9.- Adiós, a Banderas, - a Moncada, - al fino Carvajal que quisiera irse con nosotros, a los ranchos donde asoma la gente, saludando con los yareyes: "! Dios los lleve con bien, mis hermanos!" Pasamos, sin que uno solo vuelva a ella los ojos, junto a la sepultura. Y a poco andar, por el hato lodoso se sale a la sabana, y a unos mangos al fondo : es Baraguá, son los mangos, aquellos dos troncos con una sóla copa, donde Martínez Campos conferenció con Maceo. Va de práctico un mayaricero que estuvo allí entonces: "Martínez Campos lo fue a abrazar, y Maceo le puso el brazo por delante, así: ahí fue que tiró el sombrero al suelo. Y cuando le dijo que ya García había entrado, viera el hombre cuando Antonio le dijo: "¿quiere usted que le presente a García?" García estaba alllí, en ese monte; todo ese monte era de cubano no más. Y de ese lado había otra fuerza, por si venían con traición". De los llanos de la protesta salirnos al borde alto, del rancho abandonado, de donde se ve el brazo del río, aún seco ahora, con todo el cauce de yerbal y los troncos caídos cubiertos de bejuco, con flores azules y amarillas, y luego de un recodo, la súbita bajada : "¡Ah, Cauto, - dice Máximo Gómez - - cuánto tiempo hacía que no te veía!" Las barrancas feraces y elevadas penden, desgarradas a trechos, hacia el cauce, estrecho aún, por donde corren. turbias y revueltas las primeras lluvias.

De suave reverencia se hincha e! pecho y cariño poderoso, ante el vasto paisaje del río amado. Lo cruzamos, por cerca de una ceiba, y, luego del saludo a una familia mambí, muy gozosa de vernos, entramos al bosque claro, de sol dulce, de arbolado ligero, de hoja acuosa. Como por sobre alfombras van los caballos, de lo mucho del césped. Arriba el curujeyal da al cielo azul, o la palma nueva, o el dagame que da la flor más fina, amada de la abeja, o la guásima, o la jatía. Todo es festón y hojeo, y por entre los claros, a la derecha, se ve el verde del limpio, a la otra margen, abrigado y espeso. Veo allí el ateje, de copa alta y menuda, de parásitas y curujeyes; el caguairán, "el palo más fuerte de Cuba", el grueso júcaro, el almácigo, de piel de seda, la jagua, de hoja ancha, la preñada güira, el jigüe duro, de negro corazón para bastones, y cáscara de curtir, el jubabán, de fronda leve, cuyas hojas, capa a capa, "vuelven raso el tabaco", la caoba, de corteza brusca, la quiebrahacha, de tronco estriado, y abierto en ramos recios, cerca de raíces, (el caimitillo y el cupey y la pica pica) y la yamagua, que estanca la sangre. A Cosme Pereira nos hallamos en el camino, y con él a un hijo de Eusebio Venero, que vuelve a anunciarnos en Altagracia. Aún está en Altagracia Manuel Venero, tronco de patriotas, cuya hermosa hija Panchita, murió, de no querer ceder, al machete del asturiano Vedericón. Con los Venero era muy íntimo Gómez, que de Manuel osado hizo un temido jefe de guerrilla, y por Panchita sentía viva amistad, que la opinión llamaba amores. El asturiano se llevó la casa un día y en la marcha iba dejando a Panchita atrás y solicitándola y resistiendo ella. "Tu no me quieres porque eres la querida de Gómez". Se irguió ella, y él la acabó, con su pro- pia mano. Su casa hoy nos recibe con alegría, en la lluvia oscura y con buen café. Con sus holguineros se alberga allí Miró, que vino a alcanzarnos al camino: de aviso envió a Panchito Díaz, mozo por una muerte que hizo se fue a asilar a Montecristi, y es práctico de ríos, que los cruza en la cresta, y enlazador, y hoceador de puercos, que mata a machetazos. Miró llega, cortés en su buen caballo: le veo el cariño cuando me saluda : el tiene fuerte habla catalana ; tipo fino, barba en punta y calva, ojos vivaces. Dio a Guerra su gente, y con su escolta de mocetones subió a encontrarnos. "Venga Rafael". Y se acerca, en su saco de nipe amarillo, chaleco blanco, y jipijapa de ala corta a la oreja, Rafael Manduley. el Procurador de Holguín que acaba de salir al campo.

