A un Clasicista que Habló de Suicidarse

A un anciano abatido

 	Avive el buen cristiano
	El seso adormecido,
	Ponga al hierro mortífero la mano,
	Mas no a la sien insano,
	Sino a tierra, en arado convertido.

	Mírese por el suelo -
	El vasto cráneo roto,
	Tinto en su sangre el pudoroso velo
	De sus hijas, y al soto
	El cuerpo echado, el alma opaca al cielo.

	Y mire al reluciente
	Señor, de ira vestido,
	Y de luz de relámpagos, la frente
	Nublar de oro encendido
	Y cielo abajo echar al impaciente.

	Y como desraigado
	Roble del alto Erebo
	Mírese por los vientos arrastrado
	Y deshecho, y de nuevo
	Por prófugo a la vida condenado.

	Pues ¿,cómo en el remanso
	Sabroso de la muerte
	Derecho igual al plácido descanso
	Tendrán el alma fuerte
	Y la cobarde, el réprobo y el manso?
	 
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