Mons. Alberto Martín Villaverde, Obispo de Matanzas
Noviembre de 1959
Este Congreso, que debió haberse llamado Congreso Católico en defensa de la Caridad, era necesario, porque hoy como nunca, se pretende arrancar del hombre hasta la idea de Dios, y sin Dios, se quita la única razón del verdadero amor entre los hombres.Si nos arrancan a Dios del corazón, si nos dicen que no tenemos un Padre común de la humanidad, si nos dicen que no tenemos Padre, entonces no somos hermanos, entonces somos extraños unos para otros, entonces el hombre está frente al hombre en la lucha por la vida, entonces el egoísmo se levanta como principio, la ambición como meta, las pasiones corren al desenfreno, la injusticia triunfa, y la ley de la existencia es la ley del más fuerte.
Sólo Dios nos hace hermanos, sin distinción de razas ni de clases. Ante Dios no hay negros ni blancos, ni obreros ni intelectuales - sólo hay hijos, y todos somos iguales ante su amor de Padre, y como Padre nos manda amarnos como hermanos, sin odio de razas ni de clases, en un inmenso abrazo fraternal.
Pero en este siglo se ha querido educar a los pueblos sin Dios, y el resultado ha sido de terribles proporciones. Mirad, lo diré brevemente: en este siglo sólo existen, en resumen, dos filosofías: la filosofía del materialismo y la filosofía del reino de Dios. Se predicó el materialismo y se sembró el odio; nosotros predicamos el reino de Dios y sembramos el amor. Se predicó el materialismo y se sembró la injusticia y el atropello -, nosotros predicamos el reino de Dios y sembramos la justicia y la caridad.
Que escojan, pues, los pueblos: o el reino de Dios y ser hermanos con hermanos en justicia y amor, o el reino del materialismo y unos contra otros en la ley del más fuerte. O con Dios en el amor, o contra Dios en el odio. No hay término medio, la vida no permite el término medio. Hay que definirse totalmente. Y el pueblo católico de Cuba ha escogido: el pueblo católico de Cuba quiere ser un pueblo que tiene padre: Dios, y que no reniegue de su madre: la Virgen de la Caridad.
Esa Virgen Mambisa, de cuyo seno brotó la Patria, bajo cuyo manto se cobijaron nuestros luchadores, la que brillaba al sol de Cuba sobre el pecho de nuestros libertadores, y pasando del pecho al corazón, ha fundido su amor con la sangre de los hijos de los que nos dieron Patria, que son estas nuevas generaciones de corazones cubanos, y en cada uno de ellos tiene la Virgen de la Caridad un altar hecho de amor, de entusiasmo y de esperanza. Sí, con Dios y con la Virgen siempre, hacia el futuro, sin que nos falte su luz y su amparo de madre.
El pueblo de Cuba sabe que el pueblo que reniega de Dios y de la Virgen se suicida. Y por eso se ha reunido en este grandioso Congreso, para decirle al mundo que ya hemos escogido: que tenemos Padre, que tenemos Madre-, que queremos amor, que queremos patria; que no queremos a los que arrancando a Dios siembran la desunión y el odio, sino que queremos a Dios y con Dios ser hermanos, y con Dios la justicia y la caridad para todos.
Caridad es amor, justicia es equilibrio. Caridad y justicia es la prosperidad de los pueblos. Pero caridad y justicia verdaderas. Y la caridad y justicia verdaderas es la caridad y justicia de Cristo. Por eso en la historia del mundo hemos visto que todas las otras soluciones que no se apoyen en Cristo declinan hacia extremos desastrosos. Y porque amamos a Cuba, no queremos para ella los extremos de desastres.
Queremos la justicia social pero cristiana, la que responde a la recta conciencia según Dios. El Catolicismo quiere Injusticia social pero cristiana, porque si quitamos cristiana, quitamos las leyes de Cristo, la enseñanza y la moral de Cristo, la luz de Cristo, la rectitud de conciencia que pide Cristo, y sin eso, toda justicia social pierde su base, se llena de injusticias y ella misma corre a su ruina.
Unas inmensas gracias a todos, y un aliento. Esto no es fin, es principio. Esto es constancia, esto es fe inquebrantable. Este Congreso es un grito de fe y de amor que no muere en el mundo, que no muere en Cuba, sino que al contrario renace con más pujanza cada vez.
