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Notas Biográficas.

José Fornaris, nació en Bayamo, Oriente, el 18 de marzo de 1827. Cursó la enseñanza primaria en el Seminario de San Basilio el Magno, de Santiago de Cuba desde 1835. Estudió en La Habana a partir de 1840, en el Colegio de San Fernando y más tarde en la Universidad, donde se graduó de Bachiller en Leyes (1844) y de Licenciado en Leyes (1852). Entre esas dos fechas tomó posesión en Bayamo del cargo, heredado de su padre, de Regidor del Ayuntamiento. Publicó sus primeros ensayos literarios en La Prensa y participó en la conspiración de 1851.

En 1852 fue encarcelado en Palma Soriano durante cinco meses con Carlos Manuel de Céspedes y Lucas del Castillo. Recibido de abogado en Puerto Príncipe (1853), regresó a Bayamo para ejercer. A partir de 1854 alterna su vida entre Bayamo y La Habana.

Dentro del segundo romanticismo cubano y como una manifestación de la tendencia indianista que se desarrollaba en la América española, surge el siboneyismo en nuestras letras. El movimiento respondía al propósito de crear una poesía nacional, no exenta - debido a la situación imperante- de intenciones políticas. Pero no puede descartarse del todo otro factor que seguramente contribuyó a su surgimiento: estaba de moda en el romanticismo, exaltar al hombre natural, nativo o salvaje.

Es Fornaris la máxima figura del siboneyismo. En Julio de 1855 publicó sus Cantos del siboney, recogidos en Poesías de José Fornaris, con los cuales dio gran impulso al Siboneyismo. Los siboneyistas escribieron composiciones patrióticas de diversos estilos. Desde su aparición, el siboneyismo despertó opuestas opiniones. Su popularidad fue incuestionable, pero gran parte de la crítica lo combatió duramente. Facilismo, simbolismo ingenuo y amor por la naturaleza cubana son otros factores que ayudan a explicar el éxito popular alcanzado por el siboneyismo.

Sirvió para alentar el sentimiento nacionalista revolucionario cubano y pese a su escasa futuridad estética, su trayectoria se veía siempre vinculada a los ideales de independencia nacional y de libertad individual.

En 1859 recopiló con Joaquín Lorenzo Luaces Cuba poética; colección escogida de las composiciones en verso de los poetas cubanos desde Zequeira hasta ese momento. Fue codirector de Floresta Cubana (1855-1856), en 1856, junto a Joaquín Lorenzo Luaces, funda el semanario La Piragua. En torno a esta revista se desenvolverá el movimiento siboneyista, empeñado en cantar el pasado de los primitivos habitantes del país ya desaparecidos. y Cuba Literaria (1861-1862). Cuando su amigo Céspedes, a cuya solicitud escribiera los versos de La Bayamesa, pieza que está considerada como la primera de carácter patriótico del quehacer musical cubano, inició la Guerra de los Diez años, Fornaris no quiso comprometerse y permaneció en La Habana. En 1870 viajó por España, Francia e Italia.

En la larga lista de colaboraciones con revistas y publicaciones culturales aparecen: La Abeja, El Colibrí, El Almendares, Revista de La Habana, Civilización, El Siglo, La Prensa, Correo de la tarde, Álbum Cubano de lo Bueno y lo Bello, Aguinaldo Habanero, Camafeos, Revista Habanera, El País, Ateneo, La Aurora y Revista de Cuba. Consagró sus últimos años a la enseñanza y como siempre a las letras.

El 19 de septiembre de 1890 falleció en La Habana José Fornaris quién fue el más popular cantor de la vida de los indios. Sus versos alcanzaron notoriedad y muchos de ellos fueron musicalizados. Obtuvo gran popularidad no sólo por su calidad como versificador, sino de manera esencial por ser portavoz de los sentimientos patrióticos de los criollos. En sus versos él describió la vida y costumbres de los primitivos habitantes de Cuba de los que se tenían muy indirectas referencias, ya que los aborígenes antillanos desaparecieron casi totalmente durante el siglo XVI, debido a la cruel explotación a que fueron sometidos por los colonizadores españoles.

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Bibliografía Activa
Recuerdos. Poesías, Pról. de Eduardo Lebredo, Imp. de La Prensa, La Habana, 1850.
Poesías de José Fornaris, Pról. de Rafael María de Mendive, Imp. del Tiempo, La Habana, 1855.
Flores y lágrimas [Poesía], Imp. del Tiempo, La Habana, 1860.
Cantos del siboney, Imp. La Antilla, La Habana, 1862.
Obras, La Habana, Imp. La Antilla, 1862-1863, 3 t.
La hija del pueblo, Drama en tres actos y en verso, Imp. La Antilla, La Habana, 1865.
Amor y sacrificio, Drama en tres actos, Imp. La Antilla, La Habana, 1866.
Definiciones y ejemplos de las principales figuras retóricas, La Habana, Imp. La Antilla, 1867.
Cantos tropicales, Imp. Walder, París, 1874.
El arpa del hogar, Versos, Imp. H. Lutier, París, 1878.

