ESCENA VI
Españoles, soldados, etc.., avanzan contra el pueblo que, replegándose, toma escena hacia el lado opuesto, cuando aparece Martino. Martino. Quietos todos. No huyáis ante los déspotas.
Quietos aquí. Lo manda nuestra América.
(A Don Pedro)
Si un solo paso sobre el grupo avanzas,
castigará tu infamia y tu insolencia
el pueblo entero que en las calles corre.
¡Viva la Libertad!...
(Voces fuera:) ¡Mueran los déspotas! Don Pedro. ¿Quién eres, di"quién eres? Martino. (Colocándose al frente del pueblo.) Soy la oveja
que se revuelve indómita ante el lobo
y exánime y atónito lo deja,
con el arma de Maipú y Carabobo.
Soy de Hidalgo la voz. Soy la mirada
ardiente de Bolívar. Soy el rayo
de la eterna justicia, en que abrasada
América renace,
desde las fuentes en que el Bravo nace
hasta el desierto bosque paraguayo.
Don Pedro. ¡Oh!... ¿Quién eres? Martino. ¿Quién soy? ¡Mira en mis ojos de un gran pueblo la cólera despierta, rendidos ya tus pabellones rojos, América feliz, Castilla muerta! Don Pedro. ¿América feliz? Martino. Sí, porque luego de quebrantar tu cetro filicida, a costa de su sangre, del pueblo ciego recobrará los ojos y la vida! Serviles nos hicisteis, ignorantes, insípidos doctores, teologuillos y míseros danzantes, de manos insolentes besadores. Y ¿queréis que a la cumbre de la vida llegue próspera y libre nuestra suerte, si la tierra dejáis estremecida con las semillas todas de la muerte? Pero el cielo preñado de amenaza su hondo seno de cólera revienta, ¡y, animador de la naciente raza, fabrica en vuestras plantas la tormenta! El aire está cuajado, cuajados van los vientos, ¡en mordidas los besos se han trocado! ¡Balas van a volverse los lamentos! ¡Balas! Oyelo bien. ¡De las astillas secas, en que entre rojos resplandores Hatuey murió --tremendas las semillas -- un bosque brotan ya de resplandores, de brazos vengadores! Don Pedro. ¡Atrás! iAtrás!... Martino. En vano las espadas, lanzas y perros moveréis ahora. Hasta las piedras os serán negadas, que cada piedra aquí venganza llora. Y con lágrimas de indios maldecida, cada senda, cada árbol, cada arroyo, árbol no habrá que con su fruto os brinde, choza no habrá donde encontréis apoyo. Don Pedro. ¡Atrás!... ¡Atrás! Martino. ¡Oh!... mira cómo se abre la tierra ante tu planta, y en torno tuyo aterradora gira la inmensa procesión que se levanta. Ese que ves con la anchurosa frente de pedernal agudo traspasada, de espinas y de plata coronada, --de plata reluciente -- la sien meditabunda y torturada, es Moctezuma, cuya historia encierra el engaño mayor que vio la tierra. ¡Mira, mira al monarca, al indio ensangrentado que, a su cadalso bárbaro enclavado, su cárcel de oro y su martirio marca! ¡Esa--que rauda cruza, herida,--atada, mísera vagando, a la que azota vil, a la que azuza sus perros fieros el infame Ovando, ésa es de Haití la reina ponderada, en mitad de su fiesta encadenada! ¡Allá van, persiguiendo a los desnudos con recamas de bronces y de escudos ! ¡Allá van, con las lanzas y los hierros! ¡Allá van, dando voces a los perros! "¡Muerde, Lobo, a la reina!" --"Aquí, Bravío! ¡Sus, en el pecho híncale bien, España!" ¡Y después de la lucha, el pueblo mío' sus miembros rotos en su sangre bañal Pueblo. ¡ Libertad!... ¡Libertad!... Martino. ¡El humo oscuro que en tu rostro la cólera negrea, de Cuauhtémoc es el aliento puro, que en su parrilla requemado humea! Pueblo. ¡Libertad!... ¡ Libertad! Martino, ¡Y ese de ramas de encendidos palmeros coronado, que corre, corre alado, con terrible clamor, envuelto en llamas, es Hatuey! Pueblo. ¡Hatuey! Martino. ¡Pueblo, contempla este cuadro de horror! Ve a tus abuelos en humo transformados, los próceres quemados, los miembros palpitantes por los suelos, los niños sin piedad despedazados!... Pueblo. ¡Libertad!... ¡Libertad! Martino. ¡Al llano, al cerro! ¡ Todo el mundo a la lid! ¡Corre encendido por la América Hatuey! ¡Manos al hierro! ¡A luchar, con los brazos, con los dientes! ¡Armas dará la suerte: Dios da bríos! ¡A luchar con las aguas de las fuentes! ¡A luchar con las ondas de los ríos! (Expectación en todos, Martino, soberbio, dominante, magnífico, se impone, vislumbrando la patria libre.) FIN DEL PRIMER ACTO |