Hurtado era un alma de amor: en él, más que en nadie, eran
ciertos los versos de aquellas "décimas de campamento",-
que dicen así, como rimas criollas:
"Cubanos somos, cubanos:
se ha dicho ya muchas veces:
todos somos bayameses,
y todos camagüeyanos.
En Cuba no hay más que hermanos,
que han nacido, bajo un cielo,
que con ardoroso anhelo
e intrépida valentía,
hoy lanzan la tiranía
de su exuberante suelo".
Con ese espíritu animó Hurtado cuanto compuso
en los -ocios de la guerra, y él resplandece en los fragmentos
del Saludo al Camagüey, que se publican como los recuerda el recitador.
Por su mérito de poetisa y el patriotismo de los versos, lo tenía
enamorado una camagüeyana, a quien no había visto nunca, y
a ese delicado sentimiento alude en el Saludo.
P.