REVISTA GUATEMALTECA
Me propongo publicar un periódico que se llamará Revista Guatemalteca Quiero dar a mi publicación el nombre del país que me ha acogido con cariño. Las riquezas de Guatemala son poco conocidas: el comercio intelectual con Europa es escaso; esto explica la creación de mi periódico. Fuera de la razón de mi actividad personal, que fervientemente consagro al bien de América --sobre obstáculos y apreciaciones --responde la Revista a mi deseo de dar a conocer cuanto Guatemala produce y puede producir, y de hacer generales las noticias de letras y ciencias, artes e industrias, privilegio hoy del escaso número de afortunados a quienes es fácil saborear las excelentes revistas europeas. Yo conozco a Europa, y he estudiado su espíritu; conozco a América y sé el suyo. Tenemos más elementos naturales, en estas nuestras tierras, desde donde corre el Bravo fiero hasta donde acaba el digno Chile, que en tierra alguna del Universo; pero tenemos menos elementos civilizadores, porque somos mucho más jóvenes en historia, no contamos seculares precedentes y hemos sido, nosotros los latinoamericanos, menos afortunados en educación que pueblo alguno; tristes memorias históricas,--secretos de muchas desdichas --que no es el caso traer a la luz... Europa busca los productos de nuestro suelo, que dan brillo a sus plazas numerosas; nosotros hemos menester entrar en esa gran corriente de inventos útiles, de enérgicos libros, de amenas publicaciones, de aparatos industriales, que el mundo viejo, y el septentrión del nuevo, arrojan de su seno, donde hierven la actividad de tantos hombres, la elocuencia de tantos sabios, la vivacidad de tantas obras. ¿Quién entre nosotros sabe, amén de cierto gremio de escogidos, que bien sé que hay aquí hombres cuya erudición corre parejas con la de pueblos adelantados --quién sabe entre nosotros qué libros salen de las prensas de Hetzel y de Bouret, de Rivadeneira y de Navarro? ¿Quién lleva cuenta de tantas delicias de Jules Claretie, de Pierre Veron, de Charles Mazade? ¿Quién toma nota de tanta máquina asombrosa que en la América del Norte es gran ahorro de brazos, trabajo alado, maravilla de seguridad y de presteza? Apenas los poetas, con sus inmensas alas llenas de perfume, nos envían las brisas del alma con sus versos. Dramáticos insignes de España y de Francia; filósofos alemanes, científicos, místicos imponentes, obra humana, nos son hoy, en lo común, desconocidos, ya porque temen los libreros no verse remunerados de los gastos que la introducción de los numerosos libros nuevos acarrea, ya porque no inspira mucho interés lo que frecuentemente no se trata, ya porque son escasos los suscriptores a esos grandes periódicos de Europa, útiles generalmente de principios, inventos y sucesos, libros ambulantes, magníficos resúmenes del desarrollo espiritual e industrial moderno. A tal necesidad pretende, por una parte, responder. Y, por la otra, ¿saben en Europa, en nuestra misma América saben, cuántas bellezas, cuántas riquezas, cuántas industrias naturales encierra este pueblo, que los mares buscan como cortejando su hermosura, como trayéndole mensajes de tierras luengas; como solicitando sus productos? ¿Se ha dicho bien a los viajeros cuánto hay aquí que admirar; a los poetas, cuánto hermoso espectáculo; a los industriales, cuánto campo nuevo, a los agricultores, cuánta olvidada tierra pudieran explotar en Guatemala? Apáganse más allá de la frontera las congojosas brulas del barrio, los hondos movimientos de los montes, las armónicas voces de los lagos. Incultos quedan en los bosques seda, maguey, palmares, hule... Así, cuando se elevó en Plymouth la primera oración cristiana; cuando sólo se oían entre las salvas las dolientes querellas de Haiwatha, dormían descuidados los extraordinarios gérmenes fecundos que hoy sustentan, con desenvolvimiento milagroso, los pueblos de la Unión Americana. Así poco tiempo hace, guardaba México escondidas riquezas que Guatemala también guarda, y hoy, cayendo y levantándose, en el gran calvario político, como gran niño impaciente, alentada la actividad por el consumo, los mercados de México se llenan de productos, ya elementales y burdos, ya bellos y perfectos, que rinde opimo el país. Nues- tras entrañas son de oro; es preciso que nuestros brazos sean de hierro. Sepan que valemos, vengan los que sepan. Aplíquese el trabajo inteligente a la tierra dócil y rica, es forzoso presentarlo en todas partes, no como una leyenda oscura, no como una india hermosa y descalza, sino como un terreno fértil e impaciente, rico en inteligencias, belleza y productos. Es necesario que nadie pueda afectar desde,-que sentirlo no puede --por este cúmulo de incorrectas y bulliciosas concep- ciones de los cerebros americanos, cerebros de héroes y de locos, de niños y gigantes a la vez. Es necesario que América sea en todas partes, no una esperanza avariciosa de granjerías sino una amante respuesta a la solicitud Iaboriosa de los hombres de todas las razas y países. Contendrá, pues, mi periódico, en cada uno de sus números, descripciones --más útiles que pintorescas --de las comarcas de la República; estudio de sus frutos y sobre su aplicación; remembranzas de muertos ilustres, y de obras notables que enorgullecen al país --respondiendo a mi ideal de hacer resaltar todo lo bueno y cuanto bueno y bello encierra. Y en respuesta a la natural y curiosa demanda de noticias europeas, conténdrá cada número una revista de artes bellas y útiles, de ciencias e invenciones, de libros y de dramas, de lo último que se publique o imagine, de lo que con sanción y aplauso, forje el ingenio y escriba la pluma en los ilustres y viejos pueblos de nuestras riberas humildes,--Guatemala ante los ojos; y Europa a la mano. Verteré con juicios míos, cuanto sobre adelanto de ciencias, mejoramiento de artes y publicaciones de libros en los otros mundos sepa. Es vasto el programa; por eso lo acepto; por eso, y porque es útil. Pido, en gracia a mi buena voluntad, excusa por aquello en que a llenarlo no alcanzare. Me lisonjean de antemano con el buen éxito de mi empresa. Haga yo bien, y estaré contento. Creo que responde a una necesidad, y que será recibida con el amor con que es intentada. José Martí Prospecto de la Revista Guatemalteca, que se proponía publicar Martí, y que nunca llegó a salir. |