Dispénseme el auditorio
si en dos años que han pasado
me siento medio enlustrado*
y tengo mi repertorio;
ese maldito jolgorio,
que arma el yanqué americano,
ya tiene loco el cubano,
hablando beligerancia,
mientra el gorrión, en mi estancia,
acaba con todo el grano,

Una vez me contó el cura
de la caja de Pandorra
que Dios le tiró a Gomorra,
porque no era gente pura;
pero a mí se me figura
que toitico y tantos males
nos los traen los animales
que a Cuba vienen de fuera,
con la emblema, en su bandera
de sangre y de coger reales.

Ese Weyla de chupete,
cara de titiritero,
quiere hacerse gran guerrero,
pero le teme al machete;
del patriota al arremete
huye cual cobarde vil,
y luego a inocentes mil
sin compasión asesina;
merece que de estricnina
le atojen medio barril.

Y la cosa aquí lo mismo,
más brava si a mano viene;
el mambí no se detiene
y España cae en el abismo.
Wasintón, con su heroísmo,
no le vale; no hay tu tía:
don Máximo, el otro día,
le dijo a don Clevelando:
aquí seguimos peleando,
no se quiere autonomía.

Mas dicen que Manquilí
es hombre de otro calibre;
pero a Cuba la hace libre
el machete del mambí;
naide espera por aquí
que tenga mucha concencia;
Cuba ya tiene experencia
y no entra por lanixión;
¡que siga la insurrección
y viva la independencia!

Queremos ver que si ondea
nuestra solitaria estrella,
que brille tan sólo ella,
y por eso se pelea;
si no, que arrase la tea,
no quede un palo en el monte,
cubra el humo el horizonte
que perezca y arda todo,
y cuando no quede un godo,
cante el cubano sinsonte.

Cante con orgullo y gloria
en la tumba de Maceo,
que a valiente, según creo,
no hay quien le gane en la historia.
De los bravos la memoria,
cual lucero refulgente,
guarde con amor ardiente,
como el mar rico tesoro,
que tenga en su libro de oro
Cuba libre, independiente.

Mas por fin ya me retiro;
yo los veré, amigos míos,
en los lindos labrantíos,
do alegre canta el guajiro.
Casi me parece y miro
acabándose la guerra,
y tremolar en la sierra
el pabellón tricolor,
con paz, con dicha y amor,
en nuestra cubana tierra.

Nicolás Arnao
(Matanzas, Mayo 17, 1850 - ?)




El uso de la cursiva indica aquellas palabras extraídas textualmente del léxico popular

 

 

Reconcentración de Weyler


Cuba tiene el triste privilegio de que en su población se aplicara por primera vez el concepto que hoy se conoce como
"campos de concentración".

 

 

 

Regresar Poesías de la Patria

 

 

 

Párrafos de historia


La política de reconcentración de Weyler


La concentración de población civil en zonas determinadas previamente establecidas, no fue algo ideado o exclusivo de Weyler. El mando anterior responsable a su llegada, los capitanes generales Emilio Callejas, Arsenio Martínez Campos y Sabas Martín, ya había puesto las bases, si bien habían permitido a la gran mayoría de cubanos del campo permanecer en sus lugares habituales de residencia. Martínez Campos ya había apuntado en correspondencia con el presidente Cánovas del Castillo, la necesidad imperante de esta medida reconcentradora para la población rural cubana, que habría de poner en práctica con premura su sucesor. La importante decisión surtió efecto inmediatos y de esta manera obtendría varios factores militares favorables a su política como eran: privar a los mambises de sus medios de subsistencia, privarles de la información precisa para sus movimientos y encuentros con las tropas españolas, impedir la propaganda revolucionaria, evitar nuevas captaciones de adeptos en la masa rural y sobre todo desmoralizar a los soldados rebeldes, ya que muchos de ellos tenían familiares en los campos de concentración. Con estos objetivos, Weyler controlaba a cientos de miles de hombres, mujeres y niños, bajo dominio, aunque la medida fuera inhumana desde otro punto de vista. La proclama, integramente, decía:

1.- Todos los habitantes de las zonas rurales o de las áreas exteriores a la línea de ciudades fortificadas, serán concentrados dentro de las ciudades ocupadas por las tropas en el plazo de ocho días.

2.- Todo aquel que desobedezca esta órden o que sea encontrado fuera de las zonas prescritas, será considerado rebelde y juzgado como tal.

3.- Queda absolutamente prohibido, sin permido de la autoridad militar del punto de partida, sacar productos alimenticios de las ciudades y trasladarlos a otras, por mar o por tierra. Los violadores de estas normas serán juzgados y condenados en calidad de colaboradores de los rebeldes.

4.- Se ordena a los propietarios de cabezas de ganado que las conduzcan a las ciudades o sus alrededores, donde pueden recibir la protección adecuada".

Entre mayo y junio de 1897, Willian J. Calhoun, efectuó un estudio de campo en varias ciudades de la zona central de Cuba. El dia 22 de junio escribió, refiriéndose a las concentraciones en las afueras de Matanzas:

...entré en las chozas, hablé con las gentes y ví pruebas de privaciones y sufrimientos quer hicieron sangrar mi corazón por las pobres criaturas...Ví niños con miembros hinchados y aspecto hidrópico que se debía al hambre... Es poco práctico detenerse ante el triste cuadro. En mi opinión si la actual política continúa dará por resultado la extinción gradual, pero cierta, de estas gentes. He hablado con muchos desinteresados y sin prejuicios de diferentes partes de la isla y todos han contado la misma historia de sufrimiento y muerte por parte de los desvalidos reconcentrados..."

El ocho de noviembre de 1897, ya cesado Weyler, tras los acontecimientos de carácter político que siguen al asesinato de Cánovas del Castillo un mes antes, el director de la John F. Craig & Cía de Filadelfia, con intereses en Cuba, escribía al secretario de Estad John Sherman, en base a noticias recibidas desde la isla que

"... continúan las privaciones y sufrimientos de los campesinos conducidos a las grandes ciudades bajo los decretos gubernamentales...para los que se solicita socorros y alivio...Hombres, mujeres y niños hacinados por miles en corrales sin tejados y sin alimento suficiente, ropas o medicinas y en lamentables condiciones sanitarias, están muriendo en gran número diariamente..."

Es difícil determinar con certeza la cantidad de personas reagrupadas como consecuencia de las órdenes dictadas por Weyler. Se estima que para diciembre de 1896 unos cuatrocientos mil cubanos no combatientes se catalogaban como reconcentrados en lugares escogidos o no con ese objetivo. Más difícil aún es establecer las cifras exactas de fallecidos, pero se estima que entre 750.000 y 1.000.000 de cubanos murieron en los campos de concentración creados por Valeriano Weyler, aunque algunas fuentes más conservadoras establecen la cifra en algo más de 300.000. Aún antes de terminada la guerra cubana, los muertos caídos en el campo de batalla, por las enfermedades y la reconcentración decretada por Weyler, ascendían aproximadamente a la tercera parte de la población rural de Cuba.

La reconcentración acabó hacia marzo de 1898, en pro de la nueva política pacifista propiciada por el general Ramón Blanco y Erenas e impuesta por las circunstancias.