para el mayor acierto de lo que se intentase.

Capitán Don Antonio Gómez y Montiel, Comandante de Armas en Guanabacoa, hizo importantísimos servicios a la Corona en varias acciones de guerra, por haber sido de un valor extraordinario.

Don Agustín de Ayala y Don Juan su hermano, Capitanes de infantería en el Presidio de la Florida; murió el primero en una salida que hizo contra los ingleses teniendo sitiado el castillo, año de 1703; el segundo pasó, con el mismo empleo, a esta plaza.

Don Pedro Rafael de Arrate, mi hermano, Capitán de infantería y Gobernador de las armas del Presidio de Santa Marta y Comandante de las compañías del de Cuba. Sirvió en el ejército de Extremadura, mandado por el Marqués de Bay, de soldado y Alférez de Caballería en los Regimientos de Don Jerónimo de la Puente y Don Gonzalo de Carvajal, y se halló en la sorpresa y toma de Alcántara y de Ciudad Rodrigo, en el sitio y bloqueo de la plaza de Olivenza, y en el que los enemigos pusieron a Badajoz; en el socorro que se intentó introducir en Jerez de los Caballeros en la campaña que Su Majestad siguió personalmente y en la batalla de la Gudiña, cumpliendo en todas como valeroso soldado, especialmente en la última, en que manifestó su esfuerzo y arrojo a los mayores peligros, como lo certifican todos sus generales.

Don Luis Basabe, Capitán de dragones en esta plaza y Don Nicolás del Junto en el Reino de la Nueva España.

Don José de Acosta, actual Teniente de Navío de la Real Armada.

Don Nicolás de Zenea y Don Miguel de Cárdenas, Sargentos mayores de la villa de Guanabacoa por Su Majestad.

Capitán Don José Antonio de Roa, sirvió en los reales ejércitos veintiséis años en los regimientos de Lisboa y Lombardía, de Cadete, Alférez de compañía sencilla, de granaderos y de Teniente de la compañía de Don Tomás de Alfaras, y se halló en el bloqueo de Olivenza y batalla de la Gudiña, en la sorpresa de Montfort y la de Barbasena, en el sitio de la villa de Mages y de Castel Ciudad, y avance que se dio a la Torreblanca; en los reencuentros de las villas de Lagunas, Riodomos, Alechal y Alforias; en el de Puerto de Cabra y río de Cañas, portándose en todos con gran valor y reputacion.

Don Santiago y Don Manuel de Arrate, mis hermanos, sirvieron en dichos ejércitos, el primero de soldado y Alférez de caballería del Regimiento de Don Diego de Velasco y Córdoba, hasta el año de 1708, que murió en la flor de su edad en Badajoz, habiéndose hallado en muchas funciones, especialmente en el reencuentro que tuvo su Regimiento mandado por el Marqués de Risburg, el año de 1706, día 14 de septiembre, con un cuerpo de 600 enemigos, en cuya ocasión dio muy claras pruebas de su honor y esfuerzo; el segundo sirvió de Cadete y Alférez de caballería del Regimiento de Montesa, y reformado pasó a servir a la Compañía española de Guardias de Corps, hasta que Su Majestad le confirió una Tenencia en el Regimiento de órdenes viejo, en cuyo tiempo y con los referidos empleos se halló en el sitio de Campo-mayor y sublevación de Cataluña, en varios destacamentos en la campaña de Navarra y cuarteles de Mataró y Vich, en la expedición de África y desalojamiento de los moros del campo de Ceuta, cumpliendo con las obligaciones de su sangre y empleos hasta que se retiró por su quebrantada salud, concediéndole el Rey el sueldo de inválido2.

Aunque pudiera dilatar más este capítulo y dar mayor cuerpo a esta obra, si hubiese de referir menudamente en él los otros muchos patricios que por la línea de las armas están hoy ocupados en el real servicio en ésta y en aquellos reinos, con varios empleos, desempeñándolos con mucha estimación en las ocasiones que se han ofrecido y ofrecen con motivo de la guerra, calificando el bien fundado concepto o práctica noticia del doctísimo Padre Florencia, que hablando de los naturales de esta país afirmó eran muy hábiles para las armas, porque a la verdad son dotados de espíritus marciales; pero me ha parecido excusar tanta prolijidad, porque juzgo suficiente lo insinuado para que se infiera lo que en el asunto omito, dejando también al silencio los floridos ingenios que así en la poesía y oratoria como en las demás artes liberales ha producido esta en todo fecundísima ciudad, aunque con el infortunio de no lograr Mecenas que hayan inmortalizado sus obras, finalizando yo ésta con el rasgo siguiente, respiración ingenua y afectuosa del rubor con que dejo la pluma, viendo malograda por su grosería y mi rudeza la intención con que la emprendí y he continuado hasta aquí, con más borrones que trazos.

SONETO

Aquí suelto la pluma ¡oh patria amada,
Noble Habana, ciudad esclarecida!
Pues si harto bien volaba presumida,
Ya es justo se retire avergonzada.

Si a delinearte, patria venerada,
Se alentó de mi pulso mal regida,
Poco hace en retirarse ya corrida,
Cuando es tanta dejarte mal copiada.

Mas ni aun así ha logrado desairarte;
Pues si tanto hijo tuyo sabio y fuerte
En las palestras de Minerva y Marte

Te acreditan y exaltan, bien se advierte
Que donde han sido tantos a ilustrarte,
No he de bastar yo solo a obscurecerte.

1.Port-du-Prince (Haití).

2. Continuaríamos gustoso la relación de los hijos distinguidos de este suelo, á pesar de las dificultades, y convicción de lo incompleto de nuestra tarea; pero próximo á ver la luz el Diccionario biográfico de Cubanos, que escribe el ilustrado Sr. Calcagno, á él remitimos á nuestros lectores.


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