Para Cecilia Gutiérrez Nájera y Maillefert

	En la cuna sin par nació la airosa 
	Niña de honda mirada y paso leve, 
	Que el padre le tejió de milagrosa 
	Música azul y clavellín de nieve. 

	Del sol voraz y de la cumbre andina, 
	Con mirra nueva, el séquito de bardos 
	Vino a regar sobre la cuna fina 
	Olor de myosotis y luz de nardos. 

	A las pálidas alas del arpegio, 
	Preso del cinto a la trenzada cuna, 
	Colgó liana sutil el bardo regio 
	De ópalo tenue y claridad de luna. 

	A las trémulas manos de la ansiosa 
	Madre feliz, para el collar primero, 
	Virtió el bardo creador la pudorosa 
	Perla y el iris de su ideal joyero. 

	De su menudo y fúlgido palacio 
	Surgió la niña mística, cual sube, 
	Blanca y azul, por el solemne espacio, 
	Lleno el seno de lágrimas, la nube. 

	Verdes los ojos son de la hechicera 
	Niña, y en ellos tiembla la mirada 
	Cual onda virgen de la mar viajera 
	Presa al pasar en concha nacarada. 

	Fina y severa como el arte grave, 
	Alísea planta en la existencia apoya, 
	Y el canto tiene y la inquietud del ave, 
	Y su mano es el hueco de una joya. 

	Niña: si el mundo infiel al bardo airoso 
	Las magias roba con que orló tu cuna, 
	Tú le ornarás de nuevo el milagroso 
	Verso de ópalo tenue y luz de luna.
	 

José Martí
México, agosto de 1894