No hay en la bárbara guerra del mundo, más que un consuelo las estrellas en el cielo y las niñas en la tierra. No hay rival de la mañana con su luz pálida y pura; mas sí hay rival, tu ternura, pálida niña cubana. Yo diré, mi niña esbelta, allá en mi hogar de martirio, que he visto en Ibor un lirio con la cabellera suelta.
José Martí
Tampa, 1891