No sientas que te falte el don de hablar que te arrebata el cielo, no necesita tu belleza esmalte ni tu alma pura más extenso vuelo. No mires, niña mía, en tu mutismo fuente de dolores, ni llores las palabras que te digan ni las palabras que te faltan llores. Si brillan en tu faz tan dulces ojos que el alma enamorada se va en ellos, no los nublen jamás tristes enojos, que todas la palabras de mis labios, no son una mirada de tus ojos...
J. Martí
Villaviciosa, 10 de Julio, l872
Martí, dedicó este poema, a la Joven Emma Campuzano, muda de nacimiento, que se publicó en "El Cubano", de La Habana, el 13 de marzo de 1888.