Era la hora esperada
con sacrificio y anhelo
la de partir en un vuelo
que muy lejos me llevara.
Más los sustos no terminan
cuando de Cuba se trata
y dos oficiales de verde
ya me paraban la pata,
buscándo en mi equpaje
un material sospechoso.
De valor nada llevaba
y denuncias mucho menos,
pero por algo buscaban
con apuros y desvelos.
La vida tiene su encanto,
para dentro me animé,
y luego de aquel paripé
entre calores y fríos
pasé entre aquel gentío
frenético por partir.
Al momento de enseñar
los documentos, ya en regla,
se ensañaron con mi suegra
que detrás de mi venía,
y es que la pobre traía
para saborearnos luego,
dulce e´guayaba, un mango
y unos plátanos pintones
para hacernos los tostones
de la cena del domingo.
Pero no sólo eran frutas
lo que buscaban los "verdes",
el control era parejo
y a él nadie se escapaba.
Un señor entrado en años
que la otra época vio,
nunca el pobre imaginó
que aquello iba a ser tan serio
y con resabios y quejas
él también se sometió.
Yo pensé: "Aquí se me cae
todo el esfuerzo logrado,
como yo nunca he viajado
quizás no podré salir
y a lo mejor al partir
me harán preguntas en vano.
Y aquellos minutos tan largos
se me hicieron de tormento,
pnsando que el gran momento
de salir, ya era lejano.
Al fin pasé los "controles"
y me dejaron tranquila
y agarré por la mochila
y me senté a esperar
sin dejar de imaginar
que alguien me vigilaba.
En realidad no había nadie,
verdes, digo, los espías,
pero el miedo que traía
no me dejaba ya en paz.
Llegó el avión esperado
en lo negro de la noche
y corrí como se corre,
cuando se trata de huir.
Subí las escalerillas,
me senté y eché un respiro
y cuando emprendí el camino
dos lágrimas se me salieron
que apreté duro en las manos
y que luego al mar cayeron.
Cuando salí de mi Cuba
de nadie me despedí.
Tiré tres besos al aire
que estaba medio cortado
y miré para los lados
por si alguien me espiaba,
y al ver que no había nada,
ni nadie por los contornos
revisé otra vez mi bolso
y caminé hasta la aduana.
Alicia del Carmen Bombino Lumpuy, 1996.