ESCENA IV

Pedro, el Pueblo, que le sigue. A poco el Padre Antonio, Don Pedro, el Sacristán, el Indio, soldados, etc..

Pedro.

Ni aire debe llamarse el que respiras...
¡El aire mismo aquí se llama mengua!
Nace a luz, de una madre malograda
entre frailes, rosarios y novenas,
un hijo, con los rayos en el rostro
del vivo sol de nuestra Madre América.
Y apenas abre los temblantes brazos...
los vacilantes labios abre apenas,
cuando el villano espíritu de siervo
su blando pecho sin piedad penetra:
"--¡Besa, niño, la mano de ese cura!"
i Y el pobre niño dobla el cuello, y besa!
"--Ese es Dios, nuestro amo," --"Ese es el busto
del rey nuestro señor." --"Toda esta tierra
es esclava del rey." --Ni una vez sola
al niño la viril dignidad muestra.
~Ni una honrada semilla en aquel pecho
el padre, ni la madre, ni el rey siembran!
¡Amos por todas partes, y palabras
de esclavitud servil, y de obediencia!
Señor es nuestro rey, señor el cura,
Amo el gobernador, guía la Iglesia,
¡y cada hinchado mercader de allende,
su vara de medir en cetro trueca!
¡Sobrado tiempo ya besó cobarde
América ese cetro de comedia!
Truéquese en fusta la mezquina vara
y del que nos azota, azote sea!

Pueblo.

(A coro:)¡Truéquese en fusta!
(Rumores, murmullos de aprobación
     de todos, y aparecen por el Palacio
     Don Pedro seguido del Padre Anto-
     nio, y el Sacristán, nobles, españoles,
     soldados.)

Don Pedro.

(Hablando con los de su séquito:) ¡Ciento, y al instante!>

Padre Antonio.

¡Vaya por ciento!
(.Al Sacristán:) Ese es el caso: ¡Empieza!

Sacristán.

Honra el ardor al pueblo que lo siente,
pero no lo honra menos la prudencia.

Don Pedro.

(Magnífico traidor: el tigre esconde
bajo la suave piel de mansa oveja.)

Pedro.

¿,Quién el concierto de las voces rompe
con débil voz de miedo y de vergüenza?

Sacristán.

Uno que sabe que impulsar la patria
Más allá de sus fuerzas, es perderla.

Don Pedro.

( ¡Ah, mis bravos sabuesos! )

Padre Antonio.

¿Quién os dice
los móviles secretos de esta empresa
ni las oscuras sombras que en el fondo
de esta luz que os alumbra se aglomeran?
¿Queréis felices saludar la patria?
Yo lo quiero también...

Pedro.

Sí. Y de manera
que si el déspota hispano el polvo muerde,
muerda el polvo también todo otro déspota.
Mas dudo...

Padre Antonio.

¿ Tú lo dudas? ¿ Y no miras
esas dormidas poblaciones muertas,
columnas vivas de rencor que hierven,
bajo de su techumbre amarillenta?
¿No imaginas la bárbara falange
que el campo tala, que la muerte siembra,
y que en venganza del agravio antiguo,
hiere, asesina, juzga, y atropella?
¡Ay de vosotros si, despierto el indio,
la humilde paja de su choza incendia!

Indio.

(Adelantándose, del grupo del pueblo:)

¡Mientes, Castilla!

Don Pedro.

¡Miserable!...
(Aparte a los suyos:) (Doscientos... gente llega)
¡un indio!

Indio.

¡Un indio! ¡A nadie quede duda!
¡Doblada está mi espalda, mi piel negra!
¿Ni cómo ha de estar blanca, si aquí llevo
de cuatrocientos años la vergüenza?
¡Tú, (al Sacristán) más vil que Castilla, porque siendo
azotado también, el cuero besas;
enséñanos el oro que te pagan
y en las palabras de tu boca suena.
¡Sacristán de la Antigua, te conozco!
La astucia de los indios no está muerta.
¿Que mi pueblo amenaza? ¿Que la saña
hierve en las pobres chozas de la sierra?
¿Que como rayo vengador caería
sobre las poblaciones y las siembras?
¡Sobre la lengua vil que nos infama
como puñal atravesar debiera!
¡Si en un poste la lengua te enclavase,
venenosa en redor la tierra hicieras!

Don Pedro.

(Aparte a los suyos:) (Trescientos... Cuatrocientos...)

Indio,

Quebrantado
Su espíritu de hombre, ya no quedan
al indio de los campos más que espaldas
para llevar las cargas de la Iglesia,
para pagar tributo a los caciques,
para comprar al español sus telas.
¡Con estas manos derribé maderos...
con estas manos cultivé la tierra,
con estos hombros por barranca y llano
más arrobas llevé que hojas la selva,
y más llanto lloré con estos ojos,
por mi eterna ignominia siempre nueva,
que ondas cruza la nave robadora
que el fruto de mi mal a España lleva!

Padre Antonio.

(¡Habla!) De un indio disfrazado miro
en ti claras señales, que la lengua
de esa tribu que finges...

Indio.

¡De malvado
si que miro yo en ti claras las señas!
¡Apartad, que parece que en su cerco
la contagiada atmósfera envenena!
Indio soy con disfraz, puesto que tengo
un alma --cosa extraña y estupenda,
un alma que en el suelo en que nacimos
al darnos el bautismo el cura quema.
Indio soy, con disfraz, pues que torcieron
de modo mi infeliz naturaleza
que natural parece la ignominia,
y más cara parece la vergüenza.
¡Esa es tu obra, villano! ¡Esa es la obra
de ese que tras de ti mueve su lengua
¡Alzar quisisteis catedrales de oro
sobre graves cimientos de conciencias,
y sobre los sepulcros de una raza
comprar encajes y elevar iglesias!
¡Oh torpe y fragilísimo cimiento!
La conciencia dormita, no está muerta,
y el día que tremenda se sacuda,
catedrales y encajes dan en tierra.

Pueblo.

¡Viva el indio!

Indio.

¡Yo, no! ¡ La patria libre!

Pueblo.

¡Perezca el sacristán!

Pedro.

Nadie perezca.
¡Mil veces se ha perdido la justicia
por la exageración de la violencia!
Un pueblo ha muerto bajo el yugo hispano...
El hombre justo nuestro hermano sea.
Los tiranos que el látigo fabrican
arrójelos el látigo mar fuera.

 

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