A Orestes,-
Pílades
No sabe el sol cuando asoma Cuántas tristezas alumbra; Ni el amigo cuando pasa Callado por mi vetusta Puerta,- cuánta devorante Pena recia mi alma enluta,- Ni cuánta del mar revuelto Viene al labio amarga espuma. No tiene su querellosa Flautilla cuando modula Más que quejas de la tierra, Memorias del cielo augustas,- Son más tristes que el que mueven Dentro del ánima turbia Remembranzas del pasado Bien que en ruinas se sepulta, Y la tibia frente orean Con el aire de las tumbas. Ni sabe Orestes ingrato Como a Pilades conturban De una niña que se queja Cerca de él, las voces puras,- Cuando las pálidas manos De las que amantes las buscan, Temerosa de que el vuelo - Al cielo le estorben, ¡hurta! - ¡Oh! no sabe el excelente Varón que el solar ilustra Donde en el cráter de un mundo Otro mundo se derrumba,- Cuánto el que a la falda llega Del monte verde, en penurias De alma se aflige, y solloza Con voces de fiera angustia Que muerde más, por callada, Y por sola, más asusta. No de bellaco injuicioso El triste Pilades cura; - Ni de cabos, ni de condes, Que el hado resuelto encumbra; Ni de esas aves viajeras Que con blanda estrofa arrullan Cuando al casto sol de gloria O al vivo sol de fortuna Cual en torno al mástil suelen En los mares, blancos sulas - Del glorioso o rico en torno En corte espesa se juntan, Para volar con los soles Donde nuevas albas luzcan. Mas si de Petrus in cunctis Y de fascinables turbas, Y de máximos señores Vivo en venturosa incuria, No así de la noble estima Del varón de ánima justa Que con alta lengua y hechos El solar nativo ilustra.- Llegue el triste, del más triste A alegrar la casa oscura: Llegue con su barba luenga Y su rica fabla culta, Que va mansa, cual de oro Arroyo en cuyas espumas Rozasen las pintadillas Alas mariposas fúlgidas. Suelta den al padre hidalgo El coro alegre de puras Hijas que con invisibles Besos le cercan y escudan,- Y a su paso atentas vierten De melancólicas urnas, Blandas esencias de flores Que la atmósfera perfuman. Deje la jaula dorada: Venga a la de hierro dura: Entienda las que no salen A la faz lágrimas turbias: Riendecilla traiga de oro Con su rica fabla culta, Que el rebelde tigre embriden Que en mí clava garra ruda. Y cuando el zaguán estrecho Trasponga de la vetusta Casa que de Dios lo ha sido Y del Dios que hoy priva y cura, Y de tristes bardos muertos, Y bardos, de muerte en busca, Se abrirán de los naranjos Del patio añejo en la cúpula Blancos jazmines, gemelos De los que adornan mi pluma, Ora que el alma encamino Al varón de tierra fúlgida.