I Alfredo: ¡qué abundante cabellera Sobre la franca sien llevó extendida, Todo el tiempo de mal y lucha fiera Que sollozando anduvo por la vida! Plazas, calles, paseos, vagabundo, La frente al aire, el caminar tardío, Aquel ocioso espíritu en profundo Trabajo andaba, lleno de vacío. Clavado en sí, su cuerpo lo encerraba Como la niebla al sol que lucha en vano Por penetrar la nebulosa traba Que rayos roba al mundo del humano. Ora en Alfredo alzábase tormenta, O en suaves ondas como en lago terso, El aire blando el suave rizo aumenta De su alma en el espacio, un alma en verso. II Alfredo: bravo mozo; aquel gallardo De frente franca y de soberbio cuello, Ocioso eterno, caminante tardo, Calán, amable, soñador y bello; Perenne triste, que con mano abierta Llorando daba gozos y alegrías, Y va dormido, y ante sí despierta De su lecho de afán las Simpatías; Maniático doncel. Mesaba loca De hambre sus trenzas Dalia la indigente, Y quiso Dalia besos de su boca, Y Alfredo puso besos en su frente; Y donde hallaba de la carne fría Montón infame que a la carne amaba, Blanco montón de espíritu ponía Que la masa bestial iluminaba. Era raro, en verdad, aquel Alfredo; Y como al punto cautivó mi asombro, Palpéle yo, miréle, y vi con miedo Sangre inmortal manándole de un hombro. III Y por calles y plazas y paseos, La frente al aire y hacia atrás los brazos, La mano daba a hermosos devaneos., Y a su adorada Eternidad abrazos. Sentóse al fin; del apacible río Las suaves ondas comparó con calma: ¿Quién sabe, dijo, si a mi ser vacío, Cual onda a ti, refrescará algún alma? Hincó rodillas, abatió la frente, Mojó en las aguas claras sus cabellos, Y suspiró de amores la corriente Y al joven inmortal besó con ellos. - "¡Mujer...!" - Y a la palabra que decía, Todo arbusto de flores se llenaba, Y hasta un rayo de luna se ponía Sobre la cabellera que flotaba. - "¡Mujer...!" - Yo he visto un pájaro perdido Llegar, volver sobre aquel tronco abierto, Y el tronco solo, y sin su dueña el nido, plegar las alas y extenderse muerto. - "¡Mujer...!" - Yo vi canoso pasajero, Sangrando el pie, la espalda flagelada, La tierra abrir, balbucear "¡yo muero!" Tenderse en tierra, y terminar jornada. - "¡Mujer...!" - Y el viento a la negruzca roca De las fatales playas de la vida, Colgó de los cabellos a una loca Y está por los cabellos suspendida. ¡El alma así de Alfredo vagabundo! Loca en la playa, pájaro en el tronco, Viajero herido por el ancho mundo, Niebla y sol, noche y luz, gemido bronco. IV - "Mujer, mujer, en vano es que la vida Sin ti vertiendo sangre de dolores, Como una virgen pálida y herida, La tierra cruce deshojando flores! En vano, en vano que la vida entienda La abrasadora lengua de los sabios, Sin que este pobre corazón encienda El lenguaje de amor vivo en tus labios. En vano, en vano que la vida loca Contemple en sí cadáveres impresos, Mientras sin voluntad el alma invoca el fuego redentor que arde en tus besos. Cuanto fui, cuanto soy, cuanto se encierra En esta alma en la tierra encadenada, Que rota por el peso de la tierra Sin vivir ni morir vive enclavada; Cuando en mis horas de mayor locura Un Dios esclavo dentro de mí germina, Y rompe el alma con audaz bravura Su forma vil, su esclavitud mezquina; ¡Todo por el amor que la corriente Del agua puso en mi cabello impreso! ¡Todo ¡oh mujer! porque en la herida frente Amor me digas y me des un beso!" Y por la orilla y calles solitarias, La frente al aire y ojos en la fierra, Lloró lamentos, sollozó plegarias, Buscó mujeres, y lo hallado aterra. V - "¡Tú, miserable, porque en ti avarientos Los ojos puse de codicia rojos, Carne pusiste, infame, en mis lamentos, Movible carne ante mis pobres ojos! ¿Pensaste vil en que yo vil te amara? ¡Aparta, fango; mas de mí tan lejos, Que, si yo fuera el Sol, no te llegara Ni la pálida luz de mis reflejos! Y tú, menguada; mísera ovejilla Que acudiste a mi impúdico reclamo, Y besaste diez veces mi mejilla, Y dijiste cien veces '¡yo te amo!'; Para los flacos en la dicha es tarde. Flaqueza agravia y págate en agravios: ¡Lejos de mí, la oveja que cobarde Prodiga besos y corrompe labios! Aquélla, la alba virgen, la que muere De ansia de amor, y morir más desea, ¿Qué busca? ¿qué me llama? ¿qué me quiere? ¡No ha derecho al amor la mujer fea! La ajena, la maldita, la casada, ¿Qué quiso en mí la miserable un día, Allí en el goce impuro revolcada Donde el esposo mísero dormía? ¡Horror, horror! ¡La mancha de aquel beso Que entre los labios me dejó la fiera, Ha de quedar sobre mi labio impreso Como marca de oprobio, aunque me muera! ¡Y, yo dormido, a sacudirme el dueño Vendrá, con la casada de la mano, Y se revolcará sobre mi sueño, Como sobre él me revolqué inhumano!" Llorando Alfredo, conteniendo apenas El pobre corazón que se rompía, Fuese a regar con llantos las serenas Ondas del agua que besara un día. VI - "¡Oh loca, oh cruel, oh plácida corriente, Que con el sueño aquel de tus amores Me diste un beso en la tranquila frente Que me duele con todos los dolores! ¡Oh imagen de amor que un alma viva Halló a su nombre pálida y despierta, Y tinta en sangre y de su mal cautiva, Llorando vuelve un alma medio muerta! ¡Oh margen pura de la verde orilla Donde, al amor de la mujer alzada, El crimen vuelve corva la rodilla Y la maldita frente avergonzada! ¡Oh madre blanda por que el agua pura Cantando corre y apacible ondea: Un beso dame al ánima sin cura Que punto y gloria de mis culpas sea! ¡Perdón, perdón, corrientes de este río! ¡Perdón, perdón, oh luz de esta ribera! ¡Arbustos que crecéis en torno mío! ¡Ondas que refrescáis mi cabellera! ¡Beso me disteis del amor proscrito Que en fango traigo sobre el alma impreso; Pues fue para vivir beso maldito, Para vivir mejor dadme otro beso!" Calló el gimiente, se extendió en la onda, Eco de un beso resonó en el río, Y "¡Alfredo!"... clamo, sin que allí responda Más que otro beso al llamamiento mío.
México, 1 de abril de 1875.