La gente, montada, es de muy buena cepa. Jaime Muñoz, peinado al medio, que administra bien, José González, Bartolo Rocaval, Pablo García, el práctico astuto, saga.z, Rafael Ramírez, Sargento primero de la guerra, enjuto; de bigotillo negro, Juan Oro, Augusto Feria, alto y bueno, del pueblo, cajista y de letra, Teodorico Torres, Nolasco Peña, Rafael Pena, Luis Pérez, Francisco Díaz, Inocencio Sosa, Rafael( Rodríguez, - y Plutarco Artigas, amo de campo, rubio y tuerto, puro y servicial : dejó su casa grande, su bienestar, y "nueve hijos de los diez que tengo, porque el mayor me lo traje conmigo". Su hamaca es grande, con la almohadilla hecha de manos tiernas, su caballo es recio, y de lo mejor de la comarca ; él se va lejos, a otra jurisdicción. para que de cerca "no lo tenga amarrado la familia" : "y mis hijitos se me hacían una pina alrededor y se dormían conmigo". Aún vienen Miró y Manduley henchidos de su política local; a Manduley "no le habían dicho nada de la guerra", a él que tiene su fama de erguido, y de autoridad moral ; trae espejeras : iba a ver a Masó: "y yo, que alimentaba a mis hijos científicamente; quién sabe lo que comerán ahora". Miró de gesto animado y verbo bullente, alude a su campaña de siete años en "La Doctrina de Holguín" y luego en "El Liberal" de Manzanillo, que le pagaban Calvart y Beattie, y donde le sacó las raíces a los "cuadrilongos", a los "astures", a la "malla integrista".

"Dejó hija y mujer, y ha paseado, sin mucha pelea, su caballería q» es de buena gente, por la comarca". Me habla de los esfuerzos de Gálvez. en La Habana, para rebajar la revolución: del grande odio con que Gálvez habla de mí, y de Juan Gualberto Gómez : "a usted, a usted es a quien ellos le temen" : "a la voz en cuello decían que no vendría usted, y eso es lo que los va ahora a confundir". Me sorprende, aquí como en todas partes, el cariño que se nos muestra, y la unidad de alma, a que no se permitirá condensación, y a la que se desconocerá, y de la que se prescindirá, con daño, o por lo menos el dano de demora. de la revolución, en su primer año de ímpetu. El espíritu que sembré, es el que ha cundido. y el de la Isla, y con él, y guía conforme a él, triunfareremos brevemente, y con mejor victoria, y para paz mejor. Preveo que, por cierto tiempo al menos, se divorciará a la fuerza a la revolución de este espíritu, - se le privará del encanto y gusto, y poder de vencer de este consorcio natural, se le robará el beneficio de esta conjunción entre la actividad de estas fuerzas revolucionarias y el espíritu que las anima.

Un detalle: "Presidente" me han llamado, desde mi entrada al campo, las fuerzas todas, a pesar de mi pública repulsa, y a cada campo que llego, el respeto renace, y cierto suave entusiasmo del general cariño, y muestras del goce de la gente en mi presencia y sencillez. Y al acercarse hoy uno: "Presidente", y de sonreír yo : "No me le digan a Martí Presidente : diganle General: él viene como General: no me le digan Presidente". "? Y quién contiene el impulso de la gente, General?", le dice Miró: "eso les nace del corazón a todos". 'Bueno, pero él no es Presidente todavía : es el Delegado". Callaba yo, y noté el embarazo y desagrado de todos, y en algunos como el agravio. Miró vuelve a Holguín,, de Coronel ; no se opondrá a Guerra : lo acatará : hablamos de la necesidad de una persecusión activa, de sacar al enemigo de las ciudades, de picarlo por el campo, de cortarle toda las proveedurías, de seguirle los convoyes.

Manduley vuelve también, no muy a gusto, a influir ' en la comarca que lo conoce, a ponérsele a Guerra de buen consejero, a amalgamar las fuerzas de Holguín e impedir sus choques, a mantener el acuerdo de Guerra, Miró, Feria. Dormimos, apiñados, entre cortinas de lluvia. Los perros, ahítos de la matazón, vomitan la res. Así dormimos en Altagracia. En el camino, el único caserío fue Arroyo Blanco : la tienda vacía : el grupo de los ranchos : el ranchero barrigudo, blando, egoísta, con el pico de la nariz caído entre las alas del poco bigote negro: la mujer, negra: la vieja ciega se asomó a la puerta, apoyada a un lado, y en el báculo amarillo el brazo tendido : limpia, con un pañuelo a la cabeza : "¿ Y los pati-peludos matan gente ahora?" Los cubanos no me hicieron nadita a mi nunca, no señor.