Síntesis


Doce años, doce flores
en este, Inés gentil, nido de amores;
doce años, doce vidas
en las almas al yugo férreo uncidas.
Doce años, doce puntos
en la vida feliz de los difuntos. 

Pusiéronle una flor en los cabellos:
¡de vergüenza murió la flor en ellos! 

¿Ves el césped al margen de los ríos
radiante de verdor? Así a la margen
del casto amor, los pensamientos míos. 

Tres hijas, tres simientes
de vida universal: tres aureolas
para tres nobles varoniles frentes;
y en el correr del mar, ¡tres pobres olas
tranquilas, melancólicas, dolientes! 

La semilla,- que en árbol se convierte,
la flor,- que fecundada se entreabre,
la rama,- luego altivo tronco fuerte,
y la madre,- mujer que en hijos se abre
y, dando vida, marcha hacia la muerte.

Por eso nada acaba,
y queda la existencia repartida:
cuando cansado el cuerpo de la vida,
piensa al fin en dormir, se dobla y cava. 

...¡A veces
los ojos rompen en sabroso llanto
y el corazón en inefables preces! 

... ¡Qué claro he visto
en esta oscuridad, y qué misterio
de armónicos efluvios en los átomos
de mi ex-humano seno se han cumplido! 

¡Juventud, sueño audaz! ¡La sed empieza
cuando acaba la fuente de belleza,
como empieza la vida
cuando el aura vital desvanecida
se pierde en su maldad o en su flaqueza! 

Pues cierro yo los ojos a la tierra
y me repliego en mí, y el alma mía,
su envejecida cárcel sacudiendo,
¡por espacios magníficos pasea,
y con la brisa universal me orea! 

¡Verdad es! De mi vil carne la mano
¡impotente verdad! - no llega al cielo;
¡pero dentro del ser medido humano
hay otro ser sin forma y sin medida
que toca y ve, post-vida y ante-vida! 

El alma universal dos hijos tuvo:
cada ser en mitad viene a la tierra:
¡así es toda la vida del humano
buscar, siempre buscar su ser hermano! 

¿Que me quieres? ¡EI brillo me lastima
de tus ardientes ojos encendidos!
- ¿Que me olvidas? ¡ Ya laten presurosos,
libres de la serpiente mis sentidos!
¿Viste jamás el sol de la Inglaterra?
¡Mísero sol inglés! Pretende en vano,
la bruma hendiendo, iluminar la tierra:
¡lucha así con la cárcel que lo encierra!
El sol, globo sin rayos encendidos
por la cólera, luce enrojecido:
¡como la bruma al sol inglés airado,
el cuerpo para el hombre aprisionado! 

¡Raro suceso! ¡Extraña simpatía
del hombre, el sol y el año!
Principió de aquel hombre la agonía
en medio del crepúsculo de un día
del octubre pluvial; ¡suceso extraño!
¡Cayendo al par en grave sepultura
el año, el sol, la frágil envoltura! 

Oscuros, pesarosos y sombríos
hallas, al verlos hoy, los ojos míos:
¡ay! cuando se copiaban, presentían. 

España, 1873.

Publicada en la Reviste Universal, México, 29 de agosto de 1875.