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SIBONEYISMO

Dentro del segundo romanticismo cubano y como una manifestación de la tendencia indianista que se desarrollaba en la América española, surge el siboneyismo en nuestras letras. El movimiento respondía al propósito de crear una poesía nacional, no exenta -debido a la situación imperante- de intenciones políticas. Pero no puede descartarse del todo otro factor que seguramente contribuyó a su surgimiento: estaba de moda en el romanticismo exaltar al hombre natural, nativo o salvaje. Criollismo y siboneyismo son vertientes de una poesía de afirmación nacionalista. Son precursores de este último el neoclásico Ignacio Valdés Machuca (Desval), José Jacinto Milanés y, sobre todo, Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido). El primero con sus poemas «Villancico», el segundo con «El indio enamorado» y Plácido con «Al Yumurí» y «El Pan de Matanzas», tocan el tema de los aborígenes antes de que dicha tendencia ganara organización y coherencia. Es el poeta bayamés José Fornaris la máxima figura del siboneyismo. Su libro Cantos del siboney (1855) constituyó un éxito popular rotundo. Cinco ediciones sucesivas lo atestiguan. Un año después, en 1856, junto a Joaquín Lorenzo Luaces, funda el semanario La Piragua. En torno a esta revista se desenvolverá el movimiento siboneyista, empeñado en cantar el pasado de los primitivos habitantes del país ya desaparecidos. Aparte de los dos poetas mencionados, cabe recordar como figura destacada del siboneyismo a Juan Cristóbal Nápoles Fajardo (El Cucalambé). En su libro Rumores del Hórmigo (1856) se hallan no pocos poemas con esa tónica.

Los Cantos del siboney, según Fornaris, fueron escritos en Bayamo en 1850. Predominaba allí la ignorancia, y sólo turbaba la tranquilidad el lamento de los esclavos y el chasquido del látigo de los mayorales. En ese ambiente era natural que el cultivo de la poesía se mirara con recelo y se hicieran sospechosas todas las reuniones que sobrepasaran de media docena de personas.

«Sólo bajo una forma -nos dice en la introducción a la edición de 1888- hubiese podido el poeta expresar su amor a la patria y protestar contra el modo injusto e insolente de regirla. La palabra «patria» resonaba como un grito insurrecto en el oído de los gobernantes; y no podían escribirse los nombres de Nerón y Calígula sin que se consideraran como sangrientas alusiones.» Y más adelante, hablando acerca de los propósitos y la razón de ser del siboneyismo, Fornaris precisaba lo siguiente: «Aunque mis cantos fueron un símbolo más que la historia de tina raza, debo decir que no me era indiferente el destino que arrasó a los aborígenes. Bien sé yo que los cubanos descendemos por línea directa de los españoles... pero cómo negar que por la naturaleza somos hermanos de los antiguos habitantes de Cuba? El mismo pedazo de terreno que los sustentó nos sustenta; el mismo sol que los alumbró nos alumbra, y respiramos el mismo ambiente que respiraron ellos. Y si además hemos sido tan maltratados por nuestros gobernantes como lo fueron ellos por los conquistadores, ¿qué extraño que volvamos la vista a lo pasado y derramemos una lágrima a la memoria de los que tan unidos están a nosotros por los dobles vínculos de la naturaleza y del martirio?»

Los siboneyistas escribieron composiciones patrióticas de diversos estilos, pero en el caso de Fornaris su mayor popularidad se debió a aquellos poemas que trataban el tema de los aborígenes. Luaces cultivó el siboneyismo limitadamente, sobre todo en la época en que estuvo vinculado al semanario La Piragua, pero no se le puede caracterizar por esas manifestaciones. Luaces se destaca en una poesía de muy distinta naturaleza: debe considerarse un precursor de los sonetos parnasianos de Julián del Casal. Además tuvo magníficos aciertos en la poesía patriótica alusiva de temas más bien exóticos: bíblicos, griegos, etcétera. Otro de los más importantes siboneyistas, Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, fue -en igual o mayor medida que Fornaris- un poeta que gozó de extensa popularidad. En su producción se marcan dos zonas fundamentales: criollismo y siboneyismo. Durante la guerra de 1895 sus versos eran repetidos por los mambises, y aún hoy sus décimas las dicen de memoria los campesinos cubanos.

Desde su aparición, el siboneyismo despertó opuestas opiniones. Su popularidad fue incuestionable, pero gran parte de la crítica lo combatió duramente. Esa aceptación popular tiene puntos de contacto con el sentimentalismo que se desprende de las palabras de Fornaris citadas anteriormente. Facilismo, simbolismo ingenuo y amor por la naturaleza cubana son otros factores que ayudan a explicar el éxito popular alcanzado por el siboneyismo.

El simbolismo «revolucionario» del siboneyismo es aceptado hoy por gran parte de la crítica. Desde luego, no faltan voces opuestas a tal criterio. El historiador Manuel Moreno Fraginals estima que estos poetas crearon el movimiento siboneyista para esconder sus sentimientos anexionistas y esclavistas. «No se ha estudiado aún -dice Fraginals- toda la cobardía y complejo de inferioridad que hay detrás del indigenismo cubano. Quienes, en la actualidad, continúan manteniendo el mito de Hatuey como primer libertador cubano, pueden ser simplemente tontos o ignorantes. Pero quienes esto escribieron hacia mediados del siglo XIX fueron sacarócratas negrero-anexionistas que sabían claramente a donde iban.»

El menosprecio de que ha sido objeto el siboneyismo tiene su raíz en el juicio adverso de Marcelino Menéndez y Pelayo, el gran crítico santanderino. Pero resulta inocultable que el siboneyismo, a pesar de sus deficiencias estéticas y la falta de una voz poética verdaderamente grande en sus filas, no carece de valor revolucionario práctico, histórico y político. Sirvió para alentar el sentimiento nacionalista revolucionario cubano y, pese a su escasa futuridad estética, su trayectoria se veía siempre vinculada a los ideales de independencia nacional y de libertad individual.


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