En la cuna sin par nació la airosa Niña de honda mirada y paso leve, Que el padre le tejió de milagrosa Música azul y clavellín de nieve. Del sol voraz y de la cumbre andina, Con mirra nueva, el séquito de bardos Vino a regar sobre la cuna fina Olor de myosotis y luz de nardos. A las pálidas alas del arpegio, Preso del cinto a la trenzada cuna, Colgó liana sutil el bardo regio De ópalo tenue y claridad de luna. A las trémulas manos de la ansiosa Madre feliz, para el collar primero, Virtió el bardo creador la pudorosa Perla y el iris de su ideal joyero. De su menudo y fúlgido palacio Surgió la niña mística, cual sube, Blanca y azul, por el solemne espacio, Lleno el seno de lágrimas, la nube. Verdes los ojos son de la hechicera Niña, y en ellos tiembla la mirada Cual onda virgen de la mar viajera Presa al pasar en concha nacarada. Fina y severa como el arte grave, Alísea planta en la existencia apoya, Y el canto tiene y la inquietud del ave, Y su mano es el hueco de una joya. Niña: si el mundo infiel al bardo airoso Las magias roba con que orló tu cuna, Tú le ornarás de nuevo el milagroso Verso de ópalo tenue y luz de luna.
José Martí
México, agosto de 1894