La estrella de Cuba
¡Libertad! ¡Ya jamás sobre Cuba
lucirán tus fulgores divinos!
Ni aun siquiera nos queda ¡mezquinos!
de la empresa sublime el honor.
¡Oh piedad insensata y funesta!
¡Ay de aquel que es humano y conspira!
Largo fruto de sangre y de ira
cogerá de su mísero error.
Al sonar nuestra voz elocuente
todo el pueblo en furor se abrasaba,
y la estrella de Cuba se alzaba
más ardiente y serena que el sol.
De traidores y viles tiranos
respetamos clementes la vida,
cuando un poco de sangre vertida
libertad nos brindaba y honor.
Hoy el pueblo de vértigo herido
nos entrega al tirano insolente,
y cobarde y estólidamente
no ha querido la espada sacar.
¡Todo yace disuelto, perdido...
Pues de Cuba y de mí desespero,
contra el hado terrible, severo,
noble tumba mi asilo será.
Nos combate feroz tiranía
con aleve traición conjurada,
y la estrella de Cuba eclipsada
para un siglo de horror queda ya.
Que si un pueblo su dura cadena
no se atreve a romper con sus manos,
bien le es fácil mudar de tiranos,
pero nunca ser libre podrá.
Los cobardes ocultan su frente,
la vil plebe al tirano se inclina,
y el soberbio amenaza, fulmina,
y se goza en victoria fatal.
¡Libertad! A tus hijos tu aliento
en injusta prisión más inspira,
colgaré de tus rejas mi lira,
y la gloria templarla sabrá.
Si el cadalso me aguarda, en su altura
mostrará mi sangrienta cabeza
monumento de hispana fiereza,
al secarse a los rayos del sol.
El suplicio al patriota no infama;
y desde él mi postrero gemido
lanzará del tirano al oído
fiero voto de eterno rencor.
(Octubre de 1823)
José María Heredia