Cuba que tiene fija su mirada en la estrella de su bandera, quiere que esa estrella sea en verdad un símbolo de la Virgen, de la Virgen que es la Estrella del Mar y la Estrella de la Mañana. Cuba quiere izar su bandera en el mástil de la Cruz de Cristo, porque sabe que cuando esta Cruz avanza, avanzan con ella todas las civilizaciones, y cuando esa Cruz es abatida, avanza la tempestad de la sangre y del odio, Cuba quiere su bandera, su bandera en la Cruz de Cristo, mástil de amor, asta de la Esperanza, y ponerle por estrella un corazón luminoso: el corazón de María de la Virgen de la Caridad.
Creemos en el derecho del hombre a una vida
decorosa y digna y en la obligación universal de la justicia
Creemos en los derechos de los padres en la
educación de sus hijos y en el deber social de
divulgarla cultura
Creemos en la santidad del
matrimonio y de la vida familiar y en la
dignidad de los hombres.
Creemos en la obligación moral del amor a
la patria y en la primacía del bien común.
Creemos en el derecho de la Iglesia a
realizar su obra salvadora y en la noticia como base
de la vida internacional
Creemos en la libertad del hombre en contra
de las doctrinas totalitarias.
Creemos en la fraternidad humana y
en la Caridad como centro de la vida cristiana.
Creemos que Dios ha otorgado a
los hombres derechos fundamentales que corresponden a
exigencias, esenciales de la naturaleza humana, y, ninguna
persona, institución o sociedad puede lícitamente
ignorarlos o violarlos.
Creemos que toda sociedad bien organizada
debe basarse en el respeto sagrado a la persona humana,
considerada en sus aspectos esenciales, que van desde la vida
y la integridad física hasta la honra y la libertad
personal, sin olvidar el derecho de asociarse para fines
lícitos sin interferencias extrañas, y el de gozar
responsablemente de una recta libertad de expresión; y
condenamos todas las prácticas o procedimientos que
legítimamente tiendan a disminuir o vulnerar estos derechos
personales.
Creemos en el derecho de todo hombre a
disfrutar de ingresos que le permitan mantener dignamente a
su familia, educar satisfactoriamente a sus hijos, habitar en
un hogar confortable y poder enfrentarse si angustias
económicas a la enfermedad y la vejez, y afirmamos que es
deber gravísimo de los cristianos, tanto en la vida privada
como en la pública, procurar que se lleve a la práctica
cuantas medidas tiendan garantizar eficazmente este derecho;
y condenamos como anticristiana la actitud de anteponer el
egoísmo del lucro personal a las necesidades fundamentales
del prójimo.
Creemos que debe existir la propiedad
privada, pues la experiencia histórica enseña que cuando el
Estado se convierte en el único dueño de los bienes de
producción, los derechos más elevados de la persona humana
van desapareciendo inexorablemente ante el poder sin límite
de quienes rigen la vida económica de los ciudadanos; pero
al mis tiempo queremos que la propiedad privada sin
excepción alguna, cumpla a plenitud su función social, y
que, manteniéndose el necesario respeto al derecho ajeno, se
facilite lo más posible el acceso a ella a todos los hombres
para que los bienes materiales no se acumulen en manos unos
pocos, sino que se distribuyan amplia y equitativamente entre
todas las clases de la población.
Creemos que la justicia obliga por igual a
todos los hombres, sea cual fuere la posición que ocupen o
la clase social a que pertenezcan, y que tiene validez
universal el principio moral que nos ordena: no hagas a otro
lo que no quieras que te hagan a ti.
Creemos que los bienes culturales han de
ser puestos al alcance de los miembros de todas las clases
sociales y que hay que procurar con especial empeño elevar
el nivel educacional de los grupos más necesitados.
Creemos en el derecho de los padres a
enviar a sus hijos a escuelas que respondan a su ideología
religiosa y a sus preferencias en materia educativa, y
afirmamos que la Iglesia tiene el derecho de fundar y
mantener colegios que satisfagan estas legítimas ansias de
los católicos.
