1 "Ven otra vez a mis brazos..." me dices con tierno anhelo: " dale a mi alma este consuelo, ¡que la tengo hecha pedazos!Muévante las ansias mías, mi gemir y mi llorar, y consuelo venme a dar, hijo, en mis últimos días;
porque es terrible aflicción pensar que en mi hora postrera no pueda verte siquiera y echarte mi bendición!"
-Ay triste! y con qué agonía, y con qué dolor tan hondo, a tu súplica respondo que no puedo, madre mía!
Que no puedo, que no quiero, porque, entre deber y amor, me enseñaste que el honor ha de ser siempre primero;
y yo sé que mal cayera tu bendición sobre mí si al decirte "Veme aquí" sin honor te lo dijera.
II
Pisar mi cubano suelo, y oír susurrar sus brisas que son ecos de las risas de los ángeles del cielo;
al redor de la ciudad ver los grupos de palmares cual falanges militares de la patria Libertad,
ver desde la loma el río, sierpe de plata en el valle, y entrar por la alegre calle donde estaba el hogar mío;
pasar el umbral, y luego... no encuentro frase que cuadre... echarme en tus brazos, madre, loco de placer y ciego!
Volver a tus brazos ... ay! para pintar gozo tanto ¡ni pincel, ni arpa, ni canto, ni nada pienso que hay!
Porque hasta en mis sueños siento tan inmenso ese placer que al fin me llega a poner el corazón en tormento;
y si expresanelo a ti fuerza fuera, madre mía, solamente Dios podría decir lo que pasa en mí.
III
Pero, ¡ay madre! que apenas oiga tu voz que bendice oiré otra voz que maldice ¡la voz de Cuba en cadenas!
Dolorosa voz de trueno que gritará sin cesar: " Cobarde, ven a brindar con la sangre de mi seno!"
Y al ir a estrechar la mano el hombre que en otro día me respetaba y oía como patriota y hermano,
sentiré aquel tacto frío de la suya, que me dice que su corazón maldice la debilidad del mío;
y cualquier dedo, el más vil, contra mi alzarse podrá y con razón me dirá: "¡Bienvenido a tu redil!"
Al verme en vergüenza tanta, pobre apóstata cubano, querrá el soberbio tirano que vaya a besar su planta;
y ¿qué le responderé cuando insolente me llame? Menester será que exclame "¡Pequé, mi señor, pequé!"
Y dirá el vulgo grosero, con carcajada insultante, al pasar yo por delante: "¡Ahí va un ex-filibustero!"
Y habré de bajar la frente sin poderle replicar, porque tendré que tragar su sarcasmo humildemente.
Esto no lo quieres, no: lo sé bien, no lo querrías, y tú misma me odiarías a ser tan menguado yo.
Mas pronto lucirá el sol de mi Cuba, independiente, hundiéndose oscuramente el despotismo español;
y apenas raye ese día con amor y honor iré; y "¡Aquí estoy ya!", te diré; ¡'Bendíceme, madre mía!"
Miguel T. Tolon