"Es muy grande mi felicidad... ; puedo decir que llegué, al fin, a mi plena naturaleza...Hasta hoy no me he sentido hombre. He vivido avergonzado y arrastrando la cadena de mi patria toda mi vida. La divina claridad del alma aligera mi cuerpo; este reposo y bienestar explican la constancia y el júbilo con que los hombres se ofrecen al sacrificio".
9 abril. Lola, jolongo, llorando en el balcón. Nos embarcamos.
10.- Salimos del Cabo. Amanecemos en Inagua. Izamos velas.
11.- Bote. Salimos a las 11. Pasamos rozando a Maisí, y vemos la farola. Yo en el puente. A las 7 y media, oscuridad. Movimiento a bordo. Capitán
conmovido. Bajan el bote. Llueve grueso al arrancar Rumbamos mal. Ideas revueltas y diversas en el bote. Más chubasco. El timón se pierde. Fijamos rumbo. Llevo el remo de proa. Salas rema seguido. Paquito Borrero y el General ayudan de popa. Nos ceñimos los revólvers. Rumbo al abra. La luna asoma, roja, bajo una nube. Arribamos a una playa de piedras, "La Playita", (al pie de cajobabo). Me quedo en el bote el último vaciándolo. Salto. Dicha grande. Viramos el bote, y el garrafón de agua. Bebemos Málaga. Arriba por piedras, espinas y cenegal Oímos ruido, y preparamos, cerca de una talanquera. Ladeando un sitio, llegamos a una casa. Dormimos cerca, por el suelo.
12.- A las 3 nos decidimos a llamar. Blás. Gonzalo y la Niña. - José Ganriel, vivo, va a llamar a Silvestre. - Silvestre dispuesto. - Por repechos, muy cargados, salimos a buscar a Mesón, al Tacre, (Záguere). En el monte claro esperamos, desde las 9, hasta las 2. - Convenzo a Silvestre a que nos lleve a Imía. - Seguimos por el cauce del Tacre. - Decide el General escribir a Fernando Leyva, y va Silvestre. Nos metemos en la cueva, campamento antiguo. bajo un farallón, a la derecha del río. Dormimos - hojas secas - Marcos derriba: Silvestre me trae hojas.
l 3.- Viene Abraham Leyva, con Silvestre cargado de carne de puerco, de cañas, de boniatos, del pollo que manda la Niña. Fernando ha ido a buscar al práctico. - Abraham, rosario al cuello. Alarma; y preparamos, al venir Abraham, a trancos. Seguía Silvestre con la carga; a las 11. De mañana nos habíamos mudado a la vera del río, crecido en la noche, con estruendo de piedras que parecía de tiros. - Vendrá práctico. Almorzamos. Se va Silvestre. Viene José a la una con su yegua. Seguiremos con él. - Silbidos y relinchos ; saltamos ; apuntamos ; sin Abraham. - Y Blás. - Por una conversación de Blás supo Ruenes que habíamos llegado, y manda a ver, a unírsenos. Decidimos ir a encontrar a Rueries al Sao de Nejesial. - Saldremos por la mañana, Cojo hojas secas, para mi cama. - Asamos buniatos.
14.- Día mambí. - Salimos a las 5. A la cintura cruzamos el río, y recruzamos por él - bayás altos a la orilla. Luego, a zapato nuevo, bien cargado, la altísima loma, de yaya de hoja fina, majagua de Cuba, y cupey, de piña estrellada. Vemos acurrucada, en un lechero, la primera jutía. Se descalza Marcos, y sube. Del primer machetazo la degüella: "Está aturdida": "Está degollada". Comemos naranja agría, que José coge, retorciéndolas con una vara "¡qué dulce!" Loma arriba. Subir lomas hermana hombres. Por las lomas llegamos al Sao del Nejesial: lindo rincón, claro en el monte, de palmas viejas, mangos y naranjas. Se va José. Marcos viene con el pañuelo lleno de cocos. Me dan la manzana Guerra y Paquito de guardia. Descanso en el campamento. César me cose el tahali. Lo primero fue coger yaguas, tenderlas en el suelo. Gómez con el machete corta y trae hojas, para él y para mí. Guerra hace su rancho ; cuatro horquetas: ramas en colgadizo; yaguas encima. todos ellos, unos raspan coco, Marcos, ayudado del General, desuella la jutía. La banan con naranja agria, y la salan. El puerco se lleva la naranja ; y la piel de la jutía, en la parrilla improvisada, sobre el fuego de leña. De pronto hombres: "¡Ah hermanos!" Salto a la guardia. La guerrilla de Ruenes, Félix Ruenes. Calano, Rubio, los 10. - Ojos resplandecientes.
Abrazos. Todos traen rifle, machete, revólver. Vinieron a gran loma. Los enfermos resucitaron. Cargamos. Envuelven la jutia en yagua. Nos disputan la carga. Sigo con mi rifle y mis 100 cápsulas, loma abajo. Tibisial abajo. Una guardia. Otra. Ya estaremos en el rancho de Tavera, donde acampa la guerrilla. En Fila nos aguardan. Vestidos desiguales, de camisetas algunos, camisa y pantalón otros, otros chamarreta y calzón crudo ; yareyes de pico ; negros, pardos, dos españoles, Galano, blanco.
