19.- Las 2 de la madrugada. Viene Ramón Rodriguez, el práctico, con Angel ; traen hachos, y café. Salimos a las 5, por loma áspera. A los calderos, en alto. El rancho es nuevo, y de adentro se oye la voz de la mambisa: "Pasen sin pena, aquí no tiene que tener pena". El café en seguida, con miel por dulce: ella será, en sus chancletas, cuenta, una mano a la cintura y por el aire la otra, su historia de la guerra grande : murió el marido, que de noche pelaba sus puercos para los insurrectos. cuando se lo venían a prender ; y ella rodaba por el monte, con sus tres hijos a rastro, "hasta que este buen cristiano me recogió, que aunque le sirva de rodillas nunca le podré pagar". Va y viene ligera ; le chispea la cara; de cada vuelta trae algo, más café, culantro de Castilla, "para que cuando tenga dolor al estómago por esos caminos, masquen un grano y tomen agua encima", trae limón. Ella es Caridad Pérez y Pino. Su hija Modesta, de 16 años se puso zapatos y túnico nuevo para recibirnos, y se sienta con nosotros, conversando sin zozobra, en los bancos de palma de la salita. De las flores de muerto, junto al cercado, le trae Ramón una, que se pone ella al pelo. Nos cose. El General cuenta "el machetazo de Caridad Estrada en el Camagüey".

' El marido mató al chino denunciante de su rancho, y a otro a Caridad la hirieron por la espalda; el marido se rodó muerto la guerrilla huyó Caridad recoge a una hija al brazo, y chorreando sangre, se les va detrás: "si hubiera tenido un rifle". Vuelve, llama a su gente, entierran al marido, manda por Boza: "vean lo que me han hecho. "Salta la tropa; queremos ir a encontrar ese capitán. No podía estar sentado en el campamento. Caridad enseñaba su herida. Y siguió viviendo, predicando, entusiasmado en el campamento. Entra el vecino dudoso Pedro Gómez y trae de ofrenda café y una gallina. Vamos haciendo almas. Valentín, el español que se le ha puesto a Gómez de asistente, se afana en la cocina. Los seis hombres de Ruenes hacen su sancocho al aire libre. Viene Isidro, muchachón de ojos garzos, muy vestido, con sus zapatos orejones de vaqueta : ese fue el que se nos apareció donde Pineda, con un dedo recién cortado : no puede ir a la guerra : "tiene que mantener a tres primos hermanos". A las 2 y media, después del chubasco, por lomas y el río Guayabo, al mangal, a una legua de Imía. Allí Felipe Dom, el Alcalde de P. Juan Rodríguez nos lleva, en marcha ruda de noche, costeando vecinos, a cerca del alto de la Yaya.

20.- La marcha con velas, a las 3 de la mañana. De allí Teodoro Delgado, al Palenque : monte pedregoso, palos amargos y naranja agria: alrededor casi es grandioso el paisaje; vamos cercados de montes, serrados, tetudos, picudos ; monte plegado a todo el rededor; el mar al sur. A lo alto, paramos bajo unas palmas. Viene llena de cañas la gente, los vecinos : Estévez, Fromitu, Antonio Pérez, de noble porte, sale a San Antonio. De una casa nos mandan café, y luego gallina con arroz. Se huye Jaraguita. ¿Lo azoraron? ¿Va a buscar a las tropas? Un montero trae de Imía la noticia de que han salido a perseguirnos por el Jobo. Aquí esperaremos, como lo teníamos pensado, el práctico para mañana. Jaraguá, cabeza cónica. Un momento antes me decía que quería seguir ya con nosotros hasta el fín. Se fue a la centinela, y se escurrió. Descalzo, ladrón de monte, práctico español; la cara angustiada, el hablar ceceado y chillón, bigote ralo, labios secos, la piel en pliegues, los ojos vidriosos, la cabeza cónica. Caza sinsontes, pichones, con la lirica del lechuzo. Ahora tiene animales y mujer. Se descalzó por el monte. No lo encuentran. Los vecinos lo temen. En un grupo hablan de. los remedios de la nube en los ojos: agua de sal leche del ítamo, "que le volvió la vista a un gallo' la hoja espinuda de la romerilla bien majada "una gota de sangre del primero que vio la nube". Luego hablan de los remedios para las úlceras : la piedra amarilla del río Jojó, molida en polvo fino, el excremento blanco y pelado del perro, la miel del limón; el excremento cernido, y malva. Dormimos por el monte en yaguas. Jaraguá, palo fuerte.

21.- A las 6 salimos con Antonio, camino de San Antonio. En el camino nos detenemos a ver derribar una palma, a machetazos al pie, para coger una colmena, que traen seca, y las celdas llenas de hijos blancos. Gómez hace traer miel, exprime en ello los pichones, y es leche muy rica. A poco sale por la vereda el anciano negro y hermoso, Luis González, con sus hermanos y su hijo Magdaleno, y el sobrino Eufemio. Ya él había enviado aviso a Perico Pérez, y con él, cerca de San. Antonio, esperaremos la fuerza. Luis me levanta del brazo. ¡Pero qué triste. noticia! ¿Será verdad que ha muerto Flor, gallardo Flor?, que Maceo fue herido en traición de los indios de Garrido; que José Maceo rebanó a Garrido de un machetazo? Almorzábamos buniato y puerco asado cuando llegó Luis ponen por tierra, en un mantel blanco, el casabe de su casa. Vamos lomeando a los charrascales otra vez, y de lo alto divisamos el ancho río de Sabanalamar, por sus piedras lo vadeamos, nos metemos por sus cañas, acampamos a la otra orilla. Bello, el abrazo de Luis con sus ojos sonrientes, como su dentadura, su barba cana al rape, y su rostro, espacioso, sereno y de limpio color negro. El es padre de todo el contorno, viste buena rusia, su casa libre es la más cercana al monte. De la paz del alma viene la total hermosura a su cuerpo ágil y majestuoso. De su tasajo de vaca y sus plátanos comimos mientras él fue al pueblo, ya a la noche volvió por el monte sin luz, cargado de vianda nueva, con la hamaca al costado, y de la mano el caiauro de miel lleno de higos.

Vi hoy la yaguama, la hoja fenica que estanca la sangre, y con su mera sombra beneficia al herido : "machuque bien las hojas y métalas en' la herida; que la sangre se seca". Las aves buscan su sombra. Me dijo Luis el modo de que las velas de cera no se apagasen en el camino, y es empapar bien un lienzo, y envolverlo alrededor, y con eso la vela va encendida y se consume menos cera. El médico preso, en la traición a Maceo, ¿no será el pobre Frank? ¡Ah, Flor!