Creemos que la familia es la célula
básica de la sociedad y que ha de favorecer cuanto
contribuya a su estabilidad y a su fecundidad material y
moral, han de condenarse cuantas medidas o procedimientos
tiendan a propiciar la disolución del matrimonio, la
violación de sus fines esenciales y la destrucción o
empobrecimiento de lavida de familia.
Creemos que todos los hombres son iguales
ante Dios, sin que importe la raza o grupo social a que
pertenezcan, y condenamos como opuestas a las normas del
Evangelio las faltas de justicia o caridad que puedan
someterse contra una persona por razón de su condición
social o el color de su piel.
Creemos que las actitudes de odios o
desprecios al extranjero contrarias al espíritu de Cristo,
pero afirmamos que, respetando y amando a los hombres de
todos los países, el cristiano debe amar de un modo
preferencial a la nación que la Providencia quiso otorgarle
como Patria.
Creemos que el cristiano debe poner siempre
el bien común encima de sus intereses personales o de los
intereses de su familia partido o su clase social, y que debe
aspirar a que nadie pueda aventajarlo en fidelidad en el
cumplimiento de sus deberes ciudadanos y en generosidad al
servicio de la Patria.
Creemos que todos los seres humanos están
llamados a conocer, amar y servir a Dios, y que la Iglesia en
todas partes debe poder cumplir a plenitud su misión de
hacer llegar el mensaje del Evangelio a todos hombres.
Creemos que el Estado tiene el derecho de
encauzar las actividades privadas en favor del bien común,
pero sin vulnerar por ello derechos esenciales de la persona
humana, la familia, las organizaciones particulares y la
Iglesia, como se hace en los Estados totalitarios.
Creemos en la igualdad moral de todas las
naciones, grandes y pequeñas, y en la necesidad de que las
relaciones entre ellas no se basa en la fuerza y la
violencia, sino en el respeto sagrado al derecho de cada una
a la afirmación plena de su soberanía política y al total
desarrollo sus potencialidades económicas.
Creemos que todos los hombres son hermanos
hijos de un mismo Dios. que es nuestro Padre común, sean
cuales fueren su nacionalidad, su raza, su clase social o su
ideología religiosa o política, y que por todos ellos se
derramó en el Calvario la sangre redentora de Cristo.
Creemos que todos los mandamientos de la
Ley que Dios ha dado a los hombres pueden resumiese en dos
preceptos esenciales: ama a Dios sobre todas las cosas y a tu
prójimo como a ti mismo.
Creemos en los derechos naturales y en la
dignidad del hombre como persona humana.
CREEMOS EN LOS DERECHOS NATURALES DEL HOMBRE.
CREEMOS EN LA DIGNIDAD EMINENTE DE LA PERSONA
CREEMOS EN EL DERECHO DE TODO HOMBRE A UNA VIDA DECOROSA Y
DIGNA
CREEMOS EN EL CONCEPTO CRISTIANO DE LA PROPIEDAD.
CREEMOS EN LA OBLIGACIÓN UNIVERSAL DE LA JUSTICIA.
CREEMOS EN EL DEBER SOCIAL DE LA DIFUSIÓN DE LA CULTURA.
CREEMOS EN LOS DERECHOS DE LOS PADRES EN LA EDUCACIÓN DE SUS
HIJOS.
CREEMOS EN LA SANTIDAD DEL MATRIMONIOY DE LA VIDA
FAMILIAR.
CREEMOS EN LA IGUALDAD DE LOS HOMBRES DE TODAS LAS RAZAS Y
CONDICIONES SOCIALES.
CREEMOS EN LA OBLIGACIÓN MORAL DEL AMOR PATRIA.
CREEMOS EN LA PRIMACÍA DEL BIEN COMÚN.
CREEMOS EN EL DERECHO DE LA IGLESIA A
LA REALIZACIÓN DE SU OBRA SALVADORA.
CREEMOS EN LA LIBERTAD DEL HOMBRE, EN CONTRA DE LAS DOCTRINAS
TOTALITARIAS.
CREEMOS EN LA JUSTICIA COMO BASE NECESARIA LA VIDA
INTERNACIONAL.
CREEMOS EN LA FRATERNIDAD HUMANA.
CREEMOS EN LA CARIDAD, CENTRO DE LA VIDA CRISTIANA.