Ruenes nos presenta. Habla erguido el General. Hablo. Desfile, alegría, cocina, grupos. En la nueva avanzada ; volvemos a hablar. Cae la noche, velas de cera, Lima cuece la jutia y asa plátanos, disputa sobre guardias, me cuelga el General mi hamaca bajo la entrada del rancho de yaguas de Tavera. Dormimos, envueltos en las capas de goma. ¡Ah! antes de dormir, viene, con una vela en la mano, José, cargado de dos catauros, uno de carne fresca, otro de miel. Y nos pusimos a la miel ansiosos. Rica miel, en panal. - Y en todo el día, ¡qué luz, aire, qué lleno el pecho, qué ligero en cuerpo angustiado! Miro del rancho afuera, y veo, en lo alto de la cresta atrás, una paloma y una estrella. El lugar se llama Vega de la...
15.- Amanecemos entre órdenes. Una comisión se mandará a las Veguitas, a comprar en la tienda española. Otra al parque dejado en el camino. Otra a buscar práctico. Vuelve la comisión con sal, alpargatas, un cucurucho de dulce, tres botellas de licor, chocolate, ron y... José viene con puerco. La comida - puerco guisado con plátarios y malanga. - De mañana... frangollo, el dulce de plátano y queso, y agua de canela y anís, caliente. Viene a... Colombié montero, ojos malos: va... de su perro amarillo. Al caer la tarde, en fila la gente, sale a la cañada el General, con Paquito, Guerra y Ruenes. ¿ Nos per- mite a los tres solos? Me resigno mohino. ¿ Será algún peligro? Sube Angel Guerra, llamándome y el Capitán Cardoso. Gómez, al pie del monte, en la vereda sombreada de plátanos, con la cañada abajo, me dice, bello y enternecido, que aparte de reconocer en mí al Delegado, el Ejército Libertador, por él su Jefe, electo en Consejo de Jefes, me nombra Mayor General. Lo abrazo. Me abrazan todos. - A la noche, carne de puerco con aceite de coco, y es buena.
Carmita querida y mis niñas, y Manuel, y Ernesto :
En Cuba les escribo, a la sombra de un rancho de yaguas. Ya se me secan las ampollas del remo con que halé a tierra el bote que nos trajo. Eramos seis, llegamos a una playa de piedras y espinas, y estamos salvos, en un campamento, entre palmas y plátanos, con las gentes por tierra; y el rifle a su lado. Yo, por el camino, recogí para la madre la primera flor, helechos para María y Carmita, para Ernesto una piedra de colores. Se las recogí, como si los fuese a ver, como si no me esperase la cueva o la loma, sino la casa, la casa abrigada y compasiva, que veo siempre delante de mis ojos.
Es muy grande, Carmita, mi felicidad, sin ilusión alguna de mis sentidos, ni pensamiento excesivo en mi propio, ni alegría egoísta y pueril, puedo decirte que llegué al fin a mi plena naturaleza, y que el honor que en mis paisanos veo, en la naturaleza que nuestro valor nos da derecho, me embriaga de dicha, con dulce embriaguez. Sólo la luz es comparable a mi felicidad. Pero en todo instante le estoy viendo su rostro, piadoso y sereno, y acerco a mis labios la frente de las niñas, cuando amanece, cuando anochese, cuando me sale al paso una flor nueva, cuando veo alguna hermosura de estos ríos y montes, cuando bebo, hincado en la tierra, el agua clara del arroyo, cuando cierro los ojos, contento del día libre. Ustedes me acompañan y rodean, las siento, calladas y vigilantes, a mi alrededor. A mí, sólo ellas me faltan. A ellas, ¿que les faltará? De sus angustias nuevas, ¿podrán irse salvando? Mi poca ayuda, ¿cómo la habrán repuesto? Cuba ya tiene escritos sus nombres con mis ojos en muchas nubes del cielo y en muchas hojas de árboles.
Mi dicha de hombre útil hace mayor el pesar de que no me lo vean. ¿Recordarán así a su amigo, con tanta lealtad, con tanta vehemencia ?
¡Ah!, María, si me vieras por esos caminos, contento y pensando en ti, con tu cariño más suave que nunca, queriendo coger para tí, sin correo con que mandártelas, estas flores de estrellas, moradas y blancas, que crecen aquí en el monte.
Voy bien cargado, mi María, con mi rifle al hombro, mi machete y el revólver a la cintura, a un hombro una cartera de cien cápsulas, al otro en un gran tubo, los mapas de Cuba, y a la espalda mi mochila, con sus dos arrobas de medicina y ropa y hamaca y frazada y libros, y al pecho tu retrato.
El papel se me acaba, y al correo no puede ir mucho bulto. Escribo con todo el sol sobre el papel. Véanme vivo y fuerte y amando más que nunca a las compañeras de mi soledad, a la medicina de mis amarguras. De acá no teman. La dificultad es grande, y los que han de vencerla, tawbién. Carmita pedirá a Gonzalo que le deje leer lo que hay de personal en la carta que le envío. Manuel bueno, trabaja. Carmita, escríbale a mamá. Carmita hija y María se educan para la escuela. Una paloma y una estrella vi, alto sobre el monte, al llegar aquí antier, ¿cómo no había de-pensar en Carmita y en María? ¿ Y en la amistad de su madre, al ver el cielo limpio de la noche cubana?
Quieran a su Martí.