Circular
"QUEREMOS LA PAZ"

Mons. Enrique Pérez Serantes, Arzobispo de Santiago de Cuba
24 de marzo de 1958
Al cesar en sus gestiones la Comisión de Concordia, que con laudable espíritu patriótico se había ofrecido a Su Eminencia el Cardenal Manuel Arteaga, Arzobispo de la Habana, para mediar entre las partes en pugna en el doloroso drama nacional, en nuestra condición de ciudadano y de Pastor de la grey católica en esta porción del territorio nacional más terriblemente afectada y durísimamente castigada, creemos nuestro ineludible deber volver a exhortar a unos y a otros a que quieran realizar cuantos sacrificios sean necesarios para dar término a los sufrimientos de la Patria en general y en particular, de esta muy amada y muy poblada región de Oriente, teatro durante largo tiempo de cruentas luchas fratricidas; y para evitar los males todavía mayores que la amenazan en su penoso y harto prolongado martirio.

Esta exhortación, despojada de todo sentimiento partidarista, revestida de la más pura y recta intención, la dirigimos de un modo especial a quienes por tener en sus manos las riendas del poder, pueden mejor que nadie dar los pasos conducentes al logro de una solución pacífica a los gravísimos problemas que la patria adolorida está confrontando. Piensen bien todos que cada día que pasa es una batalla más que se pierde; que la pierde Cuba, en el camino de la concordia y de la paz para hoy y para mañana. Los más nobles, los más generosos, los más medularmente patrióticos sabrán, a buen seguro, aquilatar la verdad y el espíritu altamente patriótico y cristiano que este llamamiento encierra.

Entiendan todos que este llamamiento es un eco de la voz de Dios, y la expresión genuina de los sentimientos de todo el pueblo cubano, que aborrece el derramamiento de sangre de hermanos, que ansía y ama la concordia y la paz, y que está convencido de que el camino para la consecución de estos nobilísimos fines existe y quizá pudiera fácilmente encontrarse.

Quiera el Señor, a Quien de hinojos invocamos, mover los corazones y alumbrar las inteligencias de unos y otros, a fin de que se logre con el sacrificio que todos debemos estar dispuestos a imponemos, la paz definitiva, la que es obra de la justicia y no de las armas.

En las maternales manos de nuestra excelsa Patrona, la Santísima Virgen de la Caridad, depositamos confiados este llamamiento.

24 de Marzo de 1958

  +ENRIQUE, Arzobispo de Santiago de